Escribir con la ventana abierta, sin el aire acondicionado, con la temperatura idónea, de unos veinte grados, es una bendición después de haber soportado tantos grados y tanta humedad desde primeros de junio. Recuerdo que encendí el aparato en casa la última semana de mayo. También para dormir. Hace ya seis semanas.
miércoles, 8 de julio de 2009
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