Cuando me veo ahí sentado, con Quique (diario El Mundo, años atrás en El diario Montañés), al salir del desayuno, de buena mañana, reflexiono sobre si al estar con todos al final no estoy con ninguno.
Lo niego.
Pongo el ejemplo del martillo de la feria. Lo importante es golpear con fuerza en cada intento. La verdad es que de 0 a 10 cada cual tiene su media. Yo me suelo que dar en un 7. Si pongo la carne en el asador, un 7. En el taller de teatro, un 7. Con Paco y Rodri, un 7. Con algún alumno en particular si me entrego puede que hasta un 8.
Si un día golpeas el martillo y suena la campana, y llegas al 10, entonces sí merece la pena parar, que eso son palabras mayores. Y disfrutarlo. Y declinar el resto.
Pero mientras tanto, a vivir que son dos días. Haber pasado sólo apenas jornada y media en la cátedra de cine de Valladolid no significa haberla vivido con menor intensidad. Mucho peor, para mí, sería estar en ella, habitar en ella, sin golpear fuerte. Diez días, veinte, treinta.
Por eso estoy tranquilo, y cuando pienso, o cuando piensan, si por estar con todos al final no estoy con nadie lo tengo claro. Mientras siga golpeando el martillo con fuerza, estoy tranquilo. Ya pasé mis épocas en las que no sabía darle, y entonces sí daba lo mismo estar en una parte que en otra. Ahora no hay problemas para golpear.
viernes, 22 de agosto de 2008
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