Éste es el panorama que se ve desde casa.
No me agobio. A diferencia de los siete fines de semana precedentes, no tengo que refugiarme en un convento de monjitas ni pedir asilo en casa de ningún amigo madrileño. Aquí tengo mi espacio. Mi rincón. Y sólo de pensar el ajetreo que me espera otra vez el lunes, apetece el reposo. La calma. La quietud del lugar. 40 horas para mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario