domingo, 28 de febrero de 2010

COLUMNAS PUBLICADAS EN ENERO DE 2010



STRAUSS

ANTONIO SEMPERE

Los Strauss no tienen la culpa. Ni el padre ni el hijo. Pero no puedo con ellos. Me los han matado. La cosa tiene su explicación psicológica. De libro. Tanto se asocian las notas de sus dichosos valses y de sus dichosas polkas a unas horas del año, a unas sensaciones, a unos olores y hasta unos colores, que ante sus notas, el cuerpo y el alma no pueden menos que rechazarlos, o ponerse en estado de alerta. Es cuestión de causa-efecto. Y de estímulo-respuesta.
Menos mal que no les dio por otros. Menos mal que a los burgueses de Viena no les dio por Haendel, Mozart, o Bach. No quiero pensar qué habría sido de mí en caso de que los encargados de elegir la banda sonora de estos rituales se hubiesen decantado por ellos.
Porque entre ustedes y yo, de los Strauss padre e hijo se puede prescindir en la vida. Y no pasa nada. Pero dudo mucho de que sea posible vivir en plenitud si por la ley del reflejo condicionado, como veíamos en la película ‘La naranja mecánica’, nos diese rampa enfrentarnos a las notas de Bach. A las de Stephen Sondheim, o a las que cada cual tenga en su altar.
Hay otros casos de devaluación musical. De piezas a las que se manosea sin límite. A las que se asocia para siempre con una película o con varias películas, cuando no con determinados anuncios publicitarios. El ‘Nessum dorma’ ya no es lo que era. Ni Eric Satie. Nunca llegarán a ser lo que fueron antes de que los escuchásemos de un modo virginal. Pero aún sobreviven. A su manera. Los que no tienen remedio son los Strauss. A esos los han matado para siempre.


EN BLANCO

ANTONIO SEMPERE

A veces, las reporteras de ‘España directo’ no saben qué decir. Pero tienen que estar ahí, y seguir la corriente. Es su obligación. El jueves, una que se encontraba en una de esas carreteras nevadas de la mitad norte, además de congelada, quedó prácticamente muda. Y por más que Mercedes Torre trataba de darle paso, no era capaz de pronunciar ni siquiera un par de frases inteligibles.
No me lo invento. Ahora ocurre con estas columnas como con esos tertulianos deportivos en los tiempos en los que se inventó la moviola. Es posible regresar a las imágenes, las veces que se quiera, que siguen colgadas en la red, y ver hasta qué punto de bloqueo llegó la reportera.
Poco tenía que comentar, la verdad sea dicha, aparte de constatar que hacía un frío que pelaba. Pero se podía haber asesorado un poco con los colores de las alertas. Que si era naranja, que si era amarilla. Que no, que era naranja-amarilla.
José Mota, en su programa de fin de año, ya parodió este tipo de intervenciones, que sin duda tienen su lado cómico. Sin embargo, cuando los espectadores nos enfrentamos a la situación real, cuando comprobamos cómo la señorita que lleva el micrófono no tiene la suficiente destreza como para articular una frase que tenga sentido, lo pasamos mal. Tan mal como, desde el estudio, las presentadoras que se ven obligadas a seguir el guión y a apuntalar como pueden conexiones imposibles. Sin sonreír siquiera.
No pronunciaremos su nombre, que está feo señalar. Sólo constatamos nuestra perplejidad al comprobar cómo fue posible que alguien con tan escasos recursos le fuese asignado ese cometido. Son cosas que pasan, claro está. Y que ayudan, por contraste, a valorar quién lo hace realmente bien.


LAS NOMINACIONES DE CHINARRO

ANTONIO SEMPERE

Cuando Álex de la Iglesia matizaba que a pesar de que este año los académicos, por vez primera, habían podido votar on line, el actor Fernando Chinarro lo había seguido haciendo por el procedimiento tradicional, porque no se aclara con la informática, el presidente de la Academia de Cine estaba haciendo un gag. Uno de los muchos exhibidos durante la lectura de las 28 nominaciones realizada en la sede la calle Zurbano, y que gracias a un anfitrión como él pudo haberse convertido en un buen programa de televisión.
Y es que De la Iglesia sabe mucho del sentido del espectáculo, del entertainment. Cómo no va a saber, si se dedica a eso, pensarán algunos. Pues otros que se dedican a esto son incapaces de generar una sonrisa y plantean sus comparecencias ante la prensa como si fueran las de un ministerio de Economía.
La lectura de nominaciones fue emitida en directo por dos canales de televisión, 24 Horas y CNN+. Pero no hubo un espacio televisivo propiamente dicho. No hubo set entrevistas. No hubo presentadores. No apuestas sobre lo que iba a ocurrir. Ni reacciones de los presentes, y consulta directa a los periodistas especializados para que se pronunciasen al respecto. Sólo una conexión por parte de dos canales informativos.
Aun así, estos escasos minutos revelaron, rápidamente, cómo el sentido del humor de Álex de la Iglesia podría ser una mina para la televisión. O la constatación de que existan tantísimas personas incapaces de una nota sencilla. Que Paz Vega se dedique a la interpretación no es una paradoja. Este mundo es así. Las nominaciones se leyeron por primera vez en sábado, en 24 años, por el olfato de Álex, sabedor de que los domingos se venden más periódicos.


LA TERCERA VÍA

ANTONIO SEMPERE

Juan Pedro Valentín, que puso en pie ‘La noche en 24’, con Vicente Vallés al frente, va a hacer lo propio en CNN+, impulsando en el ‘prime time’, ahora que es director de la cadena, un espacio de reflexión y análisis comandado por Iñaki Gabilondo. Será en febrero, al mismo tiempo que Ana García Siñeriz conduce el contenedor matinal. De lo que se trata, a la postre, es de que los usuarios a los canales de información continua podamos mantenernos en ellos durante un largo tiempo.
Y es que los usuarios de las televisiones generalistas, que habíamos sido expulsados de muchas de ellas por la banalización de sus contenidos, por la avasalladora publicidad, por lo poco en serio que nos tomaban, nos encontrábamos con la paradoja de que debíamos refugiarnos en la radio para encontrar programas nobles que no atentaran a nuestra inteligencia.
Hemos tenido que esperar no pocos años la llegada de esta tercera vía, la de unos canales, que aun siendo temáticos, y aun teniendo un perfil marcadamente informativo, abriesen su espectro y acogiesen a los desesperados y a los decepcionados.
No se engañen los responsables del Canal 24 Horas y de CNN+. Si cuantitativamente las cifras que les arrojan los audímetros todavía son renuentes, cualitativamente no hay quién les gane. Se quedan con la audiencia caviar.
La competencia aguza el ingenio. El impulso que va a experimentar CNN+ obligará a 24 Horas a ponerse las pilas. Y los beneficiados vamos a ser los espectadores. La verdadera nueva noticia de 2010 puede estar ahí. Mientras otros se echan a perder, recuperamos dos nuevos canales, que pasan de ser meros emisores de boletines de usar y tirar, a contar con espacios de primera. Entre la mala tele y la buena radio, nace una tercera vía.


LA LISTA ESTIVAL

ANTONIO SEMPERE

Pues la verdad es que iban vestidos como en plena ola de calor mientras estábamos sumidos en plena ola de frío. Me refiero a los concursantes de ‘La lista’. Y a todo el público que llenaba la inmensa grada. Del primero al último. En cuanto salió Carlos Sobera a saludar descubrió el pastel. “Bienvenidos a la nueva etapa de este concurso que emite La Primera”.
Sólo que estábamos en La 2. Estábamos en esa hora, las nueve de la noche, en la que cupieron concursos diarios realizados para la ocasión con destino a dicha cadena, de ‘Lingo’ a ‘Quatro’ o ‘Enrédate’. Eran otros tiempos. Había dinero. Ahora impera el reciclaje. Y se recurre con total naturalidad a programas archivados. Que no entiendo muy bien qué pintan en ese contexto.
El día parece hacerse demasiado largo para los programadores de La 2, que echan mano de las entregas de ‘Esta es mi tierra’ y de los reportajes añejos de Gerardo Olivares, y que ahora también cuentan con la contribución del tótem Sobera, rescatado de otros tiempos. Mientras se emite el larguísimo Telediario de Pepa Bueno. Justo donde durante los dos últimos años se podía ver ‘Smalville’. ¿Es más lícito recuperar el concurso de marras que la serie norteamericana? Ni una cosa ni otra. Respondería que las nueve de la noche es una hora tan relevante como para no tener que recurrir a rellenos.
Podría hacerse tanto que no se hace. Podrían existir tantos proyectos que no existen… Pero seguramente, para eso hace falta más gente. Y más gente es más dinero. No nos quejemos más. La nueva imagen de la información meteorológica es excelente. Está claro que Mónica López se ha propuesto que nos diplomemos en la materia, y lleva camino de conseguirlo.


VOLVER, VOLVER

ANTONIO SEMPERE

Ya pueden imaginar cómo recibí que Lolita fuese, qué casualidad, la primera de las invitadas al nuevo programa ‘Volver con’. Me preguntarán qué me ha hecho esta mujer. Desde luego que nada. No es una cuestión personal. Sólo que me cuesta asimilar cómo es posible que en cualquier listado en el que haya que echar mano de una docena de famosos para elaborar un guiso televisivo, uno de los nombres sea el de la mayor de las Flores.
Insisto que no es nada personal. Sólo que la saturación abruma. Puede que sea una mezcla de envidia y perplejidad. Lo mismo da que se trate de un concurso tipo ‘Pasapalabra’, de un espacio llamémosle distendido del estilo ‘Pánico en el plató’, que de uno de perfil serio a la manera de ‘En noches como ésta’. No falla.
Mi asombro no proviene de la capacidad del personaje para ser ubicuo, sino del criterio de las productoras para contar con ella como un valor seguro. Lo mismo vale para un roto que para un descosido. Es capaz de acudir al plató de ‘Dónde está corazón’ a contar una historia tremenda de cáncer. Y casi al mismo tiempo, lo que son las cosas, comparece en la primera entrega del primer nuevo formato de la nueva etapa de la televisión pública. Es omnipresente. Eso nadie se lo puede discutir. Todo un animal televisivo. Consciente de que sólo lo que sale por la televisión existe, trata de estar ahí. Y a fe que lo consigue.
Y será por gente. Será por candidatos. Por personajes públicos. Por biografías y por gente con proyección. Por eso lo de esta mujer me parece tan insólito. A poco que se confeccione una lista ahí está ella, en las primeras posiciones. Mandando.


PARADOJA

ANTONIO SEMPERE

La paradoja está servida. Y algunos se lo preguntan incluso en voz alta. Si la televisión pública ya no tiene que captar anunciantes, a qué viene esa obsesión por las audiencias. Y sí se puede hablar de obsesión cuando no hay día en que no nos recuerden lo bien que le van las cosas. Ítem más. Si las televisiones privadas tienen que financiar, en cierta medida, a la televisión pública, puede resultar paradójico que sea ésta la que fanfarronee con sus datos de liderazgo, justo en unos momentos en los que sería necesario que los anunciantes confiasen en que su inversión en las cadenas privadas va a ser eficaz.
Dicho esto, hay que tratar de ponerse en el lugar del otro y comprender todas las posiciones. Hay quienes sostienen que a la televisión pública no le queda otra que dedicarse a dar calidad y a dejar de pensar en las audiencias. Pero, claro, todo esto es muy subjetivo. A estas alturas de la película, a qué llamamos televisión de servicio público. A estas alturas de la historia, cuando la pública cumple su año 54 y las privadas más veteranas el vigésimo, y las autonómicas más antiguas, otros veinte, a qué llamamos servicio público.
Y todo ello teniendo en cuenta que no corren tiempos para las alegrías, que debe primar la austeridad, esto es, el máximo rendimiento con la mínima inversión. A quienes se quejan de que la televisión pública debería dedicarse a lo suyo, esto es, la de limitarse al dichoso servicio público, no está de más recordarles cómo La 2, con y sin publicidad, continúa siendo la cadena menos vista. Si lo que desean es que La 1 también pierda su fuerza, mejor que lo digan claramente. Y se dejen de paradojas.


PREVISIONES

ANTONIO SEMPERE

Lo predecía Carlos del Amor en una pieza estupenda emitida el último día del pasado año. Él aseguraba que sabía con qué noticias abrirían las secciones de Cultura de muchos de los días de este año que empieza a no ser tan nuevo. Y nos contó que el 30 de octubre no habrá otro nombre que el de Miguel Hernández, que nació ese mismo día de 1910. Y que el 15 de junio no habrá otra película que ‘Psicosis’, cuando se cumplan los cincuenta años de la presentación del personaje de Norman Bates. El 5 de julio las miradas se centrarán en el inicio de ‘Rock and Río’. El 26 de septiembre, en la actuación del grupo U2 en nuestro país. Carlos del Amor llegó a aventurar que la película revelación del año será ‘Precious’, y la de culto, la versión de Tim Burton de ‘Alicia en el país de las maravillas’.
En el mundo de la información todo está pautado. Funcionan las agendas, las previsiones. Incluso los famosos ‘días de lo que sea’. Lejos de pasar de moda, no han pasado de moda, alimentan sumarios como si fuese la primera vez. Desde los más excéntricos, como ese día sin pantalones en el metro que tuvo lugar el lunes 11 de enero, hasta los más comprometidos.
Soporto bien estas convenciones del calendario. Sin duda, llevo mucho peor la manera en que determinados personajes saltan a primera página, con motivo del fallecimiento, como si no hubiese más noticia que ellos. El año 2009 fue movido en la sección de obituarios. Pero todavía quedan. Bastantes en la esfera política, la más sobredimensionada en estos casos. No quiero ni pensar en el eco mediático de las desapariciones de Súarez y Carrillo.


PATINADORES

ANTONIO SEMPERE

Vuelven los patinadores. Vuelven las patinadoras. En solitario. Por parejas. Danzando. El Campeonato de Europa que se celebra en la ciudad de Tallin, con tantas reminiscencias eurovisivas, está a la vuelta de la esquina. A través de Teledeporte podremos asomarnos seis horas diarias, seis, a todo lo que ocurra en ese palacio de hielo.
Siempre, y cuando digo siempre digo desde adolescente, tal vez desde niño, me he interrogado por las relaciones entre los patinadores y sus entrenadores. Entre los maestros y sus pupilos. Las maestras y sus pupilas. Tantas horas juntos. Tantos inviernos y tantos veranos. Tanto reto técnico que superar y a la vez, y simultáneamente, tantos aristas de la psicología en jaque.
No me refiero al deseo sexual, que también, al soterrado y al explícito, al confesable y al inconfesable, al explícito y al sublime. Es mucho más. Hablo de quien desea alcanzar la gloria, y quien le ayuda a conseguirla. De quien pelea y quien le admira.
Hasta esta semana han desarrollado toda esa actividad fuera de campo. En laborables y hasta en festivos. En sus pabellones. A puerta cerrada o con los suyos. Pero ahora llega el momento culminante. Ese en el que se juegan las medallas. Con las cámaras por testigo. De manera que nosotros podremos seguirlos cómodamente desde casa.
Y los subtextos. Esos maravillosos subtextos que llegan en los instantes que tienen lugar antes y después del ejercicio. Mientras se esperan las calificaciones. La gran mayoría de espectadores no ve la competición. Y de los pocos que la siguen pocos repararán en ello. Sin embargo, ahí estarán, en Tallin. Las miradas. Los sentimientos a flor de piel. Y la televisión, ese medio tan poderoso, los mostrará. En tiempo real.


FRAN LLORENTE

ANTONIO SEMPERE

Está claro que le tienen ganas. A la hora de valorar los hechos sucedidos esta semana en los Telediarios, podemos aplicar lo del ‘por un perro que maté’. El Partido Popular se ha pronunciado contra el director de informativos de la televisión pública, Fran Llorente, por esas dos secuencias procedentes de Youtube que no correspondían a las informaciones a las que se referían. Los fragmentos emitidos en los Telediarios no procedían de Haití ni de Ciudad Real. La presentadora se disculpó al día siguiente. Pero el principal partido de la oposición, saltó. Y con él algún que otro medio de comunicación cómplice.
La metedura de pata es evidente. Pero la reacción de algunos parece desmedida. Estamos acostumbrados a sacar las uñas en cuanto alguien se equivoca. Nos encanta echar las culpas, señalar con el dedo acusador. Por el contrario, parece que no estaos nada entrenados a la hora de felicitar, de agradecer la labor bien hecha. Esa, piensan algunos, siempre con el hacha en la mano, se da por supuesta.
Pero no. No hay que dar por supuesto nada. En conjunto, el trabajo realizado por el equipo de profesionales de los informativos de TVE, está siendo modélico. Aquel premio concedido a los mejores Telediarios del mundo no fue entregado en una tómbola.
En mi humilde opinión, esto es debido a que de un tiempo a esta parte se lo han creído, se han crecido, y están dispuestos a dar lo mejor. Y de todo ello, digo yo, tendrá parte de culpa su cabeza visible. El capitán del equipo, que no es otro que Fran Llorente. Por eso, lanzarse a su yugular parece un acto oportunista y poco responsable. Con lo que cayó en otros tiempos y muchos callaron.


ESCOBILLA INTERCAMBIABLE

ANTONIO SEMPERE

Sorprendía ver a Ángel Llácer en los territorios de Antena 3 como Pedro por su casa. En la cadena de los Simpson. Como si estuviese instalado en ella durante toda su vida actual y alguna de las anteriores. Y es que ‘La escobilla nacional’ es un programa intercambiable, que podría emitirse indistintamente tanto en la cadena que le acoge como en Telecinco, que a fin de cuentas es el blanco de las dianas de casi todas las parodias. Las situaciones, personajes, invitados, contertulios y famosetes que lo alimentan proceden de ese submundo que hemos convenido en llamar telebasura.
Uno de los logros más felices de ‘La escobilla nacional’ lo encontramos cuando el plató, convertido en circo, nos evoca al de las ‘Crónicas marcianas’ más bizarras. A esos momentos inenarrables en los ‘Crónicas’ se convertía en un cartoon donde todos, tertulianos e invitados, se perseguían alrededor de la mesa, se peleaban, se enredaban. Sucedió, por ejemplo, cuando el clon de la duquesa de Alba se enzarzó contra las cámaras, y las zarandeó. Y declarando en la revista ‘Facturas’, con tipografía de la más conocida: ‘Hago lo que me sale del mondongo’.
Mención aparte merece la contribución de los excelsos actores que se metamorfosean. En la nómina de ‘La escobilla nacional’ se encuentran algunos de los grandes. Estaban Silvia Abril y Yolanda Ramos. Excusas más que suficientes para asegurar chispazos hilarantes.
Todos interpretan personajes. Todos menos el presentador, Ángel Llácer, al que a pesar del peso del guión, se le ve en su salsa. Llevando ese Jordi Gonález que lleva dentro. Mostrando ese savoir faire de los comunicadores catalanes que, más allá del tópico, existe, como quedó demostrado por enésima vez en el estreno de ‘La escobilla nacional’.


GLOBOS

ANTONIO SEMPERE

Sólo noventa personas deciden quiénes son los premiados. Pero los Globos de Oro, etiquetados hace mucho tiempo como la antesala de los Óscars, ganan en relevancia mediática año tras año, y se convierten, por estos lares, en retransmisión televisiva para las madrugadas de Canal +.
El plató no podía ser más austero. Y ocupando la mesa, dos polos. El de la ortodoxia, personalizado en Juan Zavala, y el de la heterodoxia, con el rostro y las salidas de Pepe Colubi. Durante hora y media comentaron los prolegómenos, y durante otras tres horas siguientes, de la entrega de premios.
Juan Zavala presenta desde hace dos años, durante el Festival de Cine donostiarra, los Encuentros de Zabaltegi en los bajos del Teatro Victoria Eugenia. Durante esos nueve días demuestra cómo es posible conducir un magacín cinematográfico con soltura, autoridad moral, regusto por la divulgación y afán didáctico. Ahora tiene responsabilidades en el canal TNT, donde pronto veremos la serie ‘Entre todas las mujeres’, dirigida por Mariano Barroso. Pero yo sigo pensando que los espectadores nos estamos perdiendo a un gran presentador televisivo, de esos que toleran de maravilla el paso de los micrófonos radiofónicos a las cámaras.
Nos tenemos que conformar en verlo durante madrugadas como la del domingo, puesto que en esta televisión de hoy, pese a la proliferación de señales, parece que no hay hueco para espacios que requieran la calma y la mesura que requiere Zavala.
No deja de ser curioso que poco antes otro de los habituales a este tipo de transmisiones, Jaume Figueras, se encontrase como invitado en la tribuna de ‘Pánico en el plató’, mientras su ex compañera Ana García-Siñeriz estaba a punto de levantarse para acudir a la redacción de ‘El matinal de Cuatro’. Evidentemente, los tiempos cambian para todos.


PARAÍSO ERASMUS

ANTONIO SEMPERE

Cómo se lo pasan los Erasmus. Cualquiera que viese la entrega de ‘Repor’ que presentó a algunos de los estudiantes españoles que pasan el presente curso escolar en Roma podría pensar que se trataba de casos excepcionales. Que se enfatizaba precisamente en el tono lúdico. Y sin embargo, me parece que lo que vimos refleja con muchísima fidelidad lo que ocurre.
Los estudiantes no engañaron a nadie. Desde un principio manifestaron ante las cámaras, sin ninguna impostura, que en lo relativo a lo académico es posible que perdieran, respecto a lo que podría aportarles estudiar en sus respectivas universidades de origen. Pero que sus estancias como Erasmus tenían otros objetivos, que sí les compensaban. Hablaban, por encima de cualquier otro, de la experiencia socializadora. De lo que abre la mente conocer a gente de otras latitudes.
Alguno llegó a reconocer que sólo con el Erasmus llegó su independencia. Que hasta el día de antes de iniciarlo no le faltaba un plato de caliente a la mesa, ni la ropa planchada a los pies de su cama. Con lo que, quién nos lo iba a decir, la experiencia del intercambio suponía lo más parecido al rito de iniciación, al paso hacia la madurez.
Empezaba ‘Repor’ entrando a un piso de cuatro chicos que acababan de levantarse a las cuatro de la tarde. Y que mostraban, sin ningún pudor, la nevera vacía. “Para qué hemos de llenarla si aquí no estamos nunca”. Se retiran a altas horas de la madrugada y en cuanto saltan de la cama, se van a la calle. Aunque luego se les vio comiendo pizzas a deshoras.
También vimos algo muy significativo. Allí nadie tenía televisión, pero todos veían lo que les interesaba a través de Internet. Muy gráfico.


MILAGRO

ANTONIO SEMPERE

No conozco ni mantengo relación con ninguna persona del equipo que hace posible desde hace 932 semanas la revista ‘Supertele’. Y eso me da libertad a la hora de aludir a la empresa sin ningún condicionante. Haciendo suyo ese lema no por repetido menos cierto del renovarse o morir, la publicación del grupo Hachette ha iniciado, desde esta semana, una nueva etapa. Lo que no deja de ser un milagro en los tiempos que corren.
La contraprogramación causó estragos entre las revistas especializadas. La falta de previsión con que se adelantan los contenidos, los constantes cambios, fueron incitando a los fieles lectores hasta los territorios de Internet, tanto a la hora de consultar las parrillas como para conocer las novedades, las previsiones y hasta los índices de audiencia.
Sin embargo, para quienes nunca hemos renunciado a la batalla del papel, y todavía estamos habituados a las publicaciones en papel, no deja de ser motivo de alegría comprobar cómo, además de su hermana mayor, ese ‘Teleprograma’ que nació en 1966 y que llega puntualmente a los quioscos cada viernes, ‘Supertele’ también se mantenga, modificando su diseño.
Ahora sólo falta que las cadenas hagan el resto. Que informen con la suficiente antelación. Que sean conscientes de que, de este modo, ganaremos todos, y que dejen de mirar por el rabillo del ojo a las rivales. Podría empezar, dando ejemplo, la televisión pública. Porque tiene muy poco sentido, por ejemplo, que los títulos de las películas que programa La 2 a las diez de la noche se desconozcan siete días antes de su emisión. Cuando lo lógico es que este paquete estuviese pautado, y así se hubiese hecho público, al estilo de Canal +, al menos con un mes de antelación.


EXCENTRICIDADES DE UN TELEADICTO

ANTONIO SEMPERE

Lo confieso. Yo veía ‘La mandrágora’. Jamás he tenido la suerte de que mi hogar contase con un audímetro para que mis excéntricos gustos de teleadicto se viesen reflejados y hasta amplificados. Pero confieso públicamente que tanto si las cifras arrojaban al espacio alguna alegría como cuando si lo condenaban a un escueto 1 % de cuota de pantalla, siempre sentí que aportaba simbólicamente mi granito de arena al porcentaje.
En las pasadas fiestas navideñas, durante las que el programa dirigido por Luis Miguel González emitió nada menos que tres entregas, crucé los dedos en señal de prevención. Viendo las piezas con la actuación de Angélica Liddell en el pasado Festival de Otoño pensaba que aquello era demasiado bonito para ser verdad.
Parece que mis temores eran fundados. Los directivos de TVE han dado pasaporte a ‘La mandrágora’, por lo que salvo que corrijan la decisión el único programa de televisión dedicado a las artes escénicas ya es historia. Siendo triste la noticia, todavía lo es más que durante su larga vida el espacio haya protagonizado tan escasos titulares. Ya no digo críticas sobre sus contenidos, su forma de orientar los reportajes, su concepción visual.
La salud de ‘La mandrágora’ era tan escasa que los fieles lo mirábamos con el cariño con que se valoran esas salas de cine del centro de las ciudades venidas a menos, acechadas por el cierre. Su sola existencia ya es un logro, aunque a las fachadas les puedan faltar dos manos de pintura.
Cuando las barbas del vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar. Por la cuenta que nos trae, no estaría de más emprender una campaña de preservación de ‘Metrópolis’. En febrero cumple mil entregas. Pero también podría tener los meses contados. Y eso no lo debemos consentir.
Los programas culturales especializados son necesarios. No vale decir que en contenedores como ‘En la 2’ se potenciarán las informaciones relacionadas con las artes escénicas. Con la desaparición de ‘La mandrágora’ perdemos mucho. Como perderíamos, caso de consumarse, con el cierre de ‘Metrópolis’. Eso que nadie lo dude.


DELIRANTE

ANTONIO SEMPERE

Si los sketches se pudiesen contar con palabras, se publicarían y surtirían el mismo efecto. Pero no. El humor en imágenes es intraducible, porque tiene sus códigos. Esta semana vimos en ‘Muchachada nuí’ una de esas piezas intraducibles que compensa de la sequía a que nos somete en ocasiones la televisión.
En la sección ‘Celebrities’ le tocó el turno a Isabel Coixet. Y como era de esperar, Joaquín Reyes la bordó. Silueteándola de un modo muy distinto al que la hubiesen afrontado otros, como Mota, Los Morancos, Josema Yuste o Flo. Joaquín Reyes es intraducible. Todas sus ‘Celebrities’ lo son. Pero valga el recordatorio. Esa pose. Ese rictus. Esa declaración de principios en boca del personaje:
“Soy pura contradicción. Isabel es como una sonrisa. Coixet, como algo intenso y corto. Como un animalillo. Como una alimaña que se mete por debajo de la cama. Como algo intenso que se va. Como cuando te metes en el coche y te sale el aire caliente de golpe que es una bufá.
A mí la gente, en general, me da un asco… Yo cuando subo el ascensor no quiero ni compartir el aire. Por eso contengo la respiración. ¿No ves que te contesto con la mirada que voy al quinto piso? A veces se me ha acercado alguien a preguntarme algo y yo me he girado la cabeza y le he sacado del plano. A qué huele Isabel Coixet. A claqueta. Y a pedantería, no digo que no un poco. No he visto ni una de Eric Rohmer. Me he dormido en todas. ¡Es un secretito! Las películas hablan por sí solas. Todas las películas están hablando. Joder, qué intensa soy. No me digas que no mola sufrir…”.
Lo dicho. Intraducible. Pero muy disfrutable.


SALVAR ‘LA MADRÁGORA’

ANTONIO SEMPERE

Las redes sociales también se han puesto en marcha para salvar ‘La mandrágora’. Aunque la decisión de erradicar el programa por parte de la dirección de TVE parece irreversible. Pero vayamos por partes. Resaltemos paradojas. Cuando ‘El Mundo’ destapó en su página de Comunicación la noticia de su desaparición, hacía tres semanas que no había señales del programa en la parrilla. Y, sin embargo, nadie había abierto la boca. Cuando el 8 de enero, después de la reemisión de la ópera ‘Muerte en Venecia’, en la que fue la cuota de pantalla más baja en un ‘prime time’ de La 2 en años (un 0’6 %) ‘La mandrágora’ no dio señales de vida, ni el día 15, ni tampoco en las previsiones del día 22 y del 29 de enero, nadie dijo nada. Por otro lado, cuando ‘El País’ se hizo eco de la supresión, para ilustrar la noticia publicada en su edición del viernes 22 de enero eligió una fotografía de Rocío Muñoz Cobos. Cuando la bellísima y casi irreal Rocío Muñoz había dejado de presentar ‘La mandrágora’ dos años atrás.
Y es que da la impresión de que se habla de oído mientras, a la hora de la verdad, muy pocos han estado implicados realmente con el programa. Que aunque se siguiese conservando su nombre, poco tenía que ver con lo que fue en sus inicios. Al grano. Hemos perdido la única revista de artes escénicas de nuestra televisión pública. El programa dirigido por Luis Miguel González, sin presentador, con piezas de élite, con secciones propias, no puede suplirse por las informaciones que pueda incluir ‘La 2 noticias’ ni ‘Miradas’. Sería tanto como defender que se erradicase ‘Días de cine’ porque su negociado iba a ser cubierto por Mara Torres y Carlos del Amor.


TEDIO

ANTONIO SEMPERE

Trato de sacarle jugo a la presunta fiesta que se montan en ‘Sálvame’ por las tardes. Intento estéril. La gente que lo sigue y lo defiende me cuenta que aquello es una fiesta, un pretexto para que quienes están en el plató se lo pasen de miedo, en plan merendola familiar, propiciando el entretenimiento de los que estamos en casa.
No encuentro nada de eso. De hecho, se me hace dificilísimo llegar al final y cumplir con una entrega completa. Lo que me topo, por el contrario, son escollos: las interminables pausas publicitarias, las promociones dentro del programa en donde Jorge Javier anuncia con naturalidad las bondades de una cama, el insoportable jueguecito que se trae Miquel Sierra bautizado con el sobrenombre del revientaprecios.
Me da la impresión de que no soy el único que se aburre. Al fondo, veo a los colaboradores pasando páginas de las revistas como quien las mira en la consulta del dentista, sin importar lo que se llevan entre manos. El día de autos todavía existía un macguffin ciertamente divertido. La famosa Karmele no había sido descalificada de la selección previa de Eurovisión y algunos cantantes se atrevían a descalificarla como colega propiciando la polémica.
Mal que mal, imagino que las últimas semanas esa tontería habrá dado juego entre risas y gansadas. Pero el conato de fórmula Chikilicuatre bis ha sido abortada antes de tiempo. Por lo que la merendola se queda sin uno de sus asideros más relevantes. En este panorama aterriza Luján Argüelles, intentando llenar esas mismas tres horas de la tarde de los territorios de Cuatro. Hasta dónde llegará, a fecha de hoy, es una incógnita. Lo único cierto es que la audiencia parece optar antes por lo malo conocido que por lo bueno por conocer. Sin importarle el tedio.


¡UN GUIÓN!

ANTONIO SEMPERE

Desde los cinco primeros minutos, el visionado de ‘Up in the air’ me devolvió la fe en el cine. Por fin veía en pantalla un señor guión. Poderoso. Inteligente. Dibujando personajes creíbles.
Esto debería ser obvio. A un concierto se va a escuchar música, como a una exposición a contemplar una obra de arte. Por definición, al acudir a ver una película se supone que deberíamos asistir a la puesta en escena de un buen guión matriz, que siempre es motor de la historia, y sin el cual los actores no tendrián asidero al que agarrarse.
Sin embargo, sólo de cuando en cuando, como en el caso de este ‘Up in the air’, nos encontramos con un guión de manual, de libro. El 1 de enero, sin ir más lejos, se estrenó ‘Love happens’, de Brandon Camp, cuyo protagonista, como el que interpreta Georges Clooney en la película que alabamos, se ganaba la vida dando conferencias de motivación en hoteles de lujo. Sin embargo, en ‘Love happens’ la ñoñería y lo previsible campaban a sus anchas de principio a fin.
En lo que va de año, y toquemos madera para que siga así, el saldo está siendo muy positivo. Por unos cuantos guiones tópicos y previsibles, casos de ‘Qué fue de los Morgan’ o ‘Los fantasmas de mis exnovias’, han llegado a nuestras pantallas guiones tan excelsos como son los de ‘La cinta blanca’, ‘Un tipo serio’.
El cine español de 2010, eso sí, ha arrancado con graves carencias en los guiones. Siendo el mejor, el de ‘Hierro’ comete el error de convertir el que sería un buen cortometraje en largo. Los de ‘El cónsul de Sodoma’ y ‘La herencia Valdemar’ son tan torpes, ortopédicos y mentirosos, que sólo dan pena.


IMPOSTURAS

ANTONIO SEMPERE

Y Lola Herrera visitó Valladolid, y se fue de Pucela subiendo a un modesto tren regional. Es tan buena actriz, que todas las imposturas sobre las que se basa el formato ‘Volver con’ quedaron bien resueltas. Al final, para que se produjese el abrazo en el andén con su amigo del alma, que ese sí, sin impostura, derramó unas lágrimas porque nada es como antes y cuando los recuerdos se agolpan no hay más remedio que estallar, para que se produjese el abrazo televisivo, optaron por el regional en lugar del Ave. Y es que el Ave es como el avión. Obliga al embarque. A las colas. Al paso por la cinta de seguridad. Exime al acompañante de acercarse al andén. Se ha cargado las despedidas de antes. Eso, sin contar con los precios. Que no sé yo quién puede permitirse viajar de Barcelona a Madrid por más de cien euros el trayecto, o a Málaga por setenta, de Madrid a Valencia, ya lo anuncian, a 66 euros en clase turista, cuando ahora el mismo trayecto se realiza por 47 euros en sólo sesenta minutos más.
Por eso fui curioso que en esta visita entrañable, en donde había que primar los afectos, se echó mano de un regional en lugar de un tren de alta velocidad. Y de una ciudad decorada. Que la calle Santiago tenía una alfombra roja que no suele estar todos los días. Era cuando la pasada Seminci, en ese octubre en el que sobraba toda la ropa en Valladolid. Donde parecía primavera.
Lola Herrera regresó al Teatro Carrión de sus orígenes de 1947. A los barcos del río Pisuerga. Saludó con paciencia a todos sus admiradores. Y entre la impostura obligada por la reconstrucción de los hechos, nos regaló momentos de verdad.


MÚSICA CLÁSICA A HORAS IMPOSIBLES

ANTONIO SEMPERE

Han pasado los años, han cambiado gobiernos, el ente se convirtió en Corporación, pero hay algo que no cambia. Los conciertos de lo que en algunos estamentos llaman música culta continúan emitiéndose a las ocho en punto de la mañana, sábados y domingos.
Y ha llegado la televisión sin publicidad, dicen que hay que cubrir las ocho mil horas que genera esta ausencia, y sin embargo parece que a nadie se le ha encendido la bombilla y ha decidido trasladar el horario de estos conciertos. Que en ocasiones son bastante más divulgativos de los que algunos quieren reconocer.
Hace dos semanas se emitió nada menos que ‘El Mesías’ participativo que de un tiempo a esta parte organiza la Fundación La Caixa. De acuerdo que se veía el logotipo de la entidad en las carpetas de todos los miembros cantores, pero doy fe de que la experiencia fue una cumbre de belleza.
Claro que los conciertos se pueden ver más tarde en Internet, a la hora que más nos convenga. Pero hay bastantes pegas. Al séptimo día, los enlaces desaparecen de TVE a la carta. Y se necesita tener una buena conexión entre el portátil y la pantalla del televisor para gozar de una calidad aceptable de imagen y sonido. Y hacer el esfuerzo de recuperar el archivo y no dejarlo dormir en el limbo de los asuntos pendientes.
Por qué, me pregunto, en lugar de todo eso, no se modifica el horario. Con lo largo que es el día. Con lo larga que es la noche. Se mire por donde se mire, que desde hace veinte años la única posibilidad de ver la música de las orquestas sinfónicas, de zarzuela, de bandas militares, hasta de villancicos, haya sido asomándose a La 2 a las ocho de la mañana es un disparate de tal calibre, que bastaría aplicar un poco de sentido común para reconducirlos. Sólo Pilar Miró se atrevió a programar a la Orquesta de RTVE en el ‘prime time’ de La 1. Con Enrique García Asensio. ¿A qué esperan para mover ficha?


ESPECTADORES

ANTONIO SEMPERE

Ahora que la televisión pública se ha convertido en un videoclub, al mirar las cifras de audiencia que reflejan cuántos espectadores llegan a ver completas las películas que se programan vuelvo a comprobar el poder excelso de la televisión. El lunes La 1 contraprogramó a La 2, mientras que La 2 contraprogramó a La 1. Porque si ‘La caja 507’ era un thriller soberbio de Enrique Urbizu, ‘Napola’ suponía una interesante aproximación a los totalitarismos a cargo de Dennis Hansel, de quien un par de años más tarde nos llegaría ‘La ola’. Pues bien, ‘La caja’ la vieron más de tres millones de espectadores, y ‘Napola’, casi un millón y medio. Unas cifras tremendas si las comparamos con las que tienen lugar en los cines.
Recordemos que ‘Los condenados’ y ‘Petit indi’, tan ponderadas, anduvieron en torno a los diez o quince mil espectadores en todo el territorio nacional. Que ‘El cónsul de Sodoma’, a pesar del ruido mediático generado, sólo fue vista por algo más de veinte mil. Y que ‘La mujer sin piano’, a pesar de la presencia de Carmen Machi, difícilmente superará esas cifras.
¿Los peros? Siempre hay un pero en toda situación. Andan esperando en ‘Versión española’ las proyecciones y los coloquios de ‘El prado de las estrellas’ de Camus; de ‘Luna de Avellaneda’ de Campanella y de ‘Luz silenciosa’ de Carlos Reygadas. Sobre todo esta última representa un tipo de cine que no parece tener cabida en los esquemas de la televisión actual sin pausas, que debe sumar espectadores sí o sí. Si para que ‘Versión española’ se emita en La Primera hemos de perder el derecho a que acoja todas esas películas y coloquios que permanecen en lista de espera, sin duda que hemos salido perdiendo en el cambio.


MORGA

ANTONIO SEMPERE

Veo al concursante murciano de ‘Saber y ganar’ Antonio Morga, haciendo poco menos que de figurante, y no entiendo nada. Morga, por porte, por fuste y por intríngulis, pertenece a ese tipo de personas por las que cierto tipo de audiencia se sentiría embelesada. Pero las reglas son las reglas, y en ese plató de Sant Cugat parece que no se han enterado.
Hay tantas cosas que no entiendo… No comprendo cómo es posible que vaya a cumplir las tres mil ediciones una cosa tan desvaída y carente de macguffin como es ‘Saber y ganar’. Cómo persisten sus tics automáticos. Cómo se mantiene ese corrillo impostado en la penumbra mientras aparecen los créditos. Cómo suenan los aplausos enlatados de un público completamente inexistente en un plató siempre vacío. Cómo se suceden las secciones sin ningún criterio relevante. Cómo se despide de un día para otro a un concursante como Antonio Morga sin que haya tenido la ocasión de decir esta boca es mía.
En otros tiempos, habría dado gusto escuchar a Morga en ‘Pista libre’, con Sandra Sutherland y Rafael Izuzquiza. En cualquier coloquio juvenil de la época. Ahora, para escuchar a gente de su edad, uno no tiene más remedio que escudriñar en los aledaños de ‘Gran Hermano’. Pero sucede que a la casa de Guadalix de la Sierra no se acercan especímenes de su calado. Ni parecidos.
Y es por ello un absoluto desperdicio tenernos que conformar con saber que existe porque aparece junto al atril, envarado, con una camisa diferente en cada programa. Asistiendo como mero figurante a un guión impostado y carente de gracia, sin que nadie parezca darse cuenta de que la persona que se esconde detrás del concursante se les está escapando cruda.


FÁBRICA

ANTONIO SEMPERE

Cómo hemos cambiado. Es revelador que una de las productoras punteras del audiovisual de este país se denomine Fábrica de la Tele. Había que preguntarse qué fabrican. Lo más parecido al fast food. Productos de usar y tirar. Casi detritus. La palabra no engaña: fábrica, factoría, mero empaquetado de productos sin fuste en una especie de bucle sin fin.
Es paradójico que existiendo más horas que nunca de programación, de programaciones, habiendo tantas cadenas que deben llenar las 24 horas de señal, esas fábricas, dicho en plural, de productos televisivos, hagan las veces, con perdón, de meras excretoras de subproductos que huelen a distancia. Tanto es así, que si tuviesen que pasar un control de sanidad, como hacen los de cualquier otro producto relacionado con el consumo, quedarían fuera del mercado.
Cabe preguntarse qué fue de aquellos comunicadores de los mejores formatos televisivos que en estas últimas dos décadas han sido. De ‘Lo + plus’, Máximo Pradera anda en la radio y Fernando Schwartz en tierras insulares. Ana García Siñeriz se ha reubicado en informativos de Cuatro. Roberto Picazo remontó hasta convertirse en un líder del humor patrio, versión castellano manchega, pilotando un formato de ya lleva cuatro temporadas. Y sólo Ramón Arangüena cayó atrapado en la red de las fábricas de la tele.
De ‘La noche americana’, Juan Carlos Ortega se ha refugiado en Canal Cultural.es, con ‘La mitad invisible’, y continúa sus colaboraciones con Pepa Fernández en Radio Nacional. En ‘Carta blanca’ no había presentador, pero su director, Santi Tabernero, se encuentra al frente de los especiales musicales que produce TVE. De ‘Las cerezas’, Julia Otero encontró acomodo temporal en la televisión autonómica catalana, para después continuar su andadura radiofónica. Y poco más. La dichosa fábrica los termina engullendo a todos.


OCURRIÓ

ANTONIO SEMPERE

Puede que no sea lo más relevante de la jornada, televisivamente hablando, pero sí muy significativo: ‘Luz silenciosa’, la película de Carlos Reygadas que se llevó de calle el palmarés del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva y de otros muchos certámenes especializados, se va a estrenar en TVE a las doce y media de la noche. En la madrugada del domingo y en La 2.
De acuerdo que dura 130 minutos, que en ella prima la inacción y cierto goce contemplativo, y que su sinopsis no tiene connotaciones de musical. Es una historia intimista sobre una comunidad de menonitas y de un hombre que decide apartarse de la ley de Dios y de los hombres. ¿Por qué digo que es muy significativo que ‘Luz silenciosa’ se estrene en televisión este domingo, en plena madrugada? Pues porque si hacemos un poco de memoria, esta película era una de las que formaban parte de las previsiones de ‘Versión española’. Es decir, que de no haber sucedido el cambio de etapa de la televisión sin publicidad, de haber continuado el espacio presentado por Guillén Cuervo en La 2, ésta hubiera sido una de las películas estrella de la temporada. Y hubiese contado con su coloquio correspondiente con los autores.
Las consecuencias de todo esto son evidentes. Uno llega a dudar de que vayamos a mejor. Al fondo siempre surge la misma pregunta. Para qué demonios queremos, a toda costa, mantener o incluso superar las cifras de audiencia. ¿No quería TVE volcarse con el cine en su nueva etapa? ¡Sea! Pero condenar al ostracismo de las madrugadas una película mexicana de 2007 avalada por todos los premios habidos y por haber no parece el camino más recto para conseguirlo
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