Fiel a su cita, José Manuel Diez viene desde León a la noche de la clausura. Sin importarle el temporal. Trae a una compañera, Neli. Y acudimos a la fiesta del Patio Herreriano, donde las bandejas son generosas y abundantes desde el principio hasta los postres, esos huesos de santo con crema y chocolate que me dejan literalmente instalado en la felicidad que, no lo olvidemos, son momentos.
José Manuel detecta a Julio César, que ha venido con su hermana, y procedemos a la foto de familia, cinco años después de que nos uniese el destino en 2003. Los cuatro lados del perímetro del patio están repletos de gente. Acreditados y autoridades. Pero al final está muy bien tener tu sitio, tu corrillo y tu entorno, tu espacio íntimo donde recibir el abrazo sincero, ese que encuentro yo en este rincón.
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