sábado, 23 de agosto de 2008

TIEMPO - Sábado 23 de agosto


Desde que me despierto este sábado, a las 9, hasta que decida tomar la pastillita para dormir mañana domingo, habrán transcurrido 40 horas para mí. No es que el resto del tiempo no sea mía. Pero es que estas 40 horas se supone que son las que me dan miedo. 40 horas sin pautar. 40 horas sin actividad.
Éste es el panorama que se ve desde casa.
No me agobio. A diferencia de los siete fines de semana precedentes, no tengo que refugiarme en un convento de monjitas ni pedir asilo en casa de ningún amigo madrileño. Aquí tengo mi espacio. Mi rincón. Y sólo de pensar el ajetreo que me espera otra vez el lunes, apetece el reposo. La calma. La quietud del lugar. 40 horas para mí.

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