"Pero qué bien te veo", me dice uno. "Qué bien estás", me lanza otro. Pero yo me sigo viendo, cada vez más, como un maní grandote. Redondo. Rechoncho. Lo malo es que cuando pienso ponerme a régimen llega otra excusa para pecar. Y cuando lo que se ve en el plato entra por la vista como entra, a ver quién se resiste.
viernes, 7 de noviembre de 2008
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