A lo largo de la noche charlo mucho con Gabriel Vargas, poeta de la luz, de la palabra y del gesto. Cómo hablan sus manos.
Me describe a su amor, a su chica desde hace seis años. Y lo que es mejor, el calibre de su relación, que él define como privilegiada, porque hay confianza, y porque esa confianza deriva irremediablemente en felicidad.
Me explica Gabriel que llevan coexistiendo tres mundos. El suyo, el de su chica, y el que forman los dos juntos. Sin anularse el uno al otro. Complejos y ricos cada uno en su independencia, y complejos y ricos también cuando 'se asocian' y forman otro ente.
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