Igor y Aitor. Aitor e Igor. Cuando los encuentro de buena mañana en este sábado de clausura en las entrañas del Kursaal, todo se ilumina.
Soy ciclotímico, ahora bajón, ahora subidón (¿y qué le importará a España que lo sea?, como se preguntaría Paco Vegara, pues le debe importar porque son sus moradores los que me pueden ayudar a remontar) y en cuanto les veo aparecer, me reactivo.
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