jueves, 17 de julio de 2008

DESAYUNO - Jueves 17 de julio


Que el desayuno es el mejor momento del día se demuestra con hechos. Con Donuts. Si pueden ser de chocolate, mejor.
Prensa y bollería fina, que diría mi Txemita. Cuando hoy me he despertado, he vuelto en sí, y me he dado cuenta de que estaba donde estaba, a pesar de ser casi el vigésimo día, me ha dado alegría saberme aquí. Y he bajado desde la habitación hasta el comedor con la ilusión de un niño.
Y pensar que en 2003, un día de julio como hoy, en pleno Tour, me quitaqron la vesícula. Cómo aguanta. creo que es mejor comer que no comer...

1 comentario:

  1. El mapa-relato matutino de Antonio: más que un bodegón al uso, todo un retrato de familia de Goya. Una declaración no intencionada(o sí) de verdaderas intenciones en forma de representación escénica de un desayuno. Ese plano atractivo y sugerente con el que pudiera comenzar uno de esos cortos redondos, como la silueta del bombón con agujero con la que también acaba esta historia, revelándonos algunas pistas sobre sus protagonistas y, sin saberlo, sobre el propio autor. El primero que se divisa en el cuadro aterriza, sin embargo, a posteriori en la escena (El País, sobre el Mundo, que puede más un reino que el planeta entero, rebasa ligeramente el borde del plato). Las páginas que lucen tersas, sin profanar, con ese olor fresco del papel reciclado impregnado de tinta todavía caliente, aparecen en la fotografía como otro invitado imprescindible del gesto ritual en el que todos los intervinientes están jerarquizados por el dueño de la mano que aprieta el disparador, con el dulce aún entre los dientes, dejando enfriarse sin querer un café con leche que espera mejor suerte que la diminuta pastilla. Pese a que otro plato delata compañía, nos enseña Antonio el íntimo y cartesiano deleite de trocear el bollo, de posar sin prisa los cubiertos recién manchados de crema, reservándose deliberadamente para el final el verdadero placer de saborear el mejor bocado con los dedos. Justo al contrario que mi abuela: ella siempre empezaba a comerse el melón por el extremo más dulce. Por si me muero antes-decía con la tajada el la mano. Un brillante epílogo de chocolate del que no teme siquiera a la grasa trans, que apunta goloso y gozoso a que lo mejor del día está aún por llegar.

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