Como muy bien me dice Oliver en nuestro café en el aeropuerto (voy a recibirle, procedente de Palma, como se acude a recibir a quien se profesa cariño verdadero) mi tarde de domingo ideal sería aquella en la que viniesen a visitarme todos esos amigos queridos, esa tarde en la que me viese rodeado por la gente a la que quiero. ¿Es lo que los demás consiguen con naturalidad y yo no? ¿Es por eso que si me comparo me siento mal, como en desventaja con el resto?
domingo, 4 de abril de 2010
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