jueves, 1 de abril de 2010

COLUMNAS PUBLICADAS EN MARZO DE 2010

LA CONCOSTRINA

ANTONIO SEMPERE

Cómo es la Concostrina. Me refiero a Nieves Concostrina. La única. La genuina. Hace poco saltó a la palestra porque ganó el premio de Periodismo Rey de España por una pieza sobre el Quijote que realizó para Radio 5 Todo Noticias, pero para mí que esta mujer merece más predicamento del que recibe. Porque es verdaderamente tremenda.
En la sección ‘El Acabóse’ de ‘No es un día cualquiera’, por ejemplo, nos brinda diez minutos de divertimento partiendo de un tema tan aparentemente árido como las defunciones y enterramientos de la gente famosa y no tan famosa a través de los siglos. Y lo hace con una gracia y un desparpajo realmente envidiables. Hay personas a las que no imaginas dedicándose a otra cosa a la que se dedican. Y ese es el caso de la comunicadora que nos ocupa. Que, por esos azares del destino, podría estar en un instituto dando clases de Literatura, y entonces sería la reina de la sala de profesores, y no faltarían contertulios en torno a su café, pero en ese caso los únicos beneficiados de su bonhomía serían sus compañeros, y no todos los oyentes anónimos que, de este modo, por la gracia de las ondas, podemos ser cómplices de su alegría.
Me basta recordar la participación de la Concostrina en la tertulia sobre el consuelo para esbozar una sonrisa. El que no se consuela es porque no quiere, terció al final de la charla a modo de balance. Y lo que en otro hubiese sido frase hecha, en ella cobraba todo el sentido.
La Concostrina es madrileña. Y muy lejos de los tópicos, eso imprime carácter. Su deje, su tono y sus maneras la delatan. Es un gusto escucharla más chula que un ocho.

YA QUEDA MENOS

ANTONIO SEMPERE

Ya queda menos para pagar por publicar. Si pagamos por necesidades básicas como son el comer, el beber, el vestirnos o el acudir a un gimnasio para hacer ejercicio, qué problema va a haber por hacer lo propio para publicar en papel. Lo pensaba mientras veía el reportaje de ‘Informe semanal’ titulado ‘La tormenta de papel’.
Teniendo en cuenta que, como recuerda Juan Cruz en su último libro, los egos de los escritores andan revueltos, y quede claro que detrás de cada periodista de opinión, como detrás de cada periodista de información general, debiera haber siempre un escritor, y teniendo en cuenta, además, que como bien explicó Eduard Punset en su mítico programa, para alcanzar la felicidad son tan necesarias esas necesidades físicas que consideramos básicas como aquellas otras que a veces soslayamos como el reconocimiento social, las consecuencias están muy claras. Habrá que pagar. Claro que habrá que pagar para alquilar tu espacio en los periódicos.
Si las empresas periodísticas, tal y como contaron los directores de las principales cabeceras, están tan mal como dicen, si las ventas de ejemplares han caído entre un treinta y un cuarenta por ciento, y los ingresos publicidad van de mal en peor, pues tendremos que hacernos a la idea. Una vez mentalizados de que lo de cobrar empieza a ser una entelequia, daremos un paso más, y empezaremos a asumir que, cuanto antes, serán los propios firmantes quienes tendrán que sostener el tinglado, contribuyendo a que el barco no se hunda.
¿Que soy un exagerado? No sé qué decir. Cuando un día y otro y otro escucho de boca de un directivo de un medio comunicación el dichoso estamos en economía de guerra me espero cualquier cosa. Así es que más nos valdrá hacernos a la idea.

LA JAULA

ANTONIO SEMPERE

No engañan a nadie. Transparente desde el título. Una nueva jaula de grillos se oficializa en la tele privada para llenar las tardes. Tampoco es que le hayan dado muchas vueltas. Para qué. ‘La jaula’ es muy definitoria. ¿Cómo se puede denominar mejor a ese tipo de gallineros televisivos que tratan de ser competitivos?
Porque ahí está el quid de la cuestión. La otra televisión, la de los magacines de antes, se ha convertido en un anacronismo. En agua pasada. En un recuerdo de otras épocas. Hace mucho que la televisión comercial impuso sus reglas. Y en ellas dejó muy claro que cualquier conversación sensata o cualquier invitado que tenga algo que contar, no tiene más remedio que ser desviado hacia esos formatos que acogen los canales temáticos. Los marginales. No los vistos masivamente.
Esto se da por bueno y se cumple a pie juntillas. Pero si hasta La Primera se ha permitido desde primeros de año prescindir de su único programa de entrevistas no políticas, ese que se llamaba ‘En noches como ésta’.
A cambio, las parrillas se nos llenan de jaulas de grillos. Quien no tenga instalada una jaula sabe que no tiene nada que hacer. Y cuánto le cuesta, y qué equilibrismos tiene que hacer La Primera para intentar seguir liderando todo este tinglado prescindiendo de estas jaulas.
En Cuatro tienen una muy simpática. La montaron unos hombres de radio que, curiosamente, hacen la televisión más contundentemente visual del mercado. Llevan más de quinientas noches reuniéndose en ‘El hormiguero’. Vocean, gritan, pero desde luego que con el ritmo que han impreso a su jaula han conseguido que sea una de las más soportables de cuantas podemos contemplar.

POESÍA

ANTONIO SEMPERE

Tomo notas sueltas disfrazado de alumno en un taller de poesía. En una universidad pública. Hay pocos asistentes, pero el profesor, Julián López, que podría ser tan mediático como David Trueba o Félix Romeo si se lo propusiera, alumbra muchas ideas.
Comunicas, o expresas, algo que ya tienes, una información que ya posees. El arte no funciona así. Lo que está en el poema no estaba antes en ningún sitio. Uno escribe lo que no sabe. Pinta lo que no sabe. La emoción se crea en el poema.
A veces sentimos una revelación cuando, al expresarnos verbalmente, nos sorprendemos de saber algo que no sabíamos que sabíamos. A los profesores nos ocurre de vez en cuando. El poema es un proceso químico, casi. Con su particular digestión. El propio texto es el que crea lo que pasa.
Para escribir de un modo creativo hay que adquirir un proceso de desautomatización. La lucha del arte es la lucha contra el uso, contra el hábito adquirido. Las palabras están malgastadas. En el lenguaje cotidiano usamos el noventa por ciento de las palabras de un modo funcional, desposeyéndolas de su significado y de su música.
El acto creativo lleva implícito el ejercicio de percibir. Y percibir es lo contrario de estar muerto. Escribimos para contar lo que no está dicho. Con un ritmo determinado, a veces congénito. En español, de promedio, respiramos cada ocho sílabas. El ritmo está en nuestra cabeza. No afuera. Dentro.
¿Que es difícil escribir? Claro. ¿El amor no es difícil? ¿Y la paternidad? Todo lo exigente entraña dificultad. Es incómodo porque nos expone. Enfrentarse a un texto es exponerse. Decía Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Escribimos para ensanchar.
Me enrabieto pensando en lo que lo que la televisión nos quita, o no nos da.

PASAR PÁGINA

ANTONIO SEMPERE

En ‘España directo’ siempre están deseando pasar página. Porque no es tan importante lo que estamos viendo cuando la sensación de movimiento constante, de dinamismo exacerbado. El reporterismo de ‘España directo’ es un estado de ánimo. Como la crisis. Como la felicidad o el desamor. Así es que ya se sabe. Hay que cumplir las reglas. Y las reglas están muy claras. Es necesario pasar de un tema, e ítem más. Hay que hacerlo siempre por contraste. De lo amable a lo dramático, y de lo dramático a lo amable. Para no pasarse ni quedarse corto. Para no saturar. Dando más de lo mismo, pero sin que se note.
O aunque se note, da igual. A la gente se le acostumbra a una cosa e inconscientemente la asimila. En ‘España directo’ han aprendido muy bien las fórmulas y las siguen a rajatabla. De forma que aunque veamos lo que toque ver, estamos también muy pendientes de lo que asoma por la ventana inferior, que nos anuncia lo que está por llegar. Y aunque ni una ni otra cosa sea de gran interés, vamos tirando.
También hay otra tele, claro está, como esa que hace Iñaki Gabilondo en su programa ‘Hoy’. El otro día pidió a su invitado, Joan Manuel Serrat, que titulase las cuatro fotografías de la jornada. El cantautor lo hizo con titulares cortos, de una sola palabra. Como los diarios deportivos. Apareció la fotografía de Pep Guardiola y él se limitó a decir: ‘Fe’. Y con eso, estaba todo dicho. En La 2 dieron más rodeos, y contextualizaron durante media hora la figura del hacedor de la figura mediática. Pero eso se da en otra televisión. En otras latitudes.

JÓVENES


ANTONIO SEMPERE

Seguí con interés la conversación entre Iñaki Gabilondo y el director del Injuve, y digo bien conversación, puesto que no había papeles ni cuestionario ni guión de por medio. Lo primero que me llamó la atención fue la existencia, a estas alturas, de un cargo como éste. ¿No habíamos quedado en que la juventud duraba siempre? ¿No habíamos convenido que el concepto de la juventud se puede estirar a conveniencia? A ver quién me demuestra que ya no soy joven, que ya no pertenezco al universo juvenil. Pero si hasta José Luis Sampedro, nonagenario confeso, continúa siendo un referente del concepto de lo joven. Uno cita a Sampedro y, por asociación de ideas, la primera palabra que te viene a la mente es joven. Por eso me sorprendía tanto, en el décimo año del siglo XXI, que todavía existiese un instituto tan específico como el Injuve. A estas alturas, tan genérico y generalista, valga el juego de palabras, como un ministerio de Igualdad. Lo que no me quedó nada claro durante la charla entre Iñaki y Gabriel, que confesó tener 31 años, se me hizo claro y meridiano en cuanto Gabilondo se sentó a la mesa de debate junto a los contertulios que sí son de mi quinta. Para ellos, profesores y analistas, ser joven suponía, primero, estar simultáneamente en el mundo real y en del ciberespacio; y dos, manejarse con naturalidad con las lenguas extranjeras. No hizo falta que siguieran. Ahí sí, me vi apeado del grupo. Puedo no tener un trabajo estable, puedo comprenderles y hablarles de igual a igual, y convivir con mi complejo de Peter Pan. Pero mi analfabetismo informático e idiomático me delata. Es evidente: aunque me pese, nací mucho antes que ellos.

JUAN DE PABLOS

ANTONIO SEMPERE

Juan de Pablos ha logrado el premio a la mejor labor de difusión en los Premios de la Música cuya gala de entrega emitió La 2. A pesar de sus más de cuarenta años divulgando canciones, nunca ha sido Juan de Pablos un personaje público al uso. Su ‘Flor de pasión’ es toda una marca. Como su nombre. Pero después de cuatro décadas ha sido capaz de vivir completamente al margen de corrientes, modas y saraos.
Lo que de verdad ha movido a Juan de Pablos ha sido una vocación, una llamada. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que érase un hombre a un micrófono pegado. Con una particularidad. Que siempre se ha dirigido a individualidades, nunca a colectivos. Siempre ha hablado con el micrófono de tú a tú, como se habla cuando se tiene enfrente a una persona. No a dos ni a tres ni a cinco. A una.
Son las reglas del juego de las distancias cortas y de las complicidades personales. Parece obvio, pero no lo es, puesto que según las reglas del juego que impone la radio, existe la impostura casi implícita de que quien se comunica a través de ella lo hace a un colectivo, y a un colectivo anónimo. No a una persona, como Juan de Pablos. Es muy difícil abstraerse y realizar este ejercicio íntimo, encontrar esta clave, desautomatizar la impostura.
Piensen por un momento en comunicadores radiofónicos favoritos. Se dirigen al colectivo de oyentes, y no lo disimulan. En fin, no sé si todo esto es una elucubración. Lo único cierto es que Juan de Pablos ni se ha prejubilado ni se jubila.

MENOS ES MÁS

ANTONIO SEMPERE

Quiero lanzar una pregunta inocente sin que sirva de incomodo: ¿alguien puede ver una edición de ‘Días de cine’ de una tacada, tal cual se emite, asimilando información a lo largo de sesenta y un minutos, sin quedarse literalmente turulato?
Hay que ver cómo lo trabajan, qué empeño ponen en cada una de las piezas. Cuánto esmero ponen en todos y cada uno de los detalles, incluidos esos pasajes cinéfilos que colocan a modo de interludio entre un reportaje y el siguiente. Pero creo que no se han dado cuenta de que un programa de televisión es otra cosa. Algo más que la suma de tantísimo material.
Da la impresión de que cada redactor o redactora se ocupan en hacer lo suyo lo mejor posible, entendiendo como lo mejor metiendo cuanto más mejor, citando cuanto más mejor, documentando cuanto más mejor. Pero falta que alguien amalgame todo eso. Que el programa respire. Que tuviese un poco de plató. Alguna conversación, aunque fuese fuera del mismo. Un cara a cara entre invitados. No sé. Todo ese ritmo que alcanza, por ejemplo, ‘Página 2’, y que de la que esta revista de cine adolece.
Los Telediarios duran en la actualidad los mismos sesenta minutos que ‘Días de cine’. A algunos se les hacen muy largos, es cierto. Pero tienen su escaleta, su tempo, y la verdad es que a menos que te descuidas puedes dejarte llevar por ellos hasta el final. En ‘Días de cine’, incluso en un momento de supuesta calma, como es la página de la Banda Sonora, te colocan un montón de rótulos para que no pares de leer. La cuestión es darlo todo. Y a veces menos es más.

EL DÍA DESPUÉS

ANTONIO SEMPERE

Soy defensor de la prensa en papel. Ahora y siempre. Pero cuánto sufrimos los columnistas con la maldita sensación del retardo. Escribamos cuando escribamos, nuestro texto no comparecerá ante los lectores hasta el día después. Y eso, en ocasiones, es una eternidad. Estamos obligados al retardo. Estamos obligados a comentar, si lo deseamos, siempre con veinticuatro horas de retraso.
Cuando escribo estas líneas todavía no se ha emitido la entrevista al presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Sin embargo, cuando me lean, no sólo se habrá salido en antena sino que cada cual habrá extraído sus titulares de la misma y, más todavía, se conocerán los datos de audiencia acerca de cuántos espectadores la han seguido.
Mientras escribo estas líneas, todavía no ha salido en antena la primera edición del programa ‘La jungla’, no he visto lo que ha hecho o ha dejado de hacer Paquirrín, ni Juan Carlos Ortega, ni Xavier Deltell. Y lo que es peor para realizar un análisis. Desconozco cuál habrá sido el veredicto de la audiencia. Si habrá logrado arañar algo a ‘Sálvame’.
Mientras escribo estas líneas, ojeroso tras una madrugada de Oscars, sí sé que ‘En tierra hostil’ ha arrasado, en detrimento de ‘Avatar’. Sí me encuentro la mar de contento por el hecho de que ‘El secreto de sus ojos’, un hijito de Gerardo Herrero, se haya traído el Oscar bajo el brazo. Pero a la velocidad que van las noticias, todo tan en tiempo real, estos asuntos, leídos en la tarde del martes, podrán parecer una auténtica antigualla, desterrados por vete a saber qué.

CUESTIÓN DE DISFRUTE

ANTONIO SEMPERE

Ay, Vicky Peña. Pero cuánto nos da esta mujer en cada uno de sus interpretaciones. Cuánto nos hace disfrutar con sus trabajos. El lunes la vimos, después de Zapatero, dando cuerpo a la madre del asesino del círculo, dentro de ‘La huella del crimen’. Aportando matices sobresalientes.
Una tv movie no es una película. Por tanto, no hay que exigirle, ni por presupuesto ni por libro de estilo, más allá de lo que se espera de una obra de estas características. Pero tampoco menos. Este asesino del círculo contado por Pedro Costa y Fernando Cámara cumplió.
En buena medida gracias a esos actores que van ganando confianza en su relación con las cámaras de televisión. Figuras como las de Carlos Hipólito, inmenso en teatro pero generalmente entrecortado en sus inicios televisivos, ha adquirido tanto oficio que es capaz de hacer grandes aportaciones que, en principio, podrían no pasar de meramente alimenticias. Otro tanto podría decirse de Joaquín Climent, cuya presencia nunca defrauda.
O Roger Coma, a quien descubrió un buen día Ventura Pons, y que en esta ocasión tenía que enfrentarse a un papel protagonista dominando los tiempos y los planos cortos televisivos que, tengámoslo muy en cuenta, poco tienen que ver con los cinematográficos, no hablemos ya de los teatrales.
Hacia el final de esta película sobre el asesino del círculo nos encontramos con dos secuencias, dos encuentros cara a cara, que justificaron su visionado. Roger Coma con Vicky Peña, y Roger Coma con Hipólito, vídeocámara de por medio, al estilo de ‘Tesis’. Cuánto disfrutarían ensayando y rodando. Y cuánto nos hicieron disfrutar a nosotros. Gracias.

MÁS MADERA

ANTONIO SEMPERE

Antena 3 lo tiene muy claro. Más madera. Aurelio Manzano y Carlos Navarro la montaron. El primero amagó con abandonar el plató. Pero la presentadora, Anna Simón, impuso la paz. Y el espectáculo subió varios enteros, mientras la grada jaleaba cada uno de los movimientos, las expresiones y las salidas de tono. La discusión duró cinco minutos, y cualquiera de ellos parecía optar al minuto de oro. A la desesperada. Si la primera entrega del programa había sido superada incluso por los documentales de La 2, había que darlo todo antes de que el barco se hundiera.
La situación me recordó a la tertulia que Pepa Fernández había mantenido en ‘No es un día cualquiera’ sobre la vulgaridad. En ella recordaba el analista de audiencias Ricardo Vaca una de las conversaciones mantenidas con el director de una de esas cadenas privadas todopoderosas. No es que estuviesen al frente de una especie de conspiración vulgarizante. Nada de eso. Se trataba simple y llanamente de que se debían a unos anunciantes. Los directivos de las cadenas tenían como objetivo captar publicidad. Y para lograr clientes necesitaban una determinada cuota de pantalla. Unos formatos que la propiciaran.
Con este razonamiento todos quedan a salvo. La vulgaridad está justificada siempre y cuando arroje una buena cuenta de resultados. El directivo echa las culpas a la gente que demanda esos productos. Los trabajadores implicados se justifican argumentando que hay que comer, que afuera hace mucho frío.
Y como bien afirmaba el filósofo Marina en la mentada tertulia radiofónica, “la vida noble admira la excelencia, mientras la vulgar piensa que todos somos iguales, pero iguala siempre por abajo”.

DEFENSORA

ANTONIO SEMPERE

Qué quieren que les diga. Contrasta cómo los medios, o determinados medios y arribafirmantes se han lanzado a degüello contra la televisión pública con motivo de la emisión de esa promo de la campaña estoloarreglamosentretodos, y el silencio registrado después de la emisión el pasado sábado, entre partido de tenis y partido de baloncesto, casi de incógnito, de una nueva entrega del programa de la Defensora.
Ni me dan comisión ni tengo nada que ver con la televisión y la radio públicas más que como espectador y escuchante, pero me fastidia que mientras unos comportamientos se miran con lupa de muchísimos aumentos, lo que ocurre en otras latitudes, aunque salte a la vista y sea bastante grueso, parezca importar a muy pocos.
Viene al caso este comentario porque recuerdo que Pepa Bueno, que sí recibió comentarios elogiosos tras su entrevista con el presidente del Gobierno, dio la cara en el programa de Elena Sánchez, y respondió a tres preguntas muy incómodas relacionadas con los Telediarios. En una se planteaba por qué se emitieron, sin previo aviso de lo fuertes que eran, las imágenes del accidente mortal del corredor de luge en la víspera del inicio de los Juegos de Vancouver. En otra se hacía referencia al centralismo informativo y la esa gran cantidad de ocasiones en que para ilustrar temas de cultura o sociedad que podrían incluir contenidos procedentes de ciudades como Vigo, Sevilla o Girona, se va a morir a Madrid y alrededores. Y en tercer lugar, ahí es nada, un espectador planteó la subjetividad en las noticias, empezando por el tratamiento del lenguaje.
Que yo sepa, pocos valoraron públicamente el gesto y las respuestas, mientras a los dos días bastó un spot para generar el revuelo.

EXPERIMENTO SOCIOLÓGICO

ANTONIO SEMPERE

Resulta curioso recuperar las imágenes de la rueda de prensa de la presentación del programa ‘La jaula’ cuatro días después de su estreno. Es una de las bondades de Internet. Ahí está el archivo audiovisual a disposición de quienes lo deseen. Y resulta curioso por varios motivos. Por lo que tiene de declaración de intenciones y, por tanto, de contraste entre objetivos y hechos consumados. Y por qué no decirlo, por constatar lo efímero de los formatos de televisión actuales. Hoy asistes a una rueda de prensa de inicio de temporada y tienes que hablar de futuro, proyectos, bondades y contenidos como si aquello fuese a durar siempre, pero por dentro sabes que en no más de una semana el programa puede ser cancelado.
De ahí el interés, hasta sociológico, de recuperar lo que se dijo en aquella presentación. Y en qué términos se verbalizó la declaración de principios. Se evitará la gresca, aseguraron. Y en la segunda entrega un agrio enfrentamiento verbal entre Aurelio Manzano y Carlos Navarro estuvo en un tris de desembocar en el abandono del plató por parte del primero. Hasta la presentadora, Anna Simón, tuvo que escenificar su arbitraje, sentándose en medio de ambos.
Y eso que Antonio Albert, y no dudamos de su palabra, lo dijo bien claro: el único objetivo del programa era la diversión, eso que se ha dado en llamar buen rollo. “Nuestra ambición es pasarlo bien”. Por ejemplo, mostrando facetas desconocidas de los colaboradores. Como Kiko Rivera, que según explicaron los responsables, acudía en calidad de humorista. “Ya ha formado pareja de hecho con Juan Carlos Ortega”.
Resulta curioso revisitar el vídeo de la rueda de prensa del bautismo de ‘La jaula’ por muchos motivos. Tantos, que no sería mala cosa que algún formato serio, incluso algún documental de La 2 del futuro, lo usase como materia de estudio. Ayudaría a desentrañar cómo funcionaba el audiovisual de un tiempo muy concreto. El nuestro de aquí y ahora.

MONSERGAS

ANTONIO SEMPERE

DIEZ semanas, diez, ha necesitado el contenedor Para todos La 2 para arrancar. Pero una sola para evidenciar que interesa más bien poco. Los análisis de las audiencias son elocuentes. El viernes sólo logró un 0'8 por ciento de cuota de pantalla. Es decir, que de cada cien espectadores que tenían la televisión encendida a la hora de comer, entre la una y media y las tres y media de la tarde, ni siquiera uno se dignó a sintonizar con ese nuevo formato que se autodefine como de servicio público cien por cien.Para todos. Es su lema desde el título. Sin embargo, 99 de cada cien televidentes lo ignoraron. Cómo somos. En cuanto nos ofrecen algo que haga pensar, lo soslayamos. Monsergas, las justas, parece que queremos decir. Y da la impresión de al espectador o ciudadano medio este nuevo contenedor, por mucho que lleve secciones tendentes a escudriñar en las aristas de una sociedad más justa y participativa, no le suena más que a eso. Monsergas. A mí dame recetas de cocina. A mí dame las últimas novedades relacionadas con el caso de Marta del Castillo. A mí dame el avance de los temas que se profundizarán a la hora del té en Sálvame. A mí dame una ración de esos informativos tan entretenidos. Y a mí, por supuesto, dame Los Simpson, aunque sea en su enésima repetición. Pero no me des algo que requiere mi atención, no me obligues a inmiscuirme en algún tipo de conversación o reportaje que requiera de mi complicidad como ciudadano comprometido, porque desconecto. Nadie se quejará de que exista, por supuesto. Faltaría más. Pero nadie lo ve. Para todos La 2. Es un decir.

PURO KITSCH

ANTONIO SEMPERE

Cuando hablamos de fiestas y de tradiciones, solemos dar todo por bueno. Como si viniese de tiempo inmemorial. Como si siempre hubiese sido así, cuando hay detalles, gestos, hábitos adquiridos anteayer. Del 1 al 19 de marzo podemos ver a través de las plataformas digitales la transmisión de las diecinueve mascletás que se celebran en la plaza del Ayuntamiento de Valencia. El concierto ejecutado por el maestro pirotécnico con sus respectivos ciento y pico kilogramos de pólvora es impresionante. No así la transmisión de la televisión autonómica correspondiente, mecánica, plana y repetitiva.
Podría intercambiarse la de un día por otro sin que el espectador percibiese ninguna diferencia. Lo que contrasta dada la evolución experimentada por los formatos de reporterismo de calle, tan cambiantes. La retransmisión tiene su estructura férrea y rinde pleitesía a la presidencia.
A su final llega un momento impagable, que a mí particularmente me produce estupor. Desde hace unos años se convino que en cuanto acaba el disparo debe sonar a través de la megafonía instalada en toda la plaza del Ayuntamiento el pasodoble ‘Valencia en fallas’. Créanme: lo que se oye es inenarrable. Dicho sea con el respeto a su autor, y con cara de perplejidad a quien o quienes decidieron que esas notas se convirtiesen en banda sonora.
Por si fuera poco, Rita Barberá se crece y ejerce con entusiasmo como directora de una coral, haciendo aspavientos con los brazos. Habrá quienes piensen que la escena va en consonancia con las señas de identidad de la propia fiesta. Se llaman fallas, sí. Puro kitsch. Pero en semejantes dosis, agota. Véanlo. Es mucho más de lo que cuento

MIRADAS ENTRENADAS

ANTONIO SEMPERE

Pregunto a mis alumnos de Periodismo, en un aula con más de ochenta asistentes, si han visto alguna de las siete entregas emitidas hasta esa fecha de ‘Para todos La 2’. Ni siquiera conocen su existencia. Sólo uno levanta tímidamente el brazo. Siguió un fragmento. “Quería ver ‘Saber y ganar’, y me lo encontré”, se disculpa. Para, a continuación, pronunciar una frase lapidaria: “Me pareció televisión local”.
A lo que el alumno aludía, sin necesidad de teorizar nada ni justificar su afirmación, era a un determinado look, a un tono, a un plató, a una disposición del público, a una disposición y a unos modos de hacer que, en su inconsciente de espectador curtido, asociaba con un producto más propio de canales locales sin medios que con los formatos a los que nos tienen acostumbrados las cadenas.
Y es que tenemos las miradas lo suficientemente entrenadas como para, en un primer golpe de vista, detectar a qué época pertenece una imagen, cual es su contexto. Que La 2, sobre el papel un canal que debiera situarse en la vanguardia, ofrezca un producto que, juzgado a primera vista por un espectador joven no avisado, parezca un programa de televisión local infiltrado en una cadena nacional, da que pensar.
También que la población universitaria haya dejado de seguir la televisión a través de la pequeña pantalla, y lo haga a la carta, picoteando, desde sus portátiles.
Hablando de miradas entrenadas, y por contraste al look de ‘Para todos La 2’, evidenciamos que el otro formato que se estrenó el mismo lunes 8 de marzo, ‘La jaula’, es fruto de una privada. Más todavía. Lleva sello Gestmusic. Color Gestmusic. Edición Gestmusic. Siquiera inconscientemente, la gente lo capta.

50 AÑOS DE CONCURSOS


ANTONIO SEMPERE

Anoche debía haberse emitido la entrega correspondiente a los '50 años de concursos' dentro de la serie documental '50 años de'. De haberse cumplido las previsiones iniciales, aquellas que me esbozó el director de la serie, Manel Arranz, cuando allá por el mes de noviembre me llamó para concederme el honor de ser el guionista de dicho episodio.Pero recientemente hubo cambio de planes. Parece que desde arriba han optado por guardar las nuevas entregas de estreno para cuando regrese 'Cuéntame'. Parece que prefieren emitirlas después de esa serie evocadora en lugar de ir a continuación de 'Águila roja'. La cuestión es que comenzaron con las reposiciones de los dieciseis episodios realizados por directores de prestigio, como el de Oristrell, narrado por la excelente comedianta Carmen Balagué, reconvertida por un día en periodista. Tendremos paciencia. Por el momento, me quedo con la experiencia vivida, esa que me posibilitó, a primeros de año, zambullirme en el archivo de TVE del edificio inteligente de Prado del Rey, en cuyo negociado se encuentra gente maravillosa, empezando por su responsable, Yolanda Martínez. Y peiné mis concursos preferidos. Recuperé en la pantalla de la moviola, demasiado pequeña para mí, el 'Cesta y puntos' con Daniel Vindel, el 'Subasta de triunfos' de Antolín García, el 'De la A a la Z' con Rosa María Mateo, 'Las supersabias' con Torrebruno y Josele Román, el 'En equipo' con Uribarri, el 'Cambie su suerte' con Pecker y Prat. Eso por citar unos cuantos de los que se conservan en riguroso blanco y negro. Fue muy emocionante y placentero. Con un poco de suerte, algún jueves de este 2010 lo veremos nuestras pantallas de casa, no tan pequeñas.

TEATRO EN LA TELE

ANTONIO SEMPERE

En principio, deberíamos alegrarnos muy y mucho por el presunto retorno de ‘Estudio 1’ a nuestra pequeña pantalla. Sin embargo, surgen los peros. Parece que la puesta en marcha de la grabación de ‘La viuda valenciana’, de Lope de Vega, pretende ser como uno de esos grandes eventos culturales con los que los políticos lucen orgullosos en la foto.
De un modo muy rimbombante se anuncia que se trata de la primera producción de la cadena pública que se graba en alta definición. Digitalizada, con todos los adelantos técnicos. Y uno de los buques insignia del Canal Cultura.es. Arremeter contra Lope, contra la recuperación de clásicos, o contra el regreso de los versos del Siglo de Oro a los estudios de Prado del Rey sería de necios. Aunque, insisto, me parece que hay algo que objetar. Siquiera por comparación.
Y es que resulta sospechoso que justamente a las diez semanas de haber suprimido el único programa dedicado a las artes escénicas, la misma casa que ha sido capaz de eliminar de su territorio ‘La mandrágora’, saque pecho recuperando ‘Estudio 1’. Lo digo porque aunque no se hagan públicos los presupuestos, no hay que ser un lince en materia audiovisual para sospechar que con lo que cuesta esta nueva versión de ‘La viuda valenciana’ se podría mantener la emisión de la revista ‘La mandrágora’ durante una temporada completa.
No se me malinterprete. Cómo voy a estar en contra de que se filme de nuevo teatro para la televisión. Cómo voy a estar en contra de que nuestros actores vuelvan a decir los clásicos ante las cámaras. Sólo digo que parece que interesa más el gran titular que el día a día. El dinero escasea. Está medido. Y al final todo sale del mismo sitio. Para que el nuevo Cultura.es se luzca, hay que sacrificar otras áreas. Para vestir a un santo, hay que desnudar otro. Es como si toda la producción anual de uno de nuestros teatros nacionales se la llevase una sola producción. Qué diríamos entonces. Pues eso.

FELE Y EDUARDO

ANTONIO SEMPERE

Ahí están. Fele Martínez y Eduardo Noriega. Incombustibles. Irrumpieron en esta industria cinematográfica nuestra en ‘Tesis’. Sucedió en 1996, hace ya catorce años. Pero no han parado. La casualidad ha hecho que ambos coincidan este fin de semana comandando los repartos de las dos películas que deben despertar a la adormecida taquilla española en este 2010.
Tuvieron mucha suerte Fele y Eduardo. Estuvieron en el momento justo y en el lugar oportuno. Tanta suerte tuvieron que pueden vivir de esto hasta el final de sus días, y eso en una profesión en la que predominan los rostros de temporada es una bendición. Fele Martínez, desde el año siguiente a ‘Tesis’, pasó a ser él mismo. Y se convirtió en una marca. En un reclamo. Como Gabino Diego, que hace tiempo llegó a ese punto en el que no tenía que estar pendiente de los demás, pudo inventarse la función ‘Una noche con Gabino’ y pasarse cinco años de bolos, y los que quiera. Fele es de los que podría montar ‘Una noche con Fele’. Y tan contentos.
Eduardo Noriega, por su parte, y en otro registro, también ha logrado su marca, su caché. Al estilo de José Coronado, rodará mejores o películas, pero sabe que puede estar ahí siempre, mientras quiera. Dando vistosidad a alfombras. Siendo acogido por las televisiones. Frecuentando las portadas de los suplementos.
Dice la crítica que ‘El mal ajeno’ es un Shyamalan a la española. No es poco. Junto a ‘Tensión sexual no resuelta’, serán los dos títulos más vistos del primer trimestre del año. Ay, si el Festival de Málaga del 17 al 24 de abril lanzase una película como ‘Tesis’, y a dos actores como Fele y Eduardo. Haría historia.

LA CONCIENCIA

ANTONIO SEMPERE

La gente anda algo soliviantada con Luis Roldán. La historia era lo suficientemente llamativa como para que todos los informativos sin excepción abrieran con las imágenes de su puesta en libertad. Su bufanda. Su primer trayecto en la línea de bus urbano. Su primer canutazo tras ser libre: “Otros se van de rositas”.
Es normal que la gente ande soliviantada ante la comparecencia de Luis Roldán hasta en la sopa. Lo que su actitud viene a demostrarnos es que tiene la conciencia tranquila. Y eso sí que no. Si viésemos al personaje atribulado, deprimido, huidizo, con una enfermedad incurable a las espaldas, puede que el efecto no hubiese sido el mismo. En cambio, nos encontramos con alguien que no tiene ningún reparo en ver una corrida de toros junto a su nueva esposa, alguien que dice va a hacer una vida normal porque no tiene dinero para más. Alguien, en suma, que tiene la conciencia tranquila y obra en consecuencia.
La conciencia tranquila… ahí está la clave. También en el mundo de la televisión, del periodismo, de la comunicación. Quienes hacen ‘La noria’, quienes hacen ‘Generación Ni ni’, quienes hacen ‘Sálvame’ o quienes realizan ‘El juego de tu vida’. Cada cual se las arregla para tener la conciencia tranquila con arreglo a su rango. El presentador o la presentadora, los miembros del equipo que sólo son tropa, los colaboradores externos, los técnicos que justifican un modo de ganar el pan y tanto les daría hacer eso como retransmitir la misa, hasta llegar al presidente de la cadena que, no lo dudemos, también esgrimirá numerosos argumentos. Nos soliviantamos con Roldán mientras, a nuestro nivel, también saldamos deudas con nuestra conciencia, único modo de dormir y vivir en paz.

EN EQUIPO

ANTONIO SEMPERE

Si me preguntan qué es lo que más deseo en los años que me restan, respondería que trabajar en equipo con la gente a la que quiero. Son preguntas que surgen días como hoy, cuando la llegada de la primavera es tan auténtica como las mariposas que revolotean en el estómago y la sensación de que vuelve a estallar la vida.
Hasta ahora he logrado hacer más o menos lo que me venía en gana. Al margen de jefes, huyendo como la peste de esos bichos que te piden que les hables de usted cuando hay gente delante, renunciando a cualquier tipo de ingresos que fuesen vinculados al peaje del sometimiento, entendiendo por sometimiento trabajar para otro.
Pero el tiempo pasa, y por vez primera ya no me cuestiono qué voy a hacer con mi vida, puesto que mejor o peor mi vida ha sido la que ha sido y ya he vivido, sino en todo caso y muy humildemente qué voy a hacer con lo que queda de ella, que si la pasada engloba cuarenta y siete largos años, la futura no sabemos si acogerá otros cuarenta o sólo un par.
Por eso, porque nada sé acerca de lo que me queda, añoro lo que no tengo. Realizar un trabajo en el que sin necesidad de ser el jefe no tenga la sensación de trabajar para otro. Hacer piña. Lograr lo que lograron, desde muy jóvenes, gente como Andreu Buenafuente o Toni Garrido, por citar dos ejemplos muy conocidos. Créanme que no he encontrado tantos casos en medios de comunicación. Quizá en lo que queda de vida. Es buen momento para pedirlo. El nuevo curso dependerá de lo que sembremos ahora.


ATENCIÓN AL CLIENTE

ANTONIO SEMPERE

Durante mi último encuentro con Igor Gómez Maneiro, aquel hombre que presentó el Telediario Matinal junto a Susana Roza durante mucho tiempo y que de un tiempo a esta parte dirige los servicios informativos de la televisión autonómica murciana, el periodista me contó que le tenía ganas a un proyecto. Realizar un programa televisivo en el que los protagonistas fuesen los consumidores. Un programa en el que se enjuiciasen las marcas, en donde se testearan los productos y donde, en definitiva, se chequeasen los mensajes publicitarios, lo que se promete y lo que después se da realmente. Estimaba mi amigo Igor que liberada de la publicidad, sólo una televisión como la estatal podía llevar a cabo un proyecto semejante.
En ello estaba, rondando en la cabeza la idea, cuando el programa radiofónico ‘No es un día cualquiera’ llevó a cabo durante el último mes una encuesta para que su casi millón de escuchantes votase las mejores y las peores empresas, en relación a la calidad de los servicios prestados y a la atención al cliente. Los resultados se dieron a conocer el pasado domingo. La empresa peor valorada fue Telefónica y la mejor valorada El Corte Inglés.
La propia Pepa Fernández recordó que sólo una emisora como Radio Nacional, al margen de las servidumbres publicitarias, podía llevar a cabo un estudio como esta y una sección semejante. Volví a acordarme de Maneiro y de su proyecto. Efectivamente, la televisión pública podría llevarlo a cabo. Recuperando la tradición emprendida por José Antonio Plaza en ‘35 millones de españoles’ y en por Rafael Romero en ‘El canto de un duro’, hace de todo esto más de treinta años. Sería un buen proyecto. Gustaría. Sería muy útil, aunque más de una empresa se llevase un disgusto.

AQUILES

ANTONIO SEMPERE

No es la canción que Jorge Drexler vende como la principal de su nuevo álbum ‘Amar la trama’. No es la que canta con Leonor Watling, pero lo que son las cosas, es la que me ha llegado al alma.
Siempre digo que un buen músico (no diré cantautor, puesto que el propio Jorge Drexler abominó del término en la sección de palabras odiadas de ‘Palabra por palabra’) es aquel capaz de volver siempre a la misma canción como si fuese la primera vez. Aquel que canta su canción, con mil variantes, como si fuese la primera vez.
‘Aquiles por su talón es Aquiles’ es de ese tipo de canciones. En ella Jorge Drexler es capaz de quintaesenciar su mejor melodía y su mejor mensaje, compendiando toda su música anterior, pero haciéndolo como si estuviese pariendo su primera canción.
Lo que dice ‘Aquiles’ se resume en una estrofa: “Se tiene el corazón que se trae por defecto”. Ahí es nada. La madre del cordero. La almendra de la vida; del amor, de la felicidad, de la autoestima.
“Se es lo que se es, lo que siempre se ha sido. Se siente lo que se siente en el centro del centro silente tenga o no tenga sentido. Raro es como se quiere. Se lleva lo que se lleva. Uno no elige que cosas a uno lo hieren. En lo más sutil de los cuerpos sutiles lejos de la noria de causas y objetos”.
La 2 emitió en ‘No disparen al pianista’ el concierto en el que se grabó, en petit comité, casi en familia, este ‘Aquiles por su talón es Aquiles’ y los demás temas de ‘Amar la trama’, que vimos un 1 % de espectadores.

UNA SUPRESIÓN LAMENTABLE

ANTONIO SEMPERE

'El País' ha suprimido la parrilla de la programación de La 2 de su espacio habitual. Desde esta semana, junto a la columna con el horario de La Primera, a la derecha, encontramos la de Antena 3, la de Cuatro, la de Tele 5 y la de La Sexta. Pero hay un salto de un número par. La oferta de La 2, así, ha saltado al pelotón de los otros canales de la TDT. Lo que en principio puede parecer una decisión sin consecuencias tiene, sin embargo, un enorme significado a poco que lo analicemos con un mínimo de rigor crítico. De acuerdo que La 2 es la cadena en abierto menos vista. De acuerdo que su cuota de pantalla media no alcanza el 4 % de promedio. Pero como bien deben saber los que toman decisiones en 'El País', existe el concepto de la relevancia. Algo cuantitativamente escaso puede ser muy relevante, o viceversa. Desde su nacimiento en 1966 conocido como UHF, el segundo canal de TVE siempre fue relevante para nuestra cultura y para nuestra sociedad. Ni que decir tiene que en la actualidad lo sigue siendo. Fulminar de un plumazo la parrilla de La 2, e invisibilizarla entre las de La 1 Antena 3 y las restantes, es algo que a algunos nos ofende profundamente. Es verdad que La 2 alcanza a unos pocos, pero por eso mismo un medio de comunicación que se dice progresista debe evitar gestos tan feos como el que ha llevado a cabo esta semana. Para que sus lectores no tengan que buscar con lupa qué películas emite, cuándo van 'Página 2', 'Redes' o 'En portada, para saber si el informativo de Mara Torres entra a su hora habitual. Rectifiquen, por favor.

AUSTERIDAD

ANTONIO SEMPERE

Me pregunto si entre tantos días de a alguien se le ocurrirá celebrar el Día de la Austeridad. A cada minuto, en cada esquina, encuentro ejemplos que delatan la alegría con la que se gasta el dinero. Y de todos ellos, hay uno contundente, y se refiere al transporte público. Un bonobús o un metrobús de diez viajes, teniendo un precio elevado, cuesta exactamente lo mismo que la carrera mínima de un taxi.
Sin embargo, lejos de haberse extinguido, el taxi sigue existiendo. Cada vez que escucho a un periodista relatar una anécdota que gira en torno al taxi o al taxista me solivianto, puesto que eso quiere decir que usan el servicio con naturalidad, normalizándolo. Porque para un taxista, ¿qué son veinte euros? Con veinte euros uno no llevan a los aeropuertos de las ciudades, si acaso a las estaciones de tren. A Sants en Barcelona o Santa Justa en Sevilla.
Y sin embargo veinte euros, además de dar para veintitantos viajes en el bús urbano en estas ciudades, permiten comprar un libro, un disco una película, o tres entradas de cine. Es frecuente escuchar sucedidos con taxistas, anécdotas que tratan de ser gracietas. Es muy común que el contertulio o colaborador explique que llegó justo de tiempo porque el taxi se topó con algún atasco. Lo dicen como la cosa más normal del mundo. Como si a ese lugar no pudiese en otro medio. Y a mí me salen sarpullidos. Porque me muevo tanto como ellos, pero por una cuestión de principios, nunca los he utilizado. Nunca.
Mientras llega o no ese momento soñado en el que se imponga oficialmente el Día Mundial de la Austeridad, tendré que plantearme el contrario. Y siquiera durante una jornada, darme una fiesta, un capricho. Me lo he merecido.

MARISCAL

ANTONIO SEMPERE

Javier Mariscal es uno de los diecinueve artistas a los que Joan Manuel Serrat encargó un vídeo que acompañase las canciones de su álbum homenaje a Miguel Hernández. La asignada al diseñador fue ‘La palmera levantina’. En el making off se le puede ver en su estudio, explicando, como cada uno de sus autores, el qué y el cómo de esas imágenes que ilustrarán la gira del cantante.
Me choca ver a Mariscal en su hábitat particular, que lo mismo canturrea unas estrofas de la pegadiza palmera levantina que, a bote pronto, confiesa que como hombre deprimido que es no hay día en que no piense un par de veces en suicidarse. Me choca y me gusta escuchar el término, tan tabú, ahora que hasta las encuestas del CIS han reconocido que el pasado año hubo más muertes no naturales por suicidios que en la carretera. Sin ser un país nórdico el nuestro y sin que hubiesen llegado todavía las lluvias.
A mí también se me pasa, como mínimo, un par de veces al día la ocurrencia de terminar. Pero, a diferencia de Mariscal, en lugar de canturreando la palmera levantina, yo voy aplazando la decisión porque, como espectador entrenado que soy, no hay nada que me dé tanta curiosidad como asistir a mi propio entierro. Cómo voy a perderme el día en que, con seguridad, voy a ser querido y calificado de bueno por todos, mientras he soportado estoicamente todo ese otro tiempo de las zancadillas. Tendría que quitarme de en medio dos veces. La primera, de mentirijillas, sólo para ver cómo reaccionan. Y la segunda, yéndome tranquilo.
Ah, ¿que no se bromea con estos términos? Me alegra que Mariscal le haya quitado hierro.

CÁRATE

ANTONIO SEMPERE

Hay que ver lo cara que nos está saliendo la democratización de las opiniones de los lectores de los medios de comunicación. Eso que se ha dado en llamar participación ciudadana. Las patadas al lenguaje son tantas y de tan variado pelaje que un corrector no sabría por dónde empezar.
Eso sí, el contenido muchísimas de esas opiniones es tan discutible como su ortografía. Se puede aplicar una regla por la cual el grado de perplejidad de lo que se puede leer entre líneas es directamente proporcional a la enjundia de la errata, al tamaño del disparate. Con el agravante de que incluso algunos de los textos correctamente escritos, casi siempre escasos, también acogen discursos que claman al cielo.
En fin, que estos últimos días he encontrado en numerosos mensajes de de las ediciones digitales de los periódicos, a raíz del caso de la playa de Vargas de Gran Canaria, la palabra cárate. Por más que la releo no acabo de acostumbrarme. Cárate, cárate.
Mensajes de espectadores aparte, los rótulos impresionados en la parte inferior de la pantalla por parte de los redactores de los programas también son un filón. En la única edición de ‘La noria’ vista este mes encontré un “por qué sigue despertando tanta espectación lo que hacen Felipe González y José María Aznar”. En ‘La jaula’ ya desaparecida algún hechar de menos con hache. Como si los correctores de Word no lo delataran. Como si no molestara a la vista.
Dice Inés Fernández-Ordóñez en la última revista de la Academia de Televisión que en los rótulos de los Telediarios ha visto erratas, nunca faltas. Es verdad. Pero no es menos cierto que en el resto de programas sí se han extendido. Y es grave que suceda.

VIVA TOTANA

ANTONIO SEMPERE

La cosa la recuerdo más o menos así. ‘Sálvame de luxe’ vivía un momento más o menos dramático cuando Kiko, el que no necesita apellidos, había hecho llorar a Sofía Cristo, la hija de Ángel Cristo. Y para que no quedara ahí la cosa, desde realización acababan de introducir las imágenes del padre con declaraciones muy desagradables que no hacían más que elevar el ambiente de crispación del plató y la temperatura de los lacrimales de Sofía.
En esas que el libertador Jorge Javier, que tampoco necesita apellidos, anunció una sorpresa a Sofía y a los espectadores. Su madre andaba cerca de allí, pero como sucede que Bárbara Rey no puede aparecer en esa cadena, porque tiene contrato en otra de la competencia, al presentador se le había ocurrido una solución de emergencia. Sólo se la escucharía. Así es que se dirigió a una sala contigua. Vázquez y Rey se saludaron a través de la puerta, hasta que el presentador la dejó entreabierta de forma que no se viese ni un pelo a la invitada infiltrada. Bueno, un pelo sí. Al acabar la conversación, Jorge Javier pidió a Bárbara que mostrase a cámara uno de sus mechones rubios, por si alguien dudaba sobre si la voz que habíamos escuchado no pertenecía a ella.
Bárbara Rey apoyó a su hija. A Sofi, como la llamó en todo momento, mientras el presentador se crecía más y más. Tras agradecerle muy y mucho su contribución, Jorge Javier emprendió camino al plató, excelso. Y despidió a la polizona con un sonoro ¡viva Totana! Entonces comprobé que mis cinco minutos de cuota para tantear cómo van las cosas en ‘Sálvame’ merecieron la pena. Y hasta comprendí que haya quien se quede como espectador residente durante un rato largo por aquellas latitudes.

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