Cuando la noche del 13 de febrero, se dilucide si Antonio de la Torre logra el Goya al mejor actor durante la XXV ceremonia de entrega de los Goya, me emocionaré. Seguro que me emocionaré como una madre. Porque hay vínculos invisibles que nos unen, y que hacen que, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con este tocayo, al que la verdad sea dicha, veo poco, me provoque un chispazo, una emoción sentida. Por muchos motivos.
viernes, 10 de diciembre de 2010
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