Hay días que te reconcilian con el pasado, te alumbran el presente y te ayudan a intuir un futuro plácido y feliz.
Hay días especiales. Y hoy es uno de ellos.
En el principio fue la Cátedra de Cine de Bolonia. Y a renglón seguido, la de Valladolid, la segunda cátedra cinematográfica europea. Hace algún tiempo que mi autoestima va bien. Por eso quería darme algún capricho, como era el de torear en esta plaza de las Ventas. En esta Universidad de referencia.
Y aquí que me vine, con ganas de pisar las aulas que marcaron un antes y un después en mi vida durante el trienio 96-97-98. Impulsado por mis compañeros de aquel curso, durante esta etapa dejé el trabajo, dejé la nómina, y decidí dedicarme sólo a lo que me gusta, a mis vocaciones, y probar suerte, y abrirme caminos.
Por eso, porque debo tanto a Valladolid, quería regresar a esas aulas, haciéndolo desde el otro lado. Como profesor, pero sin usar la tarima. Como profesor cercano y contemporizador. Y hoy lunes he cumplido el sueño, cerrando así un ciclo que se abrió hace doce veranos.
La casualidad ha hecho el resto. Por añadidura, y con muy escasas horas de diferencia según marca el hotmail, casi simultáneamente, me han escrito Orland, Oliver y Xavi.
Por lo que me dicen, y por cómo me lo dicen, me siento muy feliz. Hoy soy medallista olímpico. Y ellos son mis tres medallas. No medallas de oro, plata y bronce. Tres oros. Cada uno me ha aportado matices distintos. Cada uno, a su manera, me ha dado mucho. Y tengo muy claro que soy el que ahora soy gracias a ellos. Por eso los tres correos que acabo de leer significan tanto para mí.
Hay días especiales. Y hoy es uno de ellos.
En el principio fue la Cátedra de Cine de Bolonia. Y a renglón seguido, la de Valladolid, la segunda cátedra cinematográfica europea. Hace algún tiempo que mi autoestima va bien. Por eso quería darme algún capricho, como era el de torear en esta plaza de las Ventas. En esta Universidad de referencia.
Y aquí que me vine, con ganas de pisar las aulas que marcaron un antes y un después en mi vida durante el trienio 96-97-98. Impulsado por mis compañeros de aquel curso, durante esta etapa dejé el trabajo, dejé la nómina, y decidí dedicarme sólo a lo que me gusta, a mis vocaciones, y probar suerte, y abrirme caminos.
Por eso, porque debo tanto a Valladolid, quería regresar a esas aulas, haciéndolo desde el otro lado. Como profesor, pero sin usar la tarima. Como profesor cercano y contemporizador. Y hoy lunes he cumplido el sueño, cerrando así un ciclo que se abrió hace doce veranos.
La casualidad ha hecho el resto. Por añadidura, y con muy escasas horas de diferencia según marca el hotmail, casi simultáneamente, me han escrito Orland, Oliver y Xavi.
Por lo que me dicen, y por cómo me lo dicen, me siento muy feliz. Hoy soy medallista olímpico. Y ellos son mis tres medallas. No medallas de oro, plata y bronce. Tres oros. Cada uno me ha aportado matices distintos. Cada uno, a su manera, me ha dado mucho. Y tengo muy claro que soy el que ahora soy gracias a ellos. Por eso los tres correos que acabo de leer significan tanto para mí.
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