Es el primer verano que logro impartir tres talleres seguidos. Es una estupenda forma de dar la vuelta al calcetín. De transgredir el verano. Reconvirtiéndolo en curso lectivo. Como el otoño o como el invierno.
Desde luego que si hace diez años me hubiesen dicho que esto iba a ser posible no lo habría creído. Pero ahí están los hechos, muy elocuentes.
La de Marcelino Leo Lando, alumno indonesio, es la última de las sonrisas que me llevo de este campus.
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