Cuando un Antonio Conesa te llama por detrás, y te abraza fuerte, y más tarde te susurra casi al oído "cómo me alegra verte, Antonio", la vida vuelve a renovarse.
Mi historia con Antonio Conesa es la de unos abrazos discontinuos, distantes en el tiempo, pero siempre presididos por afecto del bueno.
Nos unió 'Huntza', en el Festival de L´Alfàs del Pi de 1992, que ganó. Dando fe de ello, publiqué en 'La Verdad' una página muy bonita, hablando del cine y la vida, de las que sinceramente creo que ya no se publican. De esto hace quince años ya. Después hubo encuentros muy emotivos.
jueves, 25 de septiembre de 2008
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