Miro la cartelera del Baluarte. En Alicante, con cien mil almas más, no hay nada así.
Ni sombra de un Mesías de Händel de importación. Ni sombra de Lang Lang.
Las localidades nobles están a 38 euros. Todas agotadas.
Pienso si no es mejor así. Como diría aquel, si no puedo ser el programador, si no puedo tener las puertas abiertas para hacer y deshacer, casi mejor que no exista el espacio. Para no sufrir. Para evitar agravios comparativos. Que después pasa lo que pasa. Que abren una Ciudad de la Luz, y nada de nada. Gestando una úlcera.
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