domingo, 28 de febrero de 2010
COLUMNAS PUBLICADAS EN FEBRERO DE 2010
JUBILACIÓN
ANTONIO SEMPERE
Me enteré del proyecto de aplazar la jubilación a los 67 años por la prensa. Con un día de retardo, pues. Y me sorprendió, lo que son las cosas, en los territorios de Prado del Rey. En los corrillos no se hablaba de otra cosa. Y por lo que oí, creo que soy de los pocos a quienes alegra muchísimo la noticia.
Porque, entre nosotros, y ahora que no nos oye nadie, a un servidor no le quedaba tiempo suficiente para lograr ciertas metas antes de los 65. Cuando el pasado verano, entretenido en los cursos de verano de El Escorial, mientras desayunaba con Fermín Bocos, me sorprendieron los 47 años, pensé alarmado, ay, que no me quedan ni veinte de vida laboral, y todavía tengo la casa por hacer.
Y es que cada cual lleva sus tiempos. Unos van muy deprisa. Van por la vida de treinta añeros con varios lustros cotizados. Otros, por el contrario, tratando de encontrar nuestro camino, intentando averiguar qué es lo que nos gusta y para qué estamos dotados, nos levantamos un buen día comprobando el poco tiempo que nos queda.
Mis dos objetivos profesionales, tener una plaza fija en la universidad y dirigir un programa en la radio pública, no se improvisan de un día para otro. Tienen sus tiempos. Son carreras de fondo. Caso de conseguirlos un día antes de los 70, sólo un día antes, lloraré de alegría, y podré morir en paz. Lo cierto es que el aplazamiento oficial de la jubilación me echa un capote para conseguirlo. Todo ello contando con buena salud. Pero lo de la salud no me preocupa. Cuando existen objetivos nobles que alcanzar, la salud aumenta ostensiblemente. Somos cuerpo, pero sobre todo somos mente.
HUÉRFANO
ANTONIO SEMPERE
Han pasado cuatro semanas desde que ‘La 2 noticias’ cambió de horario, y he de confesar que todavía me siento huérfano en las mediasnoches. Me siento huérfano porque no he logrado suplir la ausencia de este informativo con ninguna oferta que le haga sombra.
Por si fuera poco, las audiencias demuestran que con el nuevo acomodo en horario de tarde el programa no sólo no gana espectadores, sino que va experimentando un bajón. Como si fuésemos discos rayados, tenemos que aludir una vez más a que en La 2 no deberían importar audiencias, que La 2 es otra cosa.
Pero una cosa es no tener en cuenta la competitividad y otra muy distinta ningunear la opinión de los mismísimos fieles a la causa. Transcurridas las cuatro primeras semanas de andadura, el nuevo esquema de La 2 muestra a las claras cómo no es posible un canal cultural, de servicio público, variado, atractivo, sin dinero. Dirán que el talento se tiene o no se tiene, y que no se puede medir en euros. Pero lo cierto es que La 2 empieza a dar muestras alarmantes de falta de presupuesto.
Desapareció ‘La mandrágora’, se reponen entregas de ‘Redes’, se repite el ‘Metrópolis’ de la Bienal de Estambul, se desempolva ‘Esta es mi tierra’, se emiten tres horas de documentales cada tarde, y el prometido programa presentado por Montse Tejera desde Sant Cugat no acaba de arrancar.
Pero lo peor de todo es que cuando acaba esa película nuestra de cada día, echamos de menos la presencia del equipo de ‘La 2 noticias’, su particular balance de la jornada. Nunca puede ser igual el tono de un informativo a las ocho de la tarde que a las doce de la noche. Nunca.
VANCOUVER
ANTONIO SEMPERE
Los husos horarios juegan esta vez a la contra. Los Juegos Olímpicos de Vancouver nos vienen a contrapelo. Por más que el despliegue de la televisión pública vaya a ser amplio, no parece vayan a contar con demasiado predicamento. Si ya de por sí unos Juegos de Invierno no levantan demasiada expectación, el hecho de que los directos se vayan a iniciar, hora española, a partir de la una y media de la madrugada, no resulta demasiado alentador.
Por supuesto que habrá repeticiones al día siguiente. Y se anuncia un resumen de cada jornada a su término, para nosotros de once a una. Para nosotros, una hora en la que nos hallamos, televisivamente hablando, fuera de campo. Ni Teledeporte ni La 2 pueden aglutinar, entre las dos y las seis de la madrugada, grandes audiencias. Para empezar, la ceremonia inaugural tendrá lugar la noche del viernes al sábado, entre las tres y las seis de la madrugada. Los audímetros nos chivarán los datos acerca de quiénes se queden en vela. A priori podemos asegurar que van a ser muy pocos.
Ni siquiera cuando los Juegos Olímpicos de Invierno se celebraron en tierras europeas, con el horario a favor, les hicimos mucho caso. Recuerdo con emoción la ceremonia inaugural de la ciudad de Sarajevo, pocos años antes de la masacre. Fue a la hora de comer. Pero la vimos cuatro gatos. Los Juegos franceses, en la localidad de Albertville, sirvieron para la puesta de largo del canal Teledeporte. Pero ni por esas. A pesar de que se dieron prácticamente íntegros, la audiencia no pasó de testimonial.
Ahora toca Vancouver. Y mucho nos tememos que pasarán de puntillas. Si algún día fueran en Jaca… y ni entonces. Aquí sólo cuenta Suráfrica en junio. Eso sí será el acabóse.
MENOS MAL
ANTONIO SEMPERE
Menos mal. Los Goya se podrán ver en directo por televisión. No como el año pasado y al anterior, cuando los cinéfilos nos pudimos enterar a través de la radio y de Internet de los premiados con una hora de antelación. Todo un contrasentido. Porque una parte del interés de la ceremonia de los Premios Goya está en el glamour, de acuerdo. En la alfombra verde y en el desfile de rostros populares y las ocurrencias que haya preparado para la ocasión el maestro de ceremonias Andreu Buenafuente. Pero también reside en el macguffin y el suspense de los premios propiamente dichos. Si a través de la radio o Internet nos enterásemos una hora antes que por la tele de que Luis Tosar ha logrado el premio al mejor actor, o Lola Dueñas el de mejor actriz, para qué querríamos aguantar hasta el final.
Un dato a favor de los Premios Goya de este año, muy a tener en cuenta, es que la segunda edición del Telediario de los domingos ha sido, durante las últimas cuatro semanas, el informativo más visto de la semana. Lo que quiere decir que, a priori, la transmisión puede arrancar nada más y nada menos que con cinco millones de espectadores en bandeja. Que deserten o no a lo largo de la noche tendrá que ver con el ritmo y el tono que imprima el presentador.
La Academia y TVE nunca deberían haber consentido que la transmisión de los Premios se llevase a cabo en diferido. Se presenta una edición en directo total y sin pausas. Estamos de enhorabuena.
LA FUERZA DE ‘GRAN HERMANO’
ANTONIO SEMPERE
Hasta cierto punto era muy lógico que los responsables de ‘Gran Hermano’ planteasen el reencuentro. Si las series de ficción exitosas tienen segundas y terceras y cuartas temporadas, por qué no la iba a tener el padre de todos los realitys. Porque hasta ahora en las once ediciones se había partido de cero, integrando una nueva hornada de concursantes.
La novedad estriba en la recuperación de los veteranos. Lo llamativo del caso es que las reglas de la ficción rijan el formato. Del mismo modo que los personajes de las series entran y salen en las siguientes temporadas según su tirón popular, la subida de sus cachés y otros condicionantes, el patrón se reproduce en un programa de telerrealidad.
El ‘GH: el reencuentro’ indaga en las subtramas más sabrosas de las últimas once temporadas. Los patrones de la ficción son muy claros. Para que haya relato tiene que haber conflicto. Las pautas de los guionistas son tan sencillas como convocar a los concursantes que con su sola presencia lo generen.
Los resultados, en términos de audiencia, saltan a la vista. ‘Gran Hermano: el reencuentro’, emitido sólo tres días después del término de la edición anterior no sólo no acusaron el cansancio de los espectadores sino que permitieron enganchar prácticamente a todos sus seguidores. A las once de la noche del pasado miércoles más de cinco millones de españolitos estaban enganchados con lo que ocurría en la casa de Guadalix de la Sierra. Muchos más de los que seguían el desenlace de la ficción sobre la vida de Adolfo Suárez o los reportajes del ‘Comando actualidad’.
Mi opinión sobre el particular la dejo para otro día. Recuperar a una señorita vocinglera que sólo sabe decir ‘me tiro un pedo donde quiero’ excede mis capacidades éticas o estéticas. Por eso me resigno viéndolo como una ficción más. Como realidad me supera.
El caso es que la gallina de los huevos de oro sigue dándolos. Se confirma que una cadena como Telecinco puede funcionar como canal temático otra temporada más.
CALLEJERO
ANTONIO SEMPERE
Ayer me sentí, sin pretenderlo, como uno de esos reporteros callejeros que corretean por las entretelas de las ciudades. Sucedió cuando me dirigía a comer a casa de unos amigos de la bohemia. Me dieron sus señas, y correspondían a un inmueble en los aledaños de la glorieta de Bilbao, una de las zonas bien de Madrid. Llegué al portal, y aprovechando la vecina de una salida, pasé al vestíbulo de la escalera, situada a la izquierda de un ascensor con puertas de madera noble. Tras llegar al piso indicado, toqué el timbre de la que creía casa de mis amigos, y en ello que me salió una asistenta filipina con cofia. Yo nunca había visto una asistenta con cofia en mi vida, fuera de las obras de Jardiel Poncela y de Mihura. Así es que quedé embelesado, tratando de alargar una conversación imposible. A pesar de mi apariencia de vendedor de Biblias, o quizá por ello, la mujer sólo se atrevió a entreabrir la puerta, indicándome que me había equivocado y que desandara mis pasos. Lo poco que se veía a través del ángulo de visión del interior de la casa era apabullante. Luz, diseño, color. Lujo.
Por supuesto que me había equivocado. Mis amigos vivían de alquiler en el mismo portal, pero en una escalera interior. Muy bien disimulada tras una puerta, situada al otro lado del ascensor, que conducía a un pasillo, ya sin madera, ni luz, ni color, ni ningún aditamento, y a un patio. Al fondo del cual, sí, se encontraba esa escalera interior sin luces de diseño, sin paredes forradas, sin luz cenital.
Me molestó ver el contraste tan de cerca. En las ciudades de provincias, al menos, no existen estas dobles vidas. Y cuando uno entra a un bloque, desde la misma puerta, no se engaña a nadie. Y todos quienes entran por esa puerta son iguales. O primos hermanos. Imagino que en esa casa de Madrid, si pudieran, los vecinos de la escalera exterior separarían la puerta de acceso a la calle de los vecinos de la escalera interior. Marcando distancias. A mi mirada de reportero callejero le dolió.
CLASIFICANDO
ANTONIO SEMPERE
Si intentamos clasificar los formatos televisivos, en contra de lo que en un principio pudiésemos pensar (multitud de canales, horario ininterrumpido, 195 canales funcionando entre televisiones generalistas y temáticas a plena rendimiento en nuestro país), acabaríamos pronto.
Está la ficción y el cine. Están los informativos. Están los programas de plató. Y están los programas que no necesitan de ningún plató para ser puestos en pie. La taxonomía, aunque pueda parecer excesivamente simplificadora, va bien encaminada.
Sólo cabrían matices. Cabe destacar, como novedad, el empuje recibido por los programas que se realizan al margen del plató, que amén de baratos, están siendo muy bien recibidos por el público. ‘Volver con’ y ‘Un país para comérselo’, que son los últimos en llegar, se suman a todos esos que funcionan a pleno rendimiento en el mejor de los horarios posibles. Si decimos que las televisiones se han vuelto muy callejeras, no mentimos.
Tanto, que hay que destacar la tendencia a que también los programas mixtos, como los ‘España directo’, donde sólo la presentadora pisa el plató coordinando a todos sus reporteros callejeros. También los informativos se han hecho más y más callejeros de un tiempo a esta parte, obligando a los reporteros a contar desde la calle, aunque no tengan nada nuevo que decir, o al menos nada nuevo a lo que nosotros, desde nuestros portátiles, podemos saber a través de un buscador de noticias.
Pero cabría preguntarse, en todo este maremágnum, dónde queda la buena televisión. Y evidenciar una laguna. Siguiendo la clasificación, vale que está, como siempre ha estado, la ficción y el cine. Y que los informativos han conquistado la calle. Pero dónde quedan, en el apartado de programas realizados en plató, las ideas talentosas, formatos relevantes. ¡No están!
ABRUMADO ESTOY
ANTONIO SEMPERE
Abrumado estoy ante el peso de la campaña promocional que están teniendo los cortometrajes en la presente temporada de ‘Versión española’. La emisión de los trabajos comenzó el pasado martes y ya me sobreentienden, fue imposible ver ni una sola promoción y ni siquiera una alusión al título que se iba a proyectar, ni siquiera en las parrillas de programación de publicaron los diarios de la jornada en las páginas de Televisión. Un desastre.
Abrió fuego ‘Lala’, de Esteban Crespo. Y seguro que de aquí a junio pasan algunas de las joyitas que ya he tenido el placer de disfrutar, como ‘Di me que yo’, de Mateo Gil; ‘La rubia de Pinos Puente’, de Carmen Ruiz; ‘Paréntesis’, de José Luis García Pérez; ‘Lo siento, te quiero’, de Leticia Dolera, o ‘Padre modelo’, de Alejandro Marzoa. Precisamente este último es autor también de ‘Cucharada’, el cortometraje que estos días lidera el ranking de descargas en el festival virtual Notodofilmfest.
Contrasta la buena salud del formato, la enorme proyección con que cuenta este evento consolidado por Javier Fesser y la pujanza de todos los festivales de cortometrajes con la desidia con la que los trata Televisión Española, incapaz de preocuparse más que de cubrir el expediente.
Nada arropa la emisión de los cortometrajes. Qué tiempos aquellos, cuando sus autores eran invitados al plató del programa, para que además de verles las caras explicasen sus objetivos y transmitiesen sus ilusiones. Que no se difundan cuáles son los títulos de los cortometrajes seleccionados, que ni siquiera con una mínima antelación cuáles son aquellos que tendremos la oportunidad de ver, además de injusto, supone una enorme falta de respeto. A los equipos que los han hecho posibles pero también a los espectadores. Veremos, sorpresa, cuál nos toca el martes que viene.
RESPONDIENDO
ANTONIO SEMPERE
Una cita mensual sabe a poco para un programa como ‘RTVE responde’. Pero menos da una piedra. Desde su primera emisión sostengo que los canales privadas no podrían llevar a cabo un espacio similar, partiendo de la base de que su modelo es de negocio, puro y duro. Y cuando el único objetivo es el de ganar dinero, pocas quejas de los espectadores pueden contar.
El programa presentado por Elena Sánchez Caballero, nobleza obliga, sentó ante la anfitriona al nuevo director de TVE, Santiago González, que habló claro sobre algunos aspectos (en la nueva televisión pública no habrá corridas de toros) y aclaró las líneas maestras de la programación.
La Corporación, dijo González en precioso acento canario, cuenta con 1.200 millones de presupuesto anual, que en realidad se quedan en 1.075. Y con él contamos para todo. Levemente, con elegancia, el ex director de Radio Nacional, ahora al mando de la tele, señaló una paradoja. De esos pocos más de mil millones anuales salen los salarios de los trabajadores de la casa, y con ese dinero, ni un céntimo más, hay que establecer una línea de programación acorde con eso que damos en llamar servicio público. Del encaje de todo ello sale la programación resultante. Lo que vemos y oímos todos los días.
Llama la atención que llegados a este punto, como llegados al punto previo del Expediente de Regulación de Empleo, los trabajadores de la casa puedan parecer más un problema que una solución. Los sueldos de estos trabajadores suman una cantidad elevada. Con lo que sobre, pareció decir, haremos lo que podamos. Cuando debería ser al revés: aprovechando que les pagamos bien, vamos a exprimir el zumo de los trabajadores para que hagan la mejor de las televisiones posibles.
MADRID VS. BARCELONA
ANTONIO SEMPERE
A veces me pregunto qué tendrá, o qué no tendrá, ‘Repor’, que sí tenga ‘Comando actualidad’, para que el primero salga en antena, siempre, de madrugada, mientras que el segundo lo hace en el glorioso ‘prime time’. Pasan las semanas, miro los contenidos, sigo gozando de los reportajes, y me lo sigo preguntando. Sólo encuentro, la verdad sea dicha, una respuesta. ‘Comando actualidad’ es made in Madrid mientras que ‘Repor’ es made in Barcelona.
Dirán que estoy loco, que soy muy malpensado, que hace muchísimo se superaron las rivalidades entre lo que se cuece en Prado del Rey y Torrespaña y lo que procede de Sant Cugat del Vallés, que a estas alturas se mira y se piensa como empresa común, de gran Corporación, con independencia del origen de cada uno de los trabajos.
Pero no. Vuelvo a mirar el ‘Comando actualidad’ y el ‘Repor’, y sigo sin asimilar por qué unos se emiten en un horario tan bueno y otros en uno tan malo. Porque nada tiene que ver salir en antena después del Telediario que hacerlo pasada la barrera psicológica de las doce y media de la noche.
El periodismo de investigación, no nos engañemos, ha salido muy perjudicado en los tiempos que corren, estos donde prima el reporterismo callejero de usar y tirar. Por eso valoro sobremanera el estilo de ‘Repor’, donde, a la que te descuidas, sus reporteros todavía se atreven a poner dedos en las llagas. Ahí están los últimos ejemplos, ‘El peaje de la SGAE’, ‘Por un puñado de peces’, ‘Echaos p´alante’, sobre el barrio de las tres mil viviendas de Sevilla. No son ‘Línea 900’, de acuerdo, pero algo se parecen. Debe ser que Gemma Soriano, la directora, ha mamado esa escuela. Por qué de madrugada.
UNA NOCHE PARA RECORDAR
ANTONIO SEMPERE
Fue la del martes una de esas noches de fuerte competencia. Se iniciaba la última temporada de ‘Perdidos’, favorecida por una potentísima campaña de Cuatro. Mercedes Milá se reubicaba en esta jornada con el ‘Gran Hermano: el reencuentro’. Antena 3 proseguía con sus apuestas fuertes de ficción de la temporada, ‘El protegido’. Y en una pirueta insólita, La Primera programaba la película ‘Camino’, coloquio incluido, dentro del contenedor ‘Versión española’, allanándose el terreno al ubicar en La 2 el documental ‘El último truco’. ¿No habíamos quedado que la noche de los documentales era la de los miércoles y la de los martes la del cine latinoamericano?
Pues bien, a pesar de la improvisación, a pesar de la premura de tiempo, a pesar de la prevención con la que muchísimos espectadores se enfrentaban a una historia tan dura, y sobre todo, a pesar de la enorme competencia de una de esas jornadas punta de la temporada televisiva de invierno, el miércoles nos desayunamos con datos muy elocuentes: la película de Javier Fesser fue vista por tres millones y medio de espectadores. Repito. Tres millones y medio de espectadores, superando en trescientos mil a la segunda entrega de ‘Gran Hermano: el reencuentro’.
Que la película ‘Camino’ fuese vista por dos millones de espectadores más que la doble entrega de ‘Perdidos’, que se quedó en un millón y medio de seguidores, merecería muchas reflexiones. La primera de ellas, una vez más, la de reparar en el enorme poder de convocatoria de la televisión.
Y es que ‘La mujer sin piano’ de Rebollo, ‘Los condenados’ de Lacuesta y ‘Petit indi’ de Recha, el mejor cine español de 2009 para los exquisitos críticos del ‘Cahiers du cinema’, apenas fueron vistas, en total, por cuarenta mil espectadores.
EXTERNALIZAR O NO, ESA ES LA CUESTIÓN
ANTONIO SEMPERE
Deberían ser la solución, y sin embargo parecen convertirse en el problema. Los sindicatos que representan a los trabajadores de la televisión pública están en pie de guerra. No quieran más externalización. Están hartos de las productoras. Y reivindican más trabajo para los de casa.
El mundo está lleno de paradojas, ya lo sabemos. Pero choca que la televisión pública, en tiempos pasados, también en éste, padezca una enorme: da la impresión, según ciertas declaraciones que se les escapan a los directivos de la casa, de que los trabajadores sean un lastre, una rémora con la que la empresa tiene que lidiar. Y no al revés. Porque afinas el oído ante las declaraciones de sus responsables, y este es el mensaje que te llega: miren ustedes, tenemos un presupuesto equis, no muy abultado, y con él tenemos que pagar las nóminas, que sí son muy abultadas. Y con lo que sobre, haremos la televisión que podamos. Una televisión, pues, posibilista.
Digo que se les escapa porque no lo dicen claramente. Suelen matizar que van a sacar todo el partido a la plantilla, que los trabajadores son muy válidos, pero parece que no terminan de creérselo. Lo que se lee entre líneas, que casi siempre es más importante de lo que se dice, es bien distinto: después del ERE, después de la Corporación, después de la televisión sin publicidad, tenemos unos gastos fijos, que incluyen a los trabajadores. Nuestro margen de maniobra está en el resto, en lo que sobre.
A quienes llevamos la televisión en las venas, como es mi caso, nos duele pasearnos en los últimos tiempos por Prado del Rey, no digamos ya por el centro de producción de Sant Cugat del Vallés. Lejos de ser las factorías televisivas que algún día fueron, esos lugares emblemáticos languidecen de rutina y conformismo. No son fábrica de sueños. No hay bullicio. Y lo peor, y esto es muy subjetivo, no flota la ilusión en el ambiente. Apenas quedan magos para un oficio mágico.
NUEVAS TECNOLOGÍAS
ANTONIO SEMPERE
La gala de entrega de las medallas del Círculo de Escritores Cinematográficos constituye una de esas citas entrañables que gustan a la profesión. Todavía no ha sido engullida por las televisiones, por el glamour, por los rituales aparentes. Y en su modestia, logra que los invitados se sientan como en casa, que reine un ambiente de verdadera camaradería.
Como era de esperar, ‘Celda 211’ se llevó la mejor parte del palmarés, aunque ‘El secreto de sus ojos’ también logró cuatro premios importantes, corroborando lo mucho que había gustado a los críticos la película de Juan José Campanella. Cuando llegó el momento de dar del galardón al mejor actor, y ante la ausencia de Luis Tosar, el director Daniel Monzón optó por llamarle por teléfono para comunicarle la buena nueva. Y las palabras que salieron de la garganta de Tosar pasaron a través del sistema de megafonía de la sala sin que se acoplara ningún sonido, como si la intervención hubiese sido profusamente ensayada, provocando uno de los mejores momentos de la noche. El otro, claro está, fue el de la incombustible Concha Velasco, premio honorífico, bailando un chachachá sobre el escenario.
Aunque lo mejor fue ver una película como ‘An education’ con la calidad de proyección de una sala como la del cine Palafox. Cuando un empresario privado mima tanto la imagen y el sonido, sólo cabe felicitarnos. En estos tiempos de ‘Avatar’, ver una película como la de Lone Sherfig en una sala gigante, y en versión original, fue poco menos que una experiencia religiosa. Un ritual en peligro de extinción. Hablan de la vuelta al cine como espectáculo de feria. No hacen falta efectos especiales. Un ‘An education’ proyectado en condiciones puede ser un todo un espectáculo.
SIN
ANTONIO SEMPERE
Si no me fallan las cuentas, desde el inicio de su andadura en 1991 ‘Días de cine’ lleva recorridas diecinueve temporadas en las que ha habido un poco de todo. Programa con presentador, programa con presentadora y programa sin presentador ni presentadora, que es el que ahora nos ocupa.
No se trata de nada personal, pero hay que dar fe de que, tal y como se emite en la actualidad, el programa gana enteros. Las transiciones son abundantes. En lugar de un busto parlante que realice las entradillas se colocan cortinillas, una sintonía rabiosamente saltarina, y además se emplea un recurso no por socorrido menos atinado: la utilización de fragmentos de películas clásicas.
La última entrega comenzó con una cita de Hitchcock y una secuencia de ‘Con la muerte en los talones’, que dieron paso a sesenta minutos realmente frenéticos. En cada uno de los programas actuales, dirigidos por Gerardo Sánchez, se ofrece tanta información que llega a saturar. Por eso el espacio más redondo, tal vez, fue el fundacional. El que pergeñaron César Abeytua y Daniel Monzón, junto a Santi Tabernero. La peor etapa puede que fuese la presentada por Aitana Sánchez-Gijón y la más conocida, cómo no, la de Antonio Gasset.
Lo que no cambió nunca fue la capacidad del programa para desvelar al espectador las tramas y a veces hasta los desenlaces de las películas, reventándolas. El reportaje de Juan Carlos Rivas sobre ‘Un hombre soltero’ contó todo, con matices y hasta en orden cronológico. El consejo es más que claro: antes de ver una película que nos interesa no conviene ni ver ‘Días de cine’ ni leer ciertas críticas. Otra cosa distinta es que nuestra malsana curiosidad lo permita.
LA RISA DE DANIEL
ANTONIO SEMPERE
Me gusta la risa de Daniel Monzón. Cómo no me va a gustar que alguien cuente con la risa como su seña de identidad. Y es que la risa de Daniel es ruidosa, acompasado, muy pero que muy audible. Al principio del principio pensaba que se trataba de una risa nerviosa, una de esas estrategias con las que la psique se defiende a modo de escudo protector, para tapar timideces varias. Pero no. A medida que le fui conociendo en su otra vida, cuando era segundo del programa fundacional ‘Días de cine’, comprobé que Monzón era una persona abierta, muy segura de sí, que llevaba dentro un comunicador nato. Que fue matando la timidez, que puede que algún día morase en él, a gran velocidad.
Porque fue muy precoz Daniel Monzón, que participó en ese primer ‘Días de cine’ dirigido por César Abeytua como crítico, junto a José Luis Guarner. Ejercían de críticos a la antigua, dando la cara en pantalla durante un minuto y medio, comentando la película de la semana. Si en el futuro quisiésemos encontrar vestigios de la crítica cinematográfica en la moviola televisiva, apenas encontraríamos más imágenes que las de Guarner y Monzón sentando cátedra.
Pero el crítico pasó al otro lado. Se puso a dirigir, y tras ‘El corazón del guerrero’, ‘El robo más grande jamás contado’ y ‘La caja Kovak’, ha sido canonizado con ‘Celda 211’, la película del año. Ahora Daniel Monzón vive su semana grande. Va de aquí para allá, recogiendo premios, participando en mesas redondas y cuadradas, siendo requerido en todos los saraos. A los que él acude encantado, luciendo esa risa amable y contagiosa, que pudimos escuchar muy nítidamente durante el coloquio de ‘Versión española’, especial nominados.
NOCHE DE FIESTA
ANTONIO SEMPERE
Ya llegará junio con su Mundial para que sólo se hable de fútbol. Hoy es el día del cine, de nuestro cine, y por encima de dimes y diretes, de polémicas o rencillas, es noche de fiesta. La de este año ha sido una cosecha excepcional. No sólo por la calidad y variedad de las propuestas. También por una mera cuestión de calendario. Pensemos que han optado a premios las películas estrenadas durante trece meses, y no doce.
Tantas han sido las buenas películas vistas en este periodo, que más allá de las seleccionadas para lograr sus correspondientes Goyas, que están muy bien, y son muy defendibles, hay otras cuantas buenísimas en la recámara: 'Mal día para pescar', 'La mujer sin piano', 'Petit indi', 'Los condenados', 'Liverpool'. Son títulos que gracias a ese invento mágico que es la televisión podrán ser vistas, en una sola noche, por un número inimaginable de espectadores. Un número impensable en los cines. Pensemos en Vicente Aranda, 83 años, un maestro, a cuya llamada para ver 'Luna caliente' apenas han acudido ocho mil espectadores en toda España. Desproporcionadas, como siempre, las cifras cuando comparamos las del cine y las del cine por televisión.
Dicho sea en una semana, recordemos, en la que el pase televisivo de ‘Camino’ logró 3.500.000 de espectadores cuando ‘Celda 211’, todo un exitazo de público, ha sido vista en las salas por 1.800.000.
Lo mejor, con todo, es pensar en lo que viene. Difícil se lo ha puesto 2009, pero ahí estarán algunos títulos animando. 'El mal ajeno', de Óskar Santos; 'Amador', de Fernando León; 'También la lluvia', de Iciar Bollain. Y 'Todas las canciones hablan de mí', de Jonás Trueba. Los Goya 2011. Y si no, al tiempo.
LA RUBIA
ANTONIO SEMPERE
Cinco días aguantó Luján Argüelles en las tardes de Cuatro. Cinco tardes aguantaron Eugeni Alemany y Edu Soto acompañándola y haciendo de las suyas. ¿Y ahora qué? Siempre me he preguntado cómo es el día después del cierre de un programa de televisión. Si los operarios desmontan el decorado con la misma rapidez que, el día después de Reyes, los empleados del 'cortinglés' convierten la Navidad en Rebajas.
También me pregunto si los presentadores, y los miembros visibles del equipo, tan seguros de sí mismos mientras están a tiro de cámara, se derrumban cuando nadie les ve, y echan la lagrimita en un rincón, ante la rabia y la impotencia de la situación. Ellos o sus madres, cuando se enteran de la mala noticia.
'Lo que diga la rubia' nos sirve como caso bastante paradigmático acerca de lo que ocurre en nuestros días; el culmen de la televisión efímera. Esa que tarda mucho más en arrancar que en quemarse. Un mes llevaban los del equipo calentando motores, ajustando los detalles, y sólo una semana ha bastado para que queden apeados de la carrera.
De este modo, cualquier atisbo de televisión imaginativa, diferente, osada, parece estar condenada al fracaso. Nos alegramos mucho el día en que vimos a Mario Vaquerizo en el plató, a modo de tertuliano residente. Pero no nos dio tiempo a disfrutarlo. Ni a aburrirnos de él y de sus estrafalarios compañeros. En las teles de hoy en día sólo manda lo seguro y lo rentable. El 'Gran Hermano', por los siglos de los siglos. Lo endogámico. Así es que puede volver 'Fama', y aquí no ha pasado nada.
Qué época aquella cuando había programas.
LA NOCHE DE TONI GARRIDO
ANTONIO SEMPERE
Fue la gala de Andreu Buenafuente, pero también fue la noche de Toni Garrido. Durante veintitrés años, que se dice pronto, Televisión Española había obviado la figura del comentarista. Como si no tuviese importancia. Tan preciso fue Garrido, que por momentos daba la impresión de que ese directo que nos habían prometido no podía ser. Que aquello era postproducción. Que sus atinados comentarios estaban realizados a posteriori.
No olvidaré nunca cuando estando en Valencia el pasado otoño en un curso de la UIMP en donde homenajeábamos la película ‘Los crímenes de Óxford’, y aludiendo a la música, Álex de la Iglesia afirmó que la banda sonora es lo más parecido a un amigo que te va susurrando al oído la película. Un amigo que te acompaña, sin que te des cuenta. Un amigo que está ahí aunque no lo veas.
Toni Garrido fue ese amigo invisible que nos susurró al oído lo que estaba pasando en el palacio de Congresos. Que puso orden y concierto en lo que ocurría entre premio y premio, resumiendo cantidad ingente de documentación en tres frases certeras. Igualito que algunos de los que están en Vancouver, a los que hoy no voy a citar porque estamos comentando la noche del cine, y no las madrugadas blancas.
Fue la mejor ceremonia de las celebradas hasta la fecha. El de Álex, el mejor discurso. La canción de Fernando Velázquez, interpretada por Secun de la Rosa y Javier Godino, el momento más feliz. El falso tráiler de ‘Movida en la 211’, lo más divertido. Y los comentarios de Toni Garrido, lo más atinado. A quien se le encendiera la bombilla de contar con él, enhorabuena.
EL ARTE DE ARROPAR
ANTONIO SEMPERE
El modo en que TVE ha arropado la ceremonia de los Premios Goya merecería más de un comentario laudatorio. No es éste el primer año que los apoyan de un modo incondicional. Pero la estrategia de comunicación en esta 24 edición ha sido modélica. La televisión pública decidió calentar motores mucho antes de que finalizase el año.
Ya en 2010, a medida que se iba acercando el día, se intensificaron las noticias, promos y alusiones en cualquiera de sus programas, de ‘Corazón de invierno’ a ‘Las mañanas de la 1’, pasando por los informativos. Hasta que llegó el 14 de febrero. La escaleta de los Telediarios fue condicionada a la gala. Además de abrir y cerrar las ediciones, tanto las conexiones con Jara Abella como las piezas editadas se ubicaron con astucia a lo largo del minutado. Más el reportaje de Alicia G. Montano. Más la entrega incondicional de todo el ‘España directo’.
El día después tampoco se escatimaron minutos. En otras ocasiones habría bastado con felicitarse por haber batido un récord de audiencia. En ésta la cosa pasó a mayores. Recepción en Moncloa. Llamada personal de la Reina a Antonio Mercero. Y de nuevo, sus ecos, más allá de las noticias. Con algunas piezas tan logradas como la de Carlos del Amor editando junto a Daniel Monzón.
Parece obvio que este apoyo incondicional debiera ser así. Pero no. Pensemos un momento en los Premios Max, que también transmite La 2. Los últimos, desde el Teatro Cuyás de Las Palmas. Nadie, desde TVE, se acordó de ellos por encima de una alusión pasajera. Pero no nos vamos a quejar. Hoy toca celebrar que, esta vez sí, las cosas se han hecho muy bien.
UN TESORO
ANTONIO SEMPERE
Hoy por hoy, TVE cuenta con un verdadero tesoro en todos esos minutos que tiene destinados a las promociones. Qué digo minutos; podríamos medirlos en segundos sin que perdiesen un ápice de su valor. El nuevo modelo de televisión pública sin publicidad se ha implantado tan rápido que no ha habido tiempo material para planificar como corresponde a qué va destinado ese espacio que debe haber en las transiciones entre un programa y el siguiente.
Al principio del principio, en la primera quincena del año, parece que no había otra cosa que ‘La señora’ y, como en un bucle, todos los caminos de las autopromociones conducían hasta un Roberto Enríquez compungido y una Adriana Ugarte preocupada. Eso sin contar a una Rosario Flores que desconcertaba a los no avisados. ¿No habíamos quedado en que no había publicidad? ¿Por qué aparece entonces Rosario vendiendo su álbum de Cuéntame?
En su primera comparecencia pública aludiendo a este tema, acaecida en el programa de la Defensora del Espectador, el director de TVE, Santiago González anunció que en la cadena pública están estudiando en estos momentos la creación de algunos segmentos cortos para cubrir esos espacios de dos o tres minutos. No definió bien en qué van a consistir. Dio la impresión de que todavía no estaban claros.
Debieran pensarme muy y mucho a qué dedican estos minutos y segundos. Siendo conscientes de su trascendencia. Cualquier promoción, microespacio institucional o de servicio público que se inserte entre una Telediario y la información meteorológica tiene asegurados, de entrada, entre tres y cuatro millones de espectadores. Una audiencia potencial por la que pelearían con ganas los creativos de cualquiera parte. Aquí está servida en bandeja. Y hay que saber administrarla.
DEPREDADORES
ANTONIO SEMPERE
En la televisión pública homenajean a Félix Rodríguez de la Fuente reponiendo cada tarde ‘El hombre y la tierra’. En ‘El programa de Ana Rosa’ parodian, con total impunidad, esta serie dedicada a la fauna ibérica, montando en paralelo las imágenes de las aves carroñeras y los felinos depredadores con las de los concursantes de ‘Gran Hermano: el reencuentro’. Con la banda sonora inmortal que creó Antón García Abril hace treinta años.
No es un gag aislado. Es sólo la apostilla a una larga sesión de terapia en torno a los personajes que moran en la casa. Los contertulios, tertulianos o como quiera que se llaman gritan, imponen su voz, a imagen y semejanza de lo que hacen las protagonistas de los vídeos que se insertan para ilustrar tan avivado debate.
Parece como si todo lo demás, la entrevista de Ana Rosa a un político a primera hora –el día al que aludo, Artus Más, de CiU-, los comentarios a las noticias, hasta la sección gastronómico, no sea más que un mero adorno para llegar a lo principal. A la esencia del programa, y a la sazón, la esencia de la cadena que les acoge. Los dimes y diretes de toda esa gente encerrada, el espíritu depredador capaz de alimentar, y de qué manera, horas y horas de televisión que se retroalimenta a sí misma, y que puede seguir haciéndolo, si no por los siglos de los siglos, que no lo sabemos, sí por las décadas de las décadas, y ya vamos por la segunda.
Corremos el riesgo, cuando aludimos a la televisión con artículo determinado, a definirla como si fuese la única. Claro que están los depredadores. Y les va muy bien. Pero hay otros mundos. Afortunadamente.
EN GRAN VÍA
ANTONIO SEMPERE
En la Gran Vía madrileña todo es posible. Cómo no va a serlo en una arteria que nunca descansa, un lugar que bulle las veinticuatro horas del día. Me gustó especialmente el final. El encadenado de una jornada con la siguiente. El tránsito desde las altas horas de la madrugada hasta el amanecer y vuelta a empezar.
De los que salían del teatro a los que se iban a bailar. De los que cerraban los comercios a los que iban de botellón, que prácticamente se cruzaban con los camioneros que se dirigían, con sus maletas, hacia el parking donde les esperaban sus vehículos. Y enseguida, con las primeras luces, los puntos de reparto de la prensa gratuita, al pie de los correspondientes paraguas con el logotipo de cada uno de los diarios. Y la gente, destemplada por el frío de la mañana de invierno, cogiendo el bus. O desayunando un café con leche con la mirada perdida a través de las cristaleras de las cafeterías.
Todo es posible en Gran Vía. Hasta hubo una secuencia que nos recordó a ‘La cabina’ de Antonio Mercero. La persiana metálica de una cafetería de Callao había caído desplomada. Camareros y clientes habían quedado atrapados en el interior. Ante la llegada de la sirena de los bomberos, numerosos viandantes se arremolinaron alrededor. Contemplando el espectáculo. A diferencia de 1972, cuando todavía estaban por llegar al mercado las videocámaras, grabándolo para la posteridad.
Una hora al ritmo que van los de ‘Comando actualidad’ da para mucho. Cabe todo. Desde el camerino de Manuel Bandera hasta el ático de Javier Bellot. En el epílogo vimos a tres caniches, paseados por su dueño, que se cruzaban con otro can. Una curioso plano entre otros mil posibles.
MORALEJAS
ANTONIO SEMPERE
Como muchos de ustedes sabrán, el miércoles hubo paros parciales en TVE, lo que obligó a suspender varios de esos programas que se emiten en directo. Por ejemplo, ‘Gente’. En su lugar se emitieron dos entregas de ‘Repor’, concretamente ‘Animales de usar y tirar’ y ‘Aislados’. A modo de relleno. Sin avisar ni promocionar.
Pues bien, sucede que los sacrosantos datos de las audiencias arrojaron unas cifras, con 2.519.000 espectadores en el caso del segundo reportaje, incluso superiores a las que marca ‘Gente’ en sus entregas habituales. Lo que nos plantea algún que otro interrogante. No hace muchos días planteaba en esta misma columna a qué obedece el hecho de que un espacio como ‘Comando actualidad’ se emita con todos los honores del ‘prime time’ mientras que ‘Repor’ lo tiene que hacer, de un modo sistemático pasada la medianoche, cuando no en plena madrugada.
En aquella ocasión fui malpensado, y expuse que no encontraba otra explicación para el ostracismo que la del lugar de procedencia de ambos productos. Mientras ‘Comando actualidad’ se fabrica en Madrid, ‘Repor’ lo hace en Sant Cugat del Vallés. Nos quedaba la duda sobre lo que ocurriría en el caso de que se emitiese en un horario normalizado. La incógnita quedó resuelta, por casualidad, el pasado miércoles. Cuando la audiencia no sólo no cayó, sino que experimentó un incremento. Si no se emite ‘Gente’, no pasa nada. Si un programa como ‘Repor’ se programa bien, tampoco se hunde La Primera.
No son malas moralejas. Solamente por extraer esta lección damos por bien empleados estos paros parciales. En el mismo sentido cabría reseñar el caso de ‘50 años de’, también fabricado en Barcelona, que rompe audiencias sin apenas promoción.
LO QUE CUESTA ARRANCAR
ANTONIO SEMPERE
Cuánto le cuesta arrancar cada año al cine español. Sucede siempre. No es novedad. Y sin embargo, causa cierta inquietud. Contrasta, sin duda, el buen sabor de boca dejado por la gran fiesta de los Goya con la cruda realidad que nos presentan las taquillas, esto es, con la indiferencia supina que generan los estrenos nacionales que llegan cada viernes a nuestras pantallas.
Son películas que nada tienen que ver entre sí. Películas de muy diversa procedencia que, sin embargo, no terminan de conectar con el público. Sucedió con el primer estreno del año, ‘El cónsul de Sodoma’. Aunque a ‘Luna caliente’ le fue todavía peor. Menos de ocho mil espectadores se sintieron atraídos durante su primer fin de semana a ver lo último de Vicente Aranda.
Más incomprensible todavía resulta lo ocurrido a ‘Nacidas para sufrir’, una comedia negra bastante redonda de Miguel Albaladejo que sólo vieron, en su primer fin de semana, veinte mil espectadores, sentenciando su futuro en las pantallas. Ello a pesar de su promoción a su paso por el Festival de Berlín.
Mucho nos tememos que las cosas seguirán igual en las próximas semanas. No hemos visto colas a las puertas de los cines que exhiben ‘Amores locos’, de Beda Docampo. Tampoco las esperamos en ‘El corredor nocturno’, de Gerardo Herrero, que llega el 5 de marzo. Habrá que esperar al 12 de marzo para ver cómo reacciona el público adulto con la opera prima de Emilio Aragón, ‘Pájaros de papel’, y sobre todo, ‘El mal ajeno’, de Óskar Santos, esta sí, con vocación de arrasar. Después llegarán, a salvar la situación, las comedias. ‘Tensión sexual no resuelta’, de Lamata, y ‘Que se mueran los feos’, de García Velilla. Mientras, a esperar. Como cada año.
TESIS
ANTONIO SEMPERE
Me he liado la manta a la cabeza y ando escribiendo la tesis sobre el estado de la crítica televisiva en nuestro país. En principio lo veo tan fácil como aquel escultor al que, cuando preguntaban cómo procedía la creación de su obra, explicaba con seguridad que en el bloque de ya estaba la estatua, que sólo se trataba de vaciar lo sobrante.
A mí también me da la impresión de que el trabajo se va haciendo solo. Que está ahí, en los periódicos de cada día. Que lo único que debo hacer es detectar lo valioso y desechar lo sobrante. Que lo único que hay que hacer es ordenar los textos, donde los haya, y saber echarlos de menos donde no los hay, articulando un discurso a propósito de unos y otros. Tan importante es analizar lo que hay como, en este caso, denunciar las omisiones.
Porque a la hora de chequear el estado de la crítica televisiva tan válido es peinar, inventariar y analizar los rasgos de estilo de cada uno de los firmantes que se ocupan de ella como detectar en qué medios ni siquiera se molestan en dedicar un espacio a esta cuestión. En algunos, y eso es lo curioso, porque es en la propia información donde va implícita la opinión, el posicionamiento y la toma de postura. Cuando eso no debería ocurrir nunca.
En cualquier caso, me parece hermosa esa idea de que una tesis de investigación tiene mucho que ver con la obra artística. Avanzar en ella como se avanza en el acto creativo. Acaso como en la poesía. Diciendo con otras palabras. O viendo lo que otros no ven, como el escultor ante el bloque. Otra cosa es que el tribunal lo bendiga.
LA RÓTULA
ANTONIO SEMPERE
No puedo ver los descensos de las pruebas de esquí. Ni en diferido. Bueno, a modo de reto, como ese tipo de pruebas de afrontamiento a que te someten los psicólogos, el fin de semana lo intenté. Pero nunca en directo, y sólo habiendo visto previamente las noticias y sabiendo de buena tinta que no ha habido percances, que los corredores han llegado a la meta sanos y salvos.
Porque es demasiado duro para alguien que valora cada uno de sus ligamentos, cada una de sus articulaciones; es demasiado kamikaze para alguien que no es capaz de ni hacerse la cama sin ponerse de rodillas, con el fin de no sufrir ningún tirón; es en suma demasiado fuerte para quienes caminamos con todas las precauciones del mundo, comprobar cómo hay gente con tan poco aprecio a sus rótulas.
María José Rienda es una de ellas. Es incomprensible que a sus 34 años, que ya no es ninguna cría, y después de haber pasado por varios procesos de rehabilitación, que algo que le habrán enseñado sobre lo frágil que puede llegar a ser nuestro cuerpo, vuelva a intentarlo como si nada. Y emprenda esos descensos en los que lo verdaderamente milagroso, por pura ley de probabilidad, es recorrer todos los metros del trayecto siguiendo con todos los huesos en su sitio.
Son cosas que se hacen, imagino, por eso de las medallas, de conseguir la gloria. Conmigo que no cuenten. Ni para ser testigo. Bastantes tropiezos tiene el camino, suficiente superficie deslizante, y tantísimas zancadillas que debemos sortear como para, encima, permitirnos el lujo, gratis total, de arriesgarnos a descuajaringarnos por ser recibir un aplauso. O por descargar adrenalina. Hay otras vías. Las rótulas, tan complejas, siempre merecieron más respeto.
MAL RATO
ANTONIO SEMPERE
Para los dos millones largos de espectadores que seguíamos el juego de Eurovisión a las once y media de la noche fueron unos instantes incómodos. Le tocaba actuar a John Cobra, y por los precedentes, se sabía que podía haber cierta tensión. Puesto que las imágenes han corrido por Internet a la velocidad de la luz, a estas alturas no hará falta recordar lo que ocurrió.
Sí, en todo caso, las reacciones de la presentadora y los miembros del jurado, situados a pocos metros del personaje. El más contundente, y a la par más eficaz en su diagnóstico, fue José María Íñigo, que con el poso que le da el tiempo, la experiencia acumulada y la autoridad moral que es capaz de transmitir, pronunció una verdad como un templo: era el personaje el que se había retratatado y autoexcluído.
Segundos antes, una templada Pilar Tabares, trató de explicar al candidato que, sin tener nada en contra del rap como género, el tema elegido no le parecía en absoluto adecuado para concurrir a un festival como el de Eurovisión.
Mención especial merece la presentadora Anne Igartiburu, rápida de reflejos ante semejante situación. Claro que el candidato protagonizó unos instantes impropios en una televisión pública. Lo que no debiera ser usado como argumento para atacarla. A fin de cuentas, todo era un juego. Y todos contribuyeron al mismo. Desde el director de la velada, Santi Tabernero, hasta el justo ganador, Diges, que puede caer muy bien en Oslo.
UN ASUNTO QUE COLEA
ANTONIO SEMPERE
Como era de esperar, el asunto John Cobra ha coleado en los medios. Y el día después no faltó de nada. Reacciones de los sabios y los que ejercen como tales. De los doctores que tienen las tribunas mediáticas. Algo de lo que nos alegramos, al menos, por la parte que nos toca: asuntos televisivos dieron que hablar tanto como el fútbol y el pensionazo.
Mucho se ha hablado de las consecuencias de democratizar las decisiones. Del peligro que entraña dar la voz al pueblo por medio de los mensajes anónimos. Pero muy poco se ha comentado, en muy humilde opinión, de la responsabilidad de los medios, de los directivos, de los editores y de los consejos de administración, de quienes tienen la sartén por el mango, en suma, para erradicar los desatinos.
Hablando claro: no sé hasta qué punto ciertos responsables de cadenas o de formatos, en su fuero interno, desearían contar con un personaje como John Cobra en sus filas. No sé, hasta qué punto, y en su fuero interno, obrando según la lógica comercial, ciertos responsables de ciertas cadenas y ciertos programas sintieron cierta envidia ante el espectáculo visto el lunes por la noche en la primera cadena pública. Y mientras la directora de programas de entretenimiento de TVE, Eva Cebrián, se llevaba el disgusto de su vida (no olvidemos que por un asunto así mal reconducido pueden rodar cabezas de directivos en una Corporación como la que preside Oliart) en las mentes de según qué empresarios privados se encendían bombillas alumbrando ideas.
Esta, a mi parecer, es la almendra del asunto, y no la discusión sobre el peligro de dejar o no en manos de la gente asuntos como a quién mandamos a Oslo.
LA CONCOSTRINA
ANTONIO SEMPERE
Cómo es la Concostrina. Me refiero a Nieves Concostrina. La única. La genuina. Hace poco saltó a la palestra porque ganó el premio de Periodismo Rey de España por una pieza sobre el Quijote que realizó para Radio 5 Todo Noticias, pero para mí que esta mujer merece más predicamento del que recibe. Porque es verdaderamente tremenda.
En la sección ‘El Acabóse’ de ‘No es un día cualquiera’, por ejemplo, nos brinda diez minutos de divertimento partiendo de un tema tan aparentemente árido como las defunciones y enterramientos de la gente famosa y no tan famosa a través de los siglos. Y lo hace con una gracia y un desparpajo realmente envidiables. Hay personas a las que no imaginas dedicándose a otra cosa a la que se dedican. Y ese es el caso de la comunicadora que nos ocupa. Que, por esos azares del destino, podría estar en un instituto dando clases de Literatura, y entonces sería la reina de la sala de profesores, y no faltarían contertulios en torno a su café, pero en ese caso los únicos beneficiados de su bonhomía serían sus compañeros, y no todos los oyentes anónimos que, de este modo, por la gracia de las ondas, podemos ser cómplices de su alegría.
Me basta recordar la participación de la Concostrina en la tertulia sobre el consuelo para esbozar una sonrisa. El que no se consuela es porque no quiere, terció al final de la charla a modo de balance. Y lo que en otro hubiese sido frase hecha, en ella cobraba todo el sentido.
La Concostrina es madrileña. Y muy lejos de los tópicos, eso imprime carácter. Su deje, su tono y sus maneras la delatan. Es un gusto escucharla más chula que un ocho.
PORTUGAL COMO METÁFORA
ANTONIO SEMPERE
Echo de menos Portugal. Echo de menos una alusión a los territorios portugueses cuando los hombres y las mujeres del tiempo, en sus larguísimas y pormenorizadas alocuciones acerca del pronóstico meteorológico, omiten informaciones referidas al país vecino.
Portugal no está en los mapas del tiempo. Y claro que sé que Portugal no forma parte de España. Hasta ahí llego. Pero me llama la atención poderosamente como se hace invisible incluso cuando se habla de tremendas borrascas que, procedentes de las Canarias, ascienden por el Atlántico hasta llegar a Galicia como si en medio no hubiese nada.
Pero me alarmo. Porque deduzco que entre el golfo de Cádiz, donde los mapas pintan muy mal, y las tierras de Lugo y Orense, donde las predicciones no pueden ser más alarmistas, existe una tierra vecina, con unas capitales, unas gentes, unos niños y unas escuelas, unos marineros con su flota, unos trenes con su red viaria, que sí, que vale, que no son España, pero como mínimo, y eso no me lo negará nadie, forman parte de una península que es la ibérica.
Vale que por arte de magia, o de las nuevas tecnologías, Portugal sea borrado del mapa. Pero que por esa misma inercia, quienes tienen que contar hacia dónde van las borrascas y los anticiclones y las borrascas hagan lo propio, dice mucho sobre el estado de las cosas.
Por supuesto que no estoy señalando a los meteorólogos. En ningún caso. Sólo trato de poner sobre la mesa a Portugal como metáfora. De lo lejano y lo cercano. De lo relativas que son las distancias. De lo relativo que es todo. De las paradojas a que nos someten los medios de comunicación cada día.
DESNUDOS
ANTONIO SEMPERE
Se siguen emitiendo cortometrajes completamente de un modo completamente fantasma, y uno ya no sabe a qué santo encomendarse para que sean tenidos en cuenta. Uno merodea por la página web del programa ‘Versión española’, por si las moscas, por si han tenido a bien colgar alguna información. Pero ni por esas.
El último en emitirse fue ‘Apuntes sobre el otro’, de Sergio Oksman, que es tanto como decir una de esas delicatesen destacadas como lo mejor del año para los críticos cahieristas. Casi más curioso resultó el caso del trabajo visto la semana anterior, ‘9’, dirigido por la actriz Candela Peña. Tenía la singularidad de que todos los actores que concurrían en el experimento lo hacían en bolas. Claro que muy mal síntoma hubiese sido emplear como reclamo este argumento.
El caso es que mientras en otros canales se emitía lo de siempre, pocos sospechaban que cambiando a La 2 se podían ver, tal como vinieron al mundo, a las excelsas Laia Marull y Pilar Castro, a Secun de la Rosa y a Fran Boira, hasta a un espectacular Aitor Merino.
Esto es sólo la anécdota. Lo que queremos decir es que da la impresión de que La 2 sobrevive con un halo de extraño clandestinaje. No quiero pensar en los comentarios a los que habría dado lugar el pase de unas imágenes como esas en otro canal.
Por un lado, está muy bien ese status de marginalidad, la libertad que provoca el poder hacer lo que uno estime conveniente. Pero por otro lado es preocupante el poco eco que puede llegar a despertar. Dicen que lo que no sale por la tele no existe. Lo que sale por La 2 tampoco parece existir. Aunque sean nueve actores en bolas.
COLUMNAS PUBLICADAS EN ENERO DE 2010
STRAUSS
ANTONIO SEMPERE
Los Strauss no tienen la culpa. Ni el padre ni el hijo. Pero no puedo con ellos. Me los han matado. La cosa tiene su explicación psicológica. De libro. Tanto se asocian las notas de sus dichosos valses y de sus dichosas polkas a unas horas del año, a unas sensaciones, a unos olores y hasta unos colores, que ante sus notas, el cuerpo y el alma no pueden menos que rechazarlos, o ponerse en estado de alerta. Es cuestión de causa-efecto. Y de estímulo-respuesta.
Menos mal que no les dio por otros. Menos mal que a los burgueses de Viena no les dio por Haendel, Mozart, o Bach. No quiero pensar qué habría sido de mí en caso de que los encargados de elegir la banda sonora de estos rituales se hubiesen decantado por ellos.
Porque entre ustedes y yo, de los Strauss padre e hijo se puede prescindir en la vida. Y no pasa nada. Pero dudo mucho de que sea posible vivir en plenitud si por la ley del reflejo condicionado, como veíamos en la película ‘La naranja mecánica’, nos diese rampa enfrentarnos a las notas de Bach. A las de Stephen Sondheim, o a las que cada cual tenga en su altar.
Hay otros casos de devaluación musical. De piezas a las que se manosea sin límite. A las que se asocia para siempre con una película o con varias películas, cuando no con determinados anuncios publicitarios. El ‘Nessum dorma’ ya no es lo que era. Ni Eric Satie. Nunca llegarán a ser lo que fueron antes de que los escuchásemos de un modo virginal. Pero aún sobreviven. A su manera. Los que no tienen remedio son los Strauss. A esos los han matado para siempre.
EN BLANCO
ANTONIO SEMPERE
A veces, las reporteras de ‘España directo’ no saben qué decir. Pero tienen que estar ahí, y seguir la corriente. Es su obligación. El jueves, una que se encontraba en una de esas carreteras nevadas de la mitad norte, además de congelada, quedó prácticamente muda. Y por más que Mercedes Torre trataba de darle paso, no era capaz de pronunciar ni siquiera un par de frases inteligibles.
No me lo invento. Ahora ocurre con estas columnas como con esos tertulianos deportivos en los tiempos en los que se inventó la moviola. Es posible regresar a las imágenes, las veces que se quiera, que siguen colgadas en la red, y ver hasta qué punto de bloqueo llegó la reportera.
Poco tenía que comentar, la verdad sea dicha, aparte de constatar que hacía un frío que pelaba. Pero se podía haber asesorado un poco con los colores de las alertas. Que si era naranja, que si era amarilla. Que no, que era naranja-amarilla.
José Mota, en su programa de fin de año, ya parodió este tipo de intervenciones, que sin duda tienen su lado cómico. Sin embargo, cuando los espectadores nos enfrentamos a la situación real, cuando comprobamos cómo la señorita que lleva el micrófono no tiene la suficiente destreza como para articular una frase que tenga sentido, lo pasamos mal. Tan mal como, desde el estudio, las presentadoras que se ven obligadas a seguir el guión y a apuntalar como pueden conexiones imposibles. Sin sonreír siquiera.
No pronunciaremos su nombre, que está feo señalar. Sólo constatamos nuestra perplejidad al comprobar cómo fue posible que alguien con tan escasos recursos le fuese asignado ese cometido. Son cosas que pasan, claro está. Y que ayudan, por contraste, a valorar quién lo hace realmente bien.
LAS NOMINACIONES DE CHINARRO
ANTONIO SEMPERE
Cuando Álex de la Iglesia matizaba que a pesar de que este año los académicos, por vez primera, habían podido votar on line, el actor Fernando Chinarro lo había seguido haciendo por el procedimiento tradicional, porque no se aclara con la informática, el presidente de la Academia de Cine estaba haciendo un gag. Uno de los muchos exhibidos durante la lectura de las 28 nominaciones realizada en la sede la calle Zurbano, y que gracias a un anfitrión como él pudo haberse convertido en un buen programa de televisión.
Y es que De la Iglesia sabe mucho del sentido del espectáculo, del entertainment. Cómo no va a saber, si se dedica a eso, pensarán algunos. Pues otros que se dedican a esto son incapaces de generar una sonrisa y plantean sus comparecencias ante la prensa como si fueran las de un ministerio de Economía.
La lectura de nominaciones fue emitida en directo por dos canales de televisión, 24 Horas y CNN+. Pero no hubo un espacio televisivo propiamente dicho. No hubo set entrevistas. No hubo presentadores. No apuestas sobre lo que iba a ocurrir. Ni reacciones de los presentes, y consulta directa a los periodistas especializados para que se pronunciasen al respecto. Sólo una conexión por parte de dos canales informativos.
Aun así, estos escasos minutos revelaron, rápidamente, cómo el sentido del humor de Álex de la Iglesia podría ser una mina para la televisión. O la constatación de que existan tantísimas personas incapaces de una nota sencilla. Que Paz Vega se dedique a la interpretación no es una paradoja. Este mundo es así. Las nominaciones se leyeron por primera vez en sábado, en 24 años, por el olfato de Álex, sabedor de que los domingos se venden más periódicos.
LA TERCERA VÍA
ANTONIO SEMPERE
Juan Pedro Valentín, que puso en pie ‘La noche en 24’, con Vicente Vallés al frente, va a hacer lo propio en CNN+, impulsando en el ‘prime time’, ahora que es director de la cadena, un espacio de reflexión y análisis comandado por Iñaki Gabilondo. Será en febrero, al mismo tiempo que Ana García Siñeriz conduce el contenedor matinal. De lo que se trata, a la postre, es de que los usuarios a los canales de información continua podamos mantenernos en ellos durante un largo tiempo.
Y es que los usuarios de las televisiones generalistas, que habíamos sido expulsados de muchas de ellas por la banalización de sus contenidos, por la avasalladora publicidad, por lo poco en serio que nos tomaban, nos encontrábamos con la paradoja de que debíamos refugiarnos en la radio para encontrar programas nobles que no atentaran a nuestra inteligencia.
Hemos tenido que esperar no pocos años la llegada de esta tercera vía, la de unos canales, que aun siendo temáticos, y aun teniendo un perfil marcadamente informativo, abriesen su espectro y acogiesen a los desesperados y a los decepcionados.
No se engañen los responsables del Canal 24 Horas y de CNN+. Si cuantitativamente las cifras que les arrojan los audímetros todavía son renuentes, cualitativamente no hay quién les gane. Se quedan con la audiencia caviar.
La competencia aguza el ingenio. El impulso que va a experimentar CNN+ obligará a 24 Horas a ponerse las pilas. Y los beneficiados vamos a ser los espectadores. La verdadera nueva noticia de 2010 puede estar ahí. Mientras otros se echan a perder, recuperamos dos nuevos canales, que pasan de ser meros emisores de boletines de usar y tirar, a contar con espacios de primera. Entre la mala tele y la buena radio, nace una tercera vía.
LA LISTA ESTIVAL
ANTONIO SEMPERE
Pues la verdad es que iban vestidos como en plena ola de calor mientras estábamos sumidos en plena ola de frío. Me refiero a los concursantes de ‘La lista’. Y a todo el público que llenaba la inmensa grada. Del primero al último. En cuanto salió Carlos Sobera a saludar descubrió el pastel. “Bienvenidos a la nueva etapa de este concurso que emite La Primera”.
Sólo que estábamos en La 2. Estábamos en esa hora, las nueve de la noche, en la que cupieron concursos diarios realizados para la ocasión con destino a dicha cadena, de ‘Lingo’ a ‘Quatro’ o ‘Enrédate’. Eran otros tiempos. Había dinero. Ahora impera el reciclaje. Y se recurre con total naturalidad a programas archivados. Que no entiendo muy bien qué pintan en ese contexto.
El día parece hacerse demasiado largo para los programadores de La 2, que echan mano de las entregas de ‘Esta es mi tierra’ y de los reportajes añejos de Gerardo Olivares, y que ahora también cuentan con la contribución del tótem Sobera, rescatado de otros tiempos. Mientras se emite el larguísimo Telediario de Pepa Bueno. Justo donde durante los dos últimos años se podía ver ‘Smalville’. ¿Es más lícito recuperar el concurso de marras que la serie norteamericana? Ni una cosa ni otra. Respondería que las nueve de la noche es una hora tan relevante como para no tener que recurrir a rellenos.
Podría hacerse tanto que no se hace. Podrían existir tantos proyectos que no existen… Pero seguramente, para eso hace falta más gente. Y más gente es más dinero. No nos quejemos más. La nueva imagen de la información meteorológica es excelente. Está claro que Mónica López se ha propuesto que nos diplomemos en la materia, y lleva camino de conseguirlo.
VOLVER, VOLVER
ANTONIO SEMPERE
Ya pueden imaginar cómo recibí que Lolita fuese, qué casualidad, la primera de las invitadas al nuevo programa ‘Volver con’. Me preguntarán qué me ha hecho esta mujer. Desde luego que nada. No es una cuestión personal. Sólo que me cuesta asimilar cómo es posible que en cualquier listado en el que haya que echar mano de una docena de famosos para elaborar un guiso televisivo, uno de los nombres sea el de la mayor de las Flores.
Insisto que no es nada personal. Sólo que la saturación abruma. Puede que sea una mezcla de envidia y perplejidad. Lo mismo da que se trate de un concurso tipo ‘Pasapalabra’, de un espacio llamémosle distendido del estilo ‘Pánico en el plató’, que de uno de perfil serio a la manera de ‘En noches como ésta’. No falla.
Mi asombro no proviene de la capacidad del personaje para ser ubicuo, sino del criterio de las productoras para contar con ella como un valor seguro. Lo mismo vale para un roto que para un descosido. Es capaz de acudir al plató de ‘Dónde está corazón’ a contar una historia tremenda de cáncer. Y casi al mismo tiempo, lo que son las cosas, comparece en la primera entrega del primer nuevo formato de la nueva etapa de la televisión pública. Es omnipresente. Eso nadie se lo puede discutir. Todo un animal televisivo. Consciente de que sólo lo que sale por la televisión existe, trata de estar ahí. Y a fe que lo consigue.
Y será por gente. Será por candidatos. Por personajes públicos. Por biografías y por gente con proyección. Por eso lo de esta mujer me parece tan insólito. A poco que se confeccione una lista ahí está ella, en las primeras posiciones. Mandando.
PARADOJA
ANTONIO SEMPERE
La paradoja está servida. Y algunos se lo preguntan incluso en voz alta. Si la televisión pública ya no tiene que captar anunciantes, a qué viene esa obsesión por las audiencias. Y sí se puede hablar de obsesión cuando no hay día en que no nos recuerden lo bien que le van las cosas. Ítem más. Si las televisiones privadas tienen que financiar, en cierta medida, a la televisión pública, puede resultar paradójico que sea ésta la que fanfarronee con sus datos de liderazgo, justo en unos momentos en los que sería necesario que los anunciantes confiasen en que su inversión en las cadenas privadas va a ser eficaz.
Dicho esto, hay que tratar de ponerse en el lugar del otro y comprender todas las posiciones. Hay quienes sostienen que a la televisión pública no le queda otra que dedicarse a dar calidad y a dejar de pensar en las audiencias. Pero, claro, todo esto es muy subjetivo. A estas alturas de la película, a qué llamamos televisión de servicio público. A estas alturas de la historia, cuando la pública cumple su año 54 y las privadas más veteranas el vigésimo, y las autonómicas más antiguas, otros veinte, a qué llamamos servicio público.
Y todo ello teniendo en cuenta que no corren tiempos para las alegrías, que debe primar la austeridad, esto es, el máximo rendimiento con la mínima inversión. A quienes se quejan de que la televisión pública debería dedicarse a lo suyo, esto es, la de limitarse al dichoso servicio público, no está de más recordarles cómo La 2, con y sin publicidad, continúa siendo la cadena menos vista. Si lo que desean es que La 1 también pierda su fuerza, mejor que lo digan claramente. Y se dejen de paradojas.
PREVISIONES
ANTONIO SEMPERE
Lo predecía Carlos del Amor en una pieza estupenda emitida el último día del pasado año. Él aseguraba que sabía con qué noticias abrirían las secciones de Cultura de muchos de los días de este año que empieza a no ser tan nuevo. Y nos contó que el 30 de octubre no habrá otro nombre que el de Miguel Hernández, que nació ese mismo día de 1910. Y que el 15 de junio no habrá otra película que ‘Psicosis’, cuando se cumplan los cincuenta años de la presentación del personaje de Norman Bates. El 5 de julio las miradas se centrarán en el inicio de ‘Rock and Río’. El 26 de septiembre, en la actuación del grupo U2 en nuestro país. Carlos del Amor llegó a aventurar que la película revelación del año será ‘Precious’, y la de culto, la versión de Tim Burton de ‘Alicia en el país de las maravillas’.
En el mundo de la información todo está pautado. Funcionan las agendas, las previsiones. Incluso los famosos ‘días de lo que sea’. Lejos de pasar de moda, no han pasado de moda, alimentan sumarios como si fuese la primera vez. Desde los más excéntricos, como ese día sin pantalones en el metro que tuvo lugar el lunes 11 de enero, hasta los más comprometidos.
Soporto bien estas convenciones del calendario. Sin duda, llevo mucho peor la manera en que determinados personajes saltan a primera página, con motivo del fallecimiento, como si no hubiese más noticia que ellos. El año 2009 fue movido en la sección de obituarios. Pero todavía quedan. Bastantes en la esfera política, la más sobredimensionada en estos casos. No quiero ni pensar en el eco mediático de las desapariciones de Súarez y Carrillo.
PATINADORES
ANTONIO SEMPERE
Vuelven los patinadores. Vuelven las patinadoras. En solitario. Por parejas. Danzando. El Campeonato de Europa que se celebra en la ciudad de Tallin, con tantas reminiscencias eurovisivas, está a la vuelta de la esquina. A través de Teledeporte podremos asomarnos seis horas diarias, seis, a todo lo que ocurra en ese palacio de hielo.
Siempre, y cuando digo siempre digo desde adolescente, tal vez desde niño, me he interrogado por las relaciones entre los patinadores y sus entrenadores. Entre los maestros y sus pupilos. Las maestras y sus pupilas. Tantas horas juntos. Tantos inviernos y tantos veranos. Tanto reto técnico que superar y a la vez, y simultáneamente, tantos aristas de la psicología en jaque.
No me refiero al deseo sexual, que también, al soterrado y al explícito, al confesable y al inconfesable, al explícito y al sublime. Es mucho más. Hablo de quien desea alcanzar la gloria, y quien le ayuda a conseguirla. De quien pelea y quien le admira.
Hasta esta semana han desarrollado toda esa actividad fuera de campo. En laborables y hasta en festivos. En sus pabellones. A puerta cerrada o con los suyos. Pero ahora llega el momento culminante. Ese en el que se juegan las medallas. Con las cámaras por testigo. De manera que nosotros podremos seguirlos cómodamente desde casa.
Y los subtextos. Esos maravillosos subtextos que llegan en los instantes que tienen lugar antes y después del ejercicio. Mientras se esperan las calificaciones. La gran mayoría de espectadores no ve la competición. Y de los pocos que la siguen pocos repararán en ello. Sin embargo, ahí estarán, en Tallin. Las miradas. Los sentimientos a flor de piel. Y la televisión, ese medio tan poderoso, los mostrará. En tiempo real.
FRAN LLORENTE
ANTONIO SEMPERE
Está claro que le tienen ganas. A la hora de valorar los hechos sucedidos esta semana en los Telediarios, podemos aplicar lo del ‘por un perro que maté’. El Partido Popular se ha pronunciado contra el director de informativos de la televisión pública, Fran Llorente, por esas dos secuencias procedentes de Youtube que no correspondían a las informaciones a las que se referían. Los fragmentos emitidos en los Telediarios no procedían de Haití ni de Ciudad Real. La presentadora se disculpó al día siguiente. Pero el principal partido de la oposición, saltó. Y con él algún que otro medio de comunicación cómplice.
La metedura de pata es evidente. Pero la reacción de algunos parece desmedida. Estamos acostumbrados a sacar las uñas en cuanto alguien se equivoca. Nos encanta echar las culpas, señalar con el dedo acusador. Por el contrario, parece que no estaos nada entrenados a la hora de felicitar, de agradecer la labor bien hecha. Esa, piensan algunos, siempre con el hacha en la mano, se da por supuesta.
Pero no. No hay que dar por supuesto nada. En conjunto, el trabajo realizado por el equipo de profesionales de los informativos de TVE, está siendo modélico. Aquel premio concedido a los mejores Telediarios del mundo no fue entregado en una tómbola.
En mi humilde opinión, esto es debido a que de un tiempo a esta parte se lo han creído, se han crecido, y están dispuestos a dar lo mejor. Y de todo ello, digo yo, tendrá parte de culpa su cabeza visible. El capitán del equipo, que no es otro que Fran Llorente. Por eso, lanzarse a su yugular parece un acto oportunista y poco responsable. Con lo que cayó en otros tiempos y muchos callaron.
ESCOBILLA INTERCAMBIABLE
ANTONIO SEMPERE
Sorprendía ver a Ángel Llácer en los territorios de Antena 3 como Pedro por su casa. En la cadena de los Simpson. Como si estuviese instalado en ella durante toda su vida actual y alguna de las anteriores. Y es que ‘La escobilla nacional’ es un programa intercambiable, que podría emitirse indistintamente tanto en la cadena que le acoge como en Telecinco, que a fin de cuentas es el blanco de las dianas de casi todas las parodias. Las situaciones, personajes, invitados, contertulios y famosetes que lo alimentan proceden de ese submundo que hemos convenido en llamar telebasura.
Uno de los logros más felices de ‘La escobilla nacional’ lo encontramos cuando el plató, convertido en circo, nos evoca al de las ‘Crónicas marcianas’ más bizarras. A esos momentos inenarrables en los ‘Crónicas’ se convertía en un cartoon donde todos, tertulianos e invitados, se perseguían alrededor de la mesa, se peleaban, se enredaban. Sucedió, por ejemplo, cuando el clon de la duquesa de Alba se enzarzó contra las cámaras, y las zarandeó. Y declarando en la revista ‘Facturas’, con tipografía de la más conocida: ‘Hago lo que me sale del mondongo’.
Mención aparte merece la contribución de los excelsos actores que se metamorfosean. En la nómina de ‘La escobilla nacional’ se encuentran algunos de los grandes. Estaban Silvia Abril y Yolanda Ramos. Excusas más que suficientes para asegurar chispazos hilarantes.
Todos interpretan personajes. Todos menos el presentador, Ángel Llácer, al que a pesar del peso del guión, se le ve en su salsa. Llevando ese Jordi Gonález que lleva dentro. Mostrando ese savoir faire de los comunicadores catalanes que, más allá del tópico, existe, como quedó demostrado por enésima vez en el estreno de ‘La escobilla nacional’.
GLOBOS
ANTONIO SEMPERE
Sólo noventa personas deciden quiénes son los premiados. Pero los Globos de Oro, etiquetados hace mucho tiempo como la antesala de los Óscars, ganan en relevancia mediática año tras año, y se convierten, por estos lares, en retransmisión televisiva para las madrugadas de Canal +.
El plató no podía ser más austero. Y ocupando la mesa, dos polos. El de la ortodoxia, personalizado en Juan Zavala, y el de la heterodoxia, con el rostro y las salidas de Pepe Colubi. Durante hora y media comentaron los prolegómenos, y durante otras tres horas siguientes, de la entrega de premios.
Juan Zavala presenta desde hace dos años, durante el Festival de Cine donostiarra, los Encuentros de Zabaltegi en los bajos del Teatro Victoria Eugenia. Durante esos nueve días demuestra cómo es posible conducir un magacín cinematográfico con soltura, autoridad moral, regusto por la divulgación y afán didáctico. Ahora tiene responsabilidades en el canal TNT, donde pronto veremos la serie ‘Entre todas las mujeres’, dirigida por Mariano Barroso. Pero yo sigo pensando que los espectadores nos estamos perdiendo a un gran presentador televisivo, de esos que toleran de maravilla el paso de los micrófonos radiofónicos a las cámaras.
Nos tenemos que conformar en verlo durante madrugadas como la del domingo, puesto que en esta televisión de hoy, pese a la proliferación de señales, parece que no hay hueco para espacios que requieran la calma y la mesura que requiere Zavala.
No deja de ser curioso que poco antes otro de los habituales a este tipo de transmisiones, Jaume Figueras, se encontrase como invitado en la tribuna de ‘Pánico en el plató’, mientras su ex compañera Ana García-Siñeriz estaba a punto de levantarse para acudir a la redacción de ‘El matinal de Cuatro’. Evidentemente, los tiempos cambian para todos.
PARAÍSO ERASMUS
ANTONIO SEMPERE
Cómo se lo pasan los Erasmus. Cualquiera que viese la entrega de ‘Repor’ que presentó a algunos de los estudiantes españoles que pasan el presente curso escolar en Roma podría pensar que se trataba de casos excepcionales. Que se enfatizaba precisamente en el tono lúdico. Y sin embargo, me parece que lo que vimos refleja con muchísima fidelidad lo que ocurre.
Los estudiantes no engañaron a nadie. Desde un principio manifestaron ante las cámaras, sin ninguna impostura, que en lo relativo a lo académico es posible que perdieran, respecto a lo que podría aportarles estudiar en sus respectivas universidades de origen. Pero que sus estancias como Erasmus tenían otros objetivos, que sí les compensaban. Hablaban, por encima de cualquier otro, de la experiencia socializadora. De lo que abre la mente conocer a gente de otras latitudes.
Alguno llegó a reconocer que sólo con el Erasmus llegó su independencia. Que hasta el día de antes de iniciarlo no le faltaba un plato de caliente a la mesa, ni la ropa planchada a los pies de su cama. Con lo que, quién nos lo iba a decir, la experiencia del intercambio suponía lo más parecido al rito de iniciación, al paso hacia la madurez.
Empezaba ‘Repor’ entrando a un piso de cuatro chicos que acababan de levantarse a las cuatro de la tarde. Y que mostraban, sin ningún pudor, la nevera vacía. “Para qué hemos de llenarla si aquí no estamos nunca”. Se retiran a altas horas de la madrugada y en cuanto saltan de la cama, se van a la calle. Aunque luego se les vio comiendo pizzas a deshoras.
También vimos algo muy significativo. Allí nadie tenía televisión, pero todos veían lo que les interesaba a través de Internet. Muy gráfico.
MILAGRO
ANTONIO SEMPERE
No conozco ni mantengo relación con ninguna persona del equipo que hace posible desde hace 932 semanas la revista ‘Supertele’. Y eso me da libertad a la hora de aludir a la empresa sin ningún condicionante. Haciendo suyo ese lema no por repetido menos cierto del renovarse o morir, la publicación del grupo Hachette ha iniciado, desde esta semana, una nueva etapa. Lo que no deja de ser un milagro en los tiempos que corren.
La contraprogramación causó estragos entre las revistas especializadas. La falta de previsión con que se adelantan los contenidos, los constantes cambios, fueron incitando a los fieles lectores hasta los territorios de Internet, tanto a la hora de consultar las parrillas como para conocer las novedades, las previsiones y hasta los índices de audiencia.
Sin embargo, para quienes nunca hemos renunciado a la batalla del papel, y todavía estamos habituados a las publicaciones en papel, no deja de ser motivo de alegría comprobar cómo, además de su hermana mayor, ese ‘Teleprograma’ que nació en 1966 y que llega puntualmente a los quioscos cada viernes, ‘Supertele’ también se mantenga, modificando su diseño.
Ahora sólo falta que las cadenas hagan el resto. Que informen con la suficiente antelación. Que sean conscientes de que, de este modo, ganaremos todos, y que dejen de mirar por el rabillo del ojo a las rivales. Podría empezar, dando ejemplo, la televisión pública. Porque tiene muy poco sentido, por ejemplo, que los títulos de las películas que programa La 2 a las diez de la noche se desconozcan siete días antes de su emisión. Cuando lo lógico es que este paquete estuviese pautado, y así se hubiese hecho público, al estilo de Canal +, al menos con un mes de antelación.
EXCENTRICIDADES DE UN TELEADICTO
ANTONIO SEMPERE
Lo confieso. Yo veía ‘La mandrágora’. Jamás he tenido la suerte de que mi hogar contase con un audímetro para que mis excéntricos gustos de teleadicto se viesen reflejados y hasta amplificados. Pero confieso públicamente que tanto si las cifras arrojaban al espacio alguna alegría como cuando si lo condenaban a un escueto 1 % de cuota de pantalla, siempre sentí que aportaba simbólicamente mi granito de arena al porcentaje.
En las pasadas fiestas navideñas, durante las que el programa dirigido por Luis Miguel González emitió nada menos que tres entregas, crucé los dedos en señal de prevención. Viendo las piezas con la actuación de Angélica Liddell en el pasado Festival de Otoño pensaba que aquello era demasiado bonito para ser verdad.
Parece que mis temores eran fundados. Los directivos de TVE han dado pasaporte a ‘La mandrágora’, por lo que salvo que corrijan la decisión el único programa de televisión dedicado a las artes escénicas ya es historia. Siendo triste la noticia, todavía lo es más que durante su larga vida el espacio haya protagonizado tan escasos titulares. Ya no digo críticas sobre sus contenidos, su forma de orientar los reportajes, su concepción visual.
La salud de ‘La mandrágora’ era tan escasa que los fieles lo mirábamos con el cariño con que se valoran esas salas de cine del centro de las ciudades venidas a menos, acechadas por el cierre. Su sola existencia ya es un logro, aunque a las fachadas les puedan faltar dos manos de pintura.
Cuando las barbas del vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar. Por la cuenta que nos trae, no estaría de más emprender una campaña de preservación de ‘Metrópolis’. En febrero cumple mil entregas. Pero también podría tener los meses contados. Y eso no lo debemos consentir.
Los programas culturales especializados son necesarios. No vale decir que en contenedores como ‘En la 2’ se potenciarán las informaciones relacionadas con las artes escénicas. Con la desaparición de ‘La mandrágora’ perdemos mucho. Como perderíamos, caso de consumarse, con el cierre de ‘Metrópolis’. Eso que nadie lo dude.
DELIRANTE
ANTONIO SEMPERE
Si los sketches se pudiesen contar con palabras, se publicarían y surtirían el mismo efecto. Pero no. El humor en imágenes es intraducible, porque tiene sus códigos. Esta semana vimos en ‘Muchachada nuí’ una de esas piezas intraducibles que compensa de la sequía a que nos somete en ocasiones la televisión.
En la sección ‘Celebrities’ le tocó el turno a Isabel Coixet. Y como era de esperar, Joaquín Reyes la bordó. Silueteándola de un modo muy distinto al que la hubiesen afrontado otros, como Mota, Los Morancos, Josema Yuste o Flo. Joaquín Reyes es intraducible. Todas sus ‘Celebrities’ lo son. Pero valga el recordatorio. Esa pose. Ese rictus. Esa declaración de principios en boca del personaje:
“Soy pura contradicción. Isabel es como una sonrisa. Coixet, como algo intenso y corto. Como un animalillo. Como una alimaña que se mete por debajo de la cama. Como algo intenso que se va. Como cuando te metes en el coche y te sale el aire caliente de golpe que es una bufá.
A mí la gente, en general, me da un asco… Yo cuando subo el ascensor no quiero ni compartir el aire. Por eso contengo la respiración. ¿No ves que te contesto con la mirada que voy al quinto piso? A veces se me ha acercado alguien a preguntarme algo y yo me he girado la cabeza y le he sacado del plano. A qué huele Isabel Coixet. A claqueta. Y a pedantería, no digo que no un poco. No he visto ni una de Eric Rohmer. Me he dormido en todas. ¡Es un secretito! Las películas hablan por sí solas. Todas las películas están hablando. Joder, qué intensa soy. No me digas que no mola sufrir…”.
Lo dicho. Intraducible. Pero muy disfrutable.
SALVAR ‘LA MADRÁGORA’
ANTONIO SEMPERE
Las redes sociales también se han puesto en marcha para salvar ‘La mandrágora’. Aunque la decisión de erradicar el programa por parte de la dirección de TVE parece irreversible. Pero vayamos por partes. Resaltemos paradojas. Cuando ‘El Mundo’ destapó en su página de Comunicación la noticia de su desaparición, hacía tres semanas que no había señales del programa en la parrilla. Y, sin embargo, nadie había abierto la boca. Cuando el 8 de enero, después de la reemisión de la ópera ‘Muerte en Venecia’, en la que fue la cuota de pantalla más baja en un ‘prime time’ de La 2 en años (un 0’6 %) ‘La mandrágora’ no dio señales de vida, ni el día 15, ni tampoco en las previsiones del día 22 y del 29 de enero, nadie dijo nada. Por otro lado, cuando ‘El País’ se hizo eco de la supresión, para ilustrar la noticia publicada en su edición del viernes 22 de enero eligió una fotografía de Rocío Muñoz Cobos. Cuando la bellísima y casi irreal Rocío Muñoz había dejado de presentar ‘La mandrágora’ dos años atrás.
Y es que da la impresión de que se habla de oído mientras, a la hora de la verdad, muy pocos han estado implicados realmente con el programa. Que aunque se siguiese conservando su nombre, poco tenía que ver con lo que fue en sus inicios. Al grano. Hemos perdido la única revista de artes escénicas de nuestra televisión pública. El programa dirigido por Luis Miguel González, sin presentador, con piezas de élite, con secciones propias, no puede suplirse por las informaciones que pueda incluir ‘La 2 noticias’ ni ‘Miradas’. Sería tanto como defender que se erradicase ‘Días de cine’ porque su negociado iba a ser cubierto por Mara Torres y Carlos del Amor.
TEDIO
ANTONIO SEMPERE
Trato de sacarle jugo a la presunta fiesta que se montan en ‘Sálvame’ por las tardes. Intento estéril. La gente que lo sigue y lo defiende me cuenta que aquello es una fiesta, un pretexto para que quienes están en el plató se lo pasen de miedo, en plan merendola familiar, propiciando el entretenimiento de los que estamos en casa.
No encuentro nada de eso. De hecho, se me hace dificilísimo llegar al final y cumplir con una entrega completa. Lo que me topo, por el contrario, son escollos: las interminables pausas publicitarias, las promociones dentro del programa en donde Jorge Javier anuncia con naturalidad las bondades de una cama, el insoportable jueguecito que se trae Miquel Sierra bautizado con el sobrenombre del revientaprecios.
Me da la impresión de que no soy el único que se aburre. Al fondo, veo a los colaboradores pasando páginas de las revistas como quien las mira en la consulta del dentista, sin importar lo que se llevan entre manos. El día de autos todavía existía un macguffin ciertamente divertido. La famosa Karmele no había sido descalificada de la selección previa de Eurovisión y algunos cantantes se atrevían a descalificarla como colega propiciando la polémica.
Mal que mal, imagino que las últimas semanas esa tontería habrá dado juego entre risas y gansadas. Pero el conato de fórmula Chikilicuatre bis ha sido abortada antes de tiempo. Por lo que la merendola se queda sin uno de sus asideros más relevantes. En este panorama aterriza Luján Argüelles, intentando llenar esas mismas tres horas de la tarde de los territorios de Cuatro. Hasta dónde llegará, a fecha de hoy, es una incógnita. Lo único cierto es que la audiencia parece optar antes por lo malo conocido que por lo bueno por conocer. Sin importarle el tedio.
¡UN GUIÓN!
ANTONIO SEMPERE
Desde los cinco primeros minutos, el visionado de ‘Up in the air’ me devolvió la fe en el cine. Por fin veía en pantalla un señor guión. Poderoso. Inteligente. Dibujando personajes creíbles.
Esto debería ser obvio. A un concierto se va a escuchar música, como a una exposición a contemplar una obra de arte. Por definición, al acudir a ver una película se supone que deberíamos asistir a la puesta en escena de un buen guión matriz, que siempre es motor de la historia, y sin el cual los actores no tendrián asidero al que agarrarse.
Sin embargo, sólo de cuando en cuando, como en el caso de este ‘Up in the air’, nos encontramos con un guión de manual, de libro. El 1 de enero, sin ir más lejos, se estrenó ‘Love happens’, de Brandon Camp, cuyo protagonista, como el que interpreta Georges Clooney en la película que alabamos, se ganaba la vida dando conferencias de motivación en hoteles de lujo. Sin embargo, en ‘Love happens’ la ñoñería y lo previsible campaban a sus anchas de principio a fin.
En lo que va de año, y toquemos madera para que siga así, el saldo está siendo muy positivo. Por unos cuantos guiones tópicos y previsibles, casos de ‘Qué fue de los Morgan’ o ‘Los fantasmas de mis exnovias’, han llegado a nuestras pantallas guiones tan excelsos como son los de ‘La cinta blanca’, ‘Un tipo serio’.
El cine español de 2010, eso sí, ha arrancado con graves carencias en los guiones. Siendo el mejor, el de ‘Hierro’ comete el error de convertir el que sería un buen cortometraje en largo. Los de ‘El cónsul de Sodoma’ y ‘La herencia Valdemar’ son tan torpes, ortopédicos y mentirosos, que sólo dan pena.
IMPOSTURAS
ANTONIO SEMPERE
Y Lola Herrera visitó Valladolid, y se fue de Pucela subiendo a un modesto tren regional. Es tan buena actriz, que todas las imposturas sobre las que se basa el formato ‘Volver con’ quedaron bien resueltas. Al final, para que se produjese el abrazo en el andén con su amigo del alma, que ese sí, sin impostura, derramó unas lágrimas porque nada es como antes y cuando los recuerdos se agolpan no hay más remedio que estallar, para que se produjese el abrazo televisivo, optaron por el regional en lugar del Ave. Y es que el Ave es como el avión. Obliga al embarque. A las colas. Al paso por la cinta de seguridad. Exime al acompañante de acercarse al andén. Se ha cargado las despedidas de antes. Eso, sin contar con los precios. Que no sé yo quién puede permitirse viajar de Barcelona a Madrid por más de cien euros el trayecto, o a Málaga por setenta, de Madrid a Valencia, ya lo anuncian, a 66 euros en clase turista, cuando ahora el mismo trayecto se realiza por 47 euros en sólo sesenta minutos más.
Por eso fui curioso que en esta visita entrañable, en donde había que primar los afectos, se echó mano de un regional en lugar de un tren de alta velocidad. Y de una ciudad decorada. Que la calle Santiago tenía una alfombra roja que no suele estar todos los días. Era cuando la pasada Seminci, en ese octubre en el que sobraba toda la ropa en Valladolid. Donde parecía primavera.
Lola Herrera regresó al Teatro Carrión de sus orígenes de 1947. A los barcos del río Pisuerga. Saludó con paciencia a todos sus admiradores. Y entre la impostura obligada por la reconstrucción de los hechos, nos regaló momentos de verdad.
MÚSICA CLÁSICA A HORAS IMPOSIBLES
ANTONIO SEMPERE
Han pasado los años, han cambiado gobiernos, el ente se convirtió en Corporación, pero hay algo que no cambia. Los conciertos de lo que en algunos estamentos llaman música culta continúan emitiéndose a las ocho en punto de la mañana, sábados y domingos.
Y ha llegado la televisión sin publicidad, dicen que hay que cubrir las ocho mil horas que genera esta ausencia, y sin embargo parece que a nadie se le ha encendido la bombilla y ha decidido trasladar el horario de estos conciertos. Que en ocasiones son bastante más divulgativos de los que algunos quieren reconocer.
Hace dos semanas se emitió nada menos que ‘El Mesías’ participativo que de un tiempo a esta parte organiza la Fundación La Caixa. De acuerdo que se veía el logotipo de la entidad en las carpetas de todos los miembros cantores, pero doy fe de que la experiencia fue una cumbre de belleza.
Claro que los conciertos se pueden ver más tarde en Internet, a la hora que más nos convenga. Pero hay bastantes pegas. Al séptimo día, los enlaces desaparecen de TVE a la carta. Y se necesita tener una buena conexión entre el portátil y la pantalla del televisor para gozar de una calidad aceptable de imagen y sonido. Y hacer el esfuerzo de recuperar el archivo y no dejarlo dormir en el limbo de los asuntos pendientes.
Por qué, me pregunto, en lugar de todo eso, no se modifica el horario. Con lo largo que es el día. Con lo larga que es la noche. Se mire por donde se mire, que desde hace veinte años la única posibilidad de ver la música de las orquestas sinfónicas, de zarzuela, de bandas militares, hasta de villancicos, haya sido asomándose a La 2 a las ocho de la mañana es un disparate de tal calibre, que bastaría aplicar un poco de sentido común para reconducirlos. Sólo Pilar Miró se atrevió a programar a la Orquesta de RTVE en el ‘prime time’ de La 1. Con Enrique García Asensio. ¿A qué esperan para mover ficha?
ESPECTADORES
ANTONIO SEMPERE
Ahora que la televisión pública se ha convertido en un videoclub, al mirar las cifras de audiencia que reflejan cuántos espectadores llegan a ver completas las películas que se programan vuelvo a comprobar el poder excelso de la televisión. El lunes La 1 contraprogramó a La 2, mientras que La 2 contraprogramó a La 1. Porque si ‘La caja 507’ era un thriller soberbio de Enrique Urbizu, ‘Napola’ suponía una interesante aproximación a los totalitarismos a cargo de Dennis Hansel, de quien un par de años más tarde nos llegaría ‘La ola’. Pues bien, ‘La caja’ la vieron más de tres millones de espectadores, y ‘Napola’, casi un millón y medio. Unas cifras tremendas si las comparamos con las que tienen lugar en los cines.
Recordemos que ‘Los condenados’ y ‘Petit indi’, tan ponderadas, anduvieron en torno a los diez o quince mil espectadores en todo el territorio nacional. Que ‘El cónsul de Sodoma’, a pesar del ruido mediático generado, sólo fue vista por algo más de veinte mil. Y que ‘La mujer sin piano’, a pesar de la presencia de Carmen Machi, difícilmente superará esas cifras.
¿Los peros? Siempre hay un pero en toda situación. Andan esperando en ‘Versión española’ las proyecciones y los coloquios de ‘El prado de las estrellas’ de Camus; de ‘Luna de Avellaneda’ de Campanella y de ‘Luz silenciosa’ de Carlos Reygadas. Sobre todo esta última representa un tipo de cine que no parece tener cabida en los esquemas de la televisión actual sin pausas, que debe sumar espectadores sí o sí. Si para que ‘Versión española’ se emita en La Primera hemos de perder el derecho a que acoja todas esas películas y coloquios que permanecen en lista de espera, sin duda que hemos salido perdiendo en el cambio.
MORGA
ANTONIO SEMPERE
Veo al concursante murciano de ‘Saber y ganar’ Antonio Morga, haciendo poco menos que de figurante, y no entiendo nada. Morga, por porte, por fuste y por intríngulis, pertenece a ese tipo de personas por las que cierto tipo de audiencia se sentiría embelesada. Pero las reglas son las reglas, y en ese plató de Sant Cugat parece que no se han enterado.
Hay tantas cosas que no entiendo… No comprendo cómo es posible que vaya a cumplir las tres mil ediciones una cosa tan desvaída y carente de macguffin como es ‘Saber y ganar’. Cómo persisten sus tics automáticos. Cómo se mantiene ese corrillo impostado en la penumbra mientras aparecen los créditos. Cómo suenan los aplausos enlatados de un público completamente inexistente en un plató siempre vacío. Cómo se suceden las secciones sin ningún criterio relevante. Cómo se despide de un día para otro a un concursante como Antonio Morga sin que haya tenido la ocasión de decir esta boca es mía.
En otros tiempos, habría dado gusto escuchar a Morga en ‘Pista libre’, con Sandra Sutherland y Rafael Izuzquiza. En cualquier coloquio juvenil de la época. Ahora, para escuchar a gente de su edad, uno no tiene más remedio que escudriñar en los aledaños de ‘Gran Hermano’. Pero sucede que a la casa de Guadalix de la Sierra no se acercan especímenes de su calado. Ni parecidos.
Y es por ello un absoluto desperdicio tenernos que conformar con saber que existe porque aparece junto al atril, envarado, con una camisa diferente en cada programa. Asistiendo como mero figurante a un guión impostado y carente de gracia, sin que nadie parezca darse cuenta de que la persona que se esconde detrás del concursante se les está escapando cruda.
FÁBRICA
ANTONIO SEMPERE
Cómo hemos cambiado. Es revelador que una de las productoras punteras del audiovisual de este país se denomine Fábrica de la Tele. Había que preguntarse qué fabrican. Lo más parecido al fast food. Productos de usar y tirar. Casi detritus. La palabra no engaña: fábrica, factoría, mero empaquetado de productos sin fuste en una especie de bucle sin fin.
Es paradójico que existiendo más horas que nunca de programación, de programaciones, habiendo tantas cadenas que deben llenar las 24 horas de señal, esas fábricas, dicho en plural, de productos televisivos, hagan las veces, con perdón, de meras excretoras de subproductos que huelen a distancia. Tanto es así, que si tuviesen que pasar un control de sanidad, como hacen los de cualquier otro producto relacionado con el consumo, quedarían fuera del mercado.
Cabe preguntarse qué fue de aquellos comunicadores de los mejores formatos televisivos que en estas últimas dos décadas han sido. De ‘Lo + plus’, Máximo Pradera anda en la radio y Fernando Schwartz en tierras insulares. Ana García Siñeriz se ha reubicado en informativos de Cuatro. Roberto Picazo remontó hasta convertirse en un líder del humor patrio, versión castellano manchega, pilotando un formato de ya lleva cuatro temporadas. Y sólo Ramón Arangüena cayó atrapado en la red de las fábricas de la tele.
De ‘La noche americana’, Juan Carlos Ortega se ha refugiado en Canal Cultural.es, con ‘La mitad invisible’, y continúa sus colaboraciones con Pepa Fernández en Radio Nacional. En ‘Carta blanca’ no había presentador, pero su director, Santi Tabernero, se encuentra al frente de los especiales musicales que produce TVE. De ‘Las cerezas’, Julia Otero encontró acomodo temporal en la televisión autonómica catalana, para después continuar su andadura radiofónica. Y poco más. La dichosa fábrica los termina engullendo a todos.
OCURRIÓ
ANTONIO SEMPERE
Puede que no sea lo más relevante de la jornada, televisivamente hablando, pero sí muy significativo: ‘Luz silenciosa’, la película de Carlos Reygadas que se llevó de calle el palmarés del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva y de otros muchos certámenes especializados, se va a estrenar en TVE a las doce y media de la noche. En la madrugada del domingo y en La 2.
De acuerdo que dura 130 minutos, que en ella prima la inacción y cierto goce contemplativo, y que su sinopsis no tiene connotaciones de musical. Es una historia intimista sobre una comunidad de menonitas y de un hombre que decide apartarse de la ley de Dios y de los hombres. ¿Por qué digo que es muy significativo que ‘Luz silenciosa’ se estrene en televisión este domingo, en plena madrugada? Pues porque si hacemos un poco de memoria, esta película era una de las que formaban parte de las previsiones de ‘Versión española’. Es decir, que de no haber sucedido el cambio de etapa de la televisión sin publicidad, de haber continuado el espacio presentado por Guillén Cuervo en La 2, ésta hubiera sido una de las películas estrella de la temporada. Y hubiese contado con su coloquio correspondiente con los autores.
Las consecuencias de todo esto son evidentes. Uno llega a dudar de que vayamos a mejor. Al fondo siempre surge la misma pregunta. Para qué demonios queremos, a toda costa, mantener o incluso superar las cifras de audiencia. ¿No quería TVE volcarse con el cine en su nueva etapa? ¡Sea! Pero condenar al ostracismo de las madrugadas una película mexicana de 2007 avalada por todos los premios habidos y por haber no parece el camino más recto para conseguirlo.
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