Compartir tertulia esta mañana del 3 de agosto en la terraza de Felipe II ha sido una bendición. En mi horario pautado y requeteprogramado (tal vez vendría bien más improvisación) esta cita matutina no estaba prevista. Así, por sorpresa, me encuentro con uno de los abrazos más sentidos y cariñosos del verano. Y no me voy a hacer el valiente ni el duro: si no fuera por estos afectos, qué sería de mí. La mesura de Eduardo, su serenidad (es que hago yoga, matiza) y su mirada limpia y cercana, me hacen mucho bien en este arranque agosteño.
miércoles, 3 de agosto de 2011
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