No hay mal que cien años dure. Pero, por desgracia, tampoco hay alegrías que nos secuestren el corazón de por vida.
Me resisto a que se me pase el subidón. Me resisto a no celebrar cada mañana, con renovada ilusión, la suerte que tengo, lo afortunado y privilegiado que soy.
Vivo en un país imaginario, en la península de la Magdalena, y dispongo de la doble nacionalidad para transitar por él como periodista y como profesor. Si ejercer un trabajo vocacional ya es difícil, poder desarrollar simultáneamente dos de los oficios más nobles que en este mundo son, defendiédolos con ganas, con la ilusíón de un niño, es cosa de elegidos. De unos cuantos elegidos.
De lo que se trata es de sentir esta alegría como si fuera el primer día, como si acabara de enterarme que me han concedido el privilegio.
Además, mirando la letra pequeña del segundo carnet veo que también han escrito por abajo profesora. También tiene su punto. Triple nacionalidad. Periodista, profesor y profesora a un tiempo. ¿Quién da más?
miércoles, 20 de agosto de 2008
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