Lo de Julio César Tortuero es un milagro.
Que nuestra relación sea tan fluida, que me conozca tanto tantísimo, y que me quiera como me quiere (mejor dicho, que nos queramos como nos queremos) es sumamente esperanzador.
Porque otras veces no ha ocurrido. Otras veces no ha podido ser, y pese a que he elegido, he apuntado y lo he intentado, por lo que sea, no ha habido correspondencia. Y es que no siempre la hay. En ocasiones, he sido yo quien no las he facilitado. Las relaciones personales son así.
En fin, la cuestión es que con Julio las cosas han sido realmente fáciles. Cuando nos conocimos él todavía no había cumplido los 17, pero ese dato no importó. Así de grande era la certeza que sentí al verle y escucharle. Ahora tiene 22 años, ha pasado su último curso de Erasmus en Turín, y ahora acaba Periodismo en Madrid.
Es inevitable recordar mi conversación de esta misma mañana con Concha Barral. Cuando ella me recomendaba la función de Pou 'The History boys' en el Teatro Goya de Barcelona. Con un plantel de chicos maravillosos.
Que no todos son como Julio, pues claro que no. Pero que haberlos, haylos. Que a la mayoría les han inculcado que lo más grande del mundo es un Barça-Madrid, de acuerdo. Pero que también los hay que tocan el oboe, ven retrospectivas de cineastas radicales y se pasan las horas muertas en las librerías.
Tampoco en la época de Buñuel, Lorca y Dalí, en una España de veincinco millones de habitantes, me recuerda Concha, eran todos como los de la Residencia de Estudiantes.
Julio vuelve mañana a Madrid. Por eso quedamos a comer hoy. En el Hotel Olid. Un lujo. Un lujo a nuestro alcance. Nuestro.
domingo, 26 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario