Abel Ayala es el equivalente a la vida.
Cuando Abel aparece en pantalla, la inunda. Cuando Abel comparece en la sala de prensa, saltan chispas. Y la pose, la mentira, la impostura, los juegos de mercado desaparecen.
Porque todo en Abel es natural, espontáneo, arrebatador, chispeante. Se estira, gesticula, ríe, sonríe y apostilla en un sensual acento latinoamericano. Por eso, en cuanto termina la comparecencia, me fundo con él en un abrazo cómplice. Para que me contagie la vida.
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