Un mes después de la inauguración, con los fastos del AVE, me encuentro una estación de tren en precario. Las máquinas autoventa de billetes no funcionan. No hay línea. Los relojes tampoco. Todavía no están conectados. Los locales comerciales no existen. Detrás de los muros tapiados no hay nada. Todo es un decorado vacío. De mentirijillas. Los políticos vinieron, inauguraron, y dejaron una estación fantasma. Lo peor es que un pueblo arrebañado ha secundado el invento agotando los billetes para todos los trayectos de ida y vuelta a Madrid.
lunes, 22 de julio de 2013
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