A Xavier Elorriaga le ocurre lo mismo que a mí. Que nos quitan los festivales de cine y nos quitan una parte de nuestra vida. Una parte relevante, porque nos aporta conocimiento y sociabilidad, porque nos hace mejores personas.
Cuántos canapés compartidos en los últimos doce años por Xavier y por mí en su bienamado País Vasco, en Donostia y en Vitoria, pero también fuera de él, en las Andalucías, en Valencia, en Madrid o donde sea. Algo tiene que ver con el arte de vivir.
viernes, 19 de septiembre de 2008
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