He aquí la imagen de la demostración de que fui el 1º espectador que vio en Alicante la película ´'Las brujas de Zugarramurdi'. Esta es la imagen que ofrecían los cines del centro comercial Plazamar, a las 15.40 del viernes 27 de septiembre. Era la única sala que ofrecía un pase tan tempranero.
Seis días antes, en San Sebastián, muchos se quedaban sin entrada para ver lo último de Álex de la Iglesia. Cuántas veces el evento, todo lo que rodea a la cosa, juega a favor de obra, convirtiendo a la cosa en algo más grande. Vista así, sin el glamour de las colas, sin nadie a quien saludar y mucho menos a abrazar, parece como si la película fuese menos, como si no fuese para tanto. Pero esto no es nuevo. Ya aprendí la lección hace veinte años. Siempre fue así. Y lo curioso es que lejos de cambiar, cada vez se radicaliza más. El evento gana fuerza. Lo cotidiano, la pierde. ¡Pero si para Sitges se están vendiendo las entradas como si las regalaran...!
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